Bachelet y el orden del discurso

Maduro y Bachelet
Ociel Alí López

Entre escándalos de corrupción y el reconocimiento de Bachelet a Maduro la oposición venezolana se enfrente a una encrucijada.

La visita por tres días a Venezuela de la expresidenta chilena Michel Bachelet como alta comisionada para los derechos humanos de la ONU, que realizara del 19 al 21 de junio, puede leerse como un cambio de escena del conflicto venezolano.

Durante su estadía, Bachelet terminó de reestablecer el orden del discurso llamando pan al pan y vino al vino. Se reunió en el palacio presidencial con el Presidente Maduro y en la Asamblea Nacional con su presidente Juan Guaidó. Esto puede sorprender si recordamos que desde enero muchos gobiernos extranjeros, casi 50, han reconocido a Guaidó como Presidente encargado de la República, aunque en este tiempo no ha podido ejercer función alguna como tal.

La visita entonces hizo tabula rasa a los eufemismos. Nada de “Presidente encargado”, o mediación entre “dos presidentes”. Llegó a Caracas a poner las cosas en su sitio y a nombrar a cada quien según su cargo, una obviedad a la que no se atrevía la comunidad internacional que siguió el juego a Estados Unidos del autonombramiento de Guaidó y la criminalización de Maduro.

Las declaraciones de Guaidó después de la reunión, sin la expresidente a su lado, fue bastante categórica: Bachelet estaba intercediendo para liberar a los presos políticos. Nada de “cese de la usurpación” ni de “gobierno de transición”. Los términos que hasta hace días utilizaba Guaidó para referirse a la visita de la funcionaria de la ONU y las negociaciones en Oslo han mutado a otros más flexibles y realistas: presos políticos, violaciones a derechos humanos, negociación en Noruega.

Pero Bachelet fue más lejos en eso de nombrar las cosas. Visitó en sus despachos al presidente del Tribunal Supremo de Justicia y al Fiscal General, ambos presididos por funcionarios incluidos en la lista de sancionados del departamento del tesoro de Estados Unidos. Una verdadera afrenta a la vorágine política internacional deseosa de una invasión al país y de una purga radical.

Una lluvia de críticas cayeron sobre Bachelet y Guaidó por parte de opositores radicales, especialmente una vez que Bachelet demandara agilizar las reuniones en Noruega, algo que Guaidó había rechazado

Una lluvia de críticas cayeron sobre Bachelet y Guaidó por parte de opositores radicales, especialmente una vez que Bachelet demandara agilizar las reuniones en Noruega, algo que Guaidó había rechazado, salvo que fuera para la claudicación definitiva de Maduro.

Paralelamente al cierre de la visita de Bachelet una foto estremecía a la oposición: Eliott Abrams, encargado de la Casa Blanca para asuntos sobre Venezuela y quien ha sido un impulsor de la intervención, se fotografiaba con los delegados de Guaidó que asistirán a Oslo a la tercera ronda de negociaciones y les ofrecía su respaldo. Para la segunda ronda de negociaciones —que tuvo lugar a finales de mayo—, Abrams se mostró escéptico y se atrevió a hacer recomendaciones públicas a Guaidó para que solo se sentara a firmar la rendición de Maduro. La foto en cuestión es un espaldarazo de Estados Unidos a la mediación de Noruega como única salida posible por el momento. Un verdadero balde de agua fría para Almagro, Duque y la derecha radical venezolana que tratan de torpedear cualquier negociación política.

Se espera que la alta comisionada presente, el 5 de julio, un informe ante Naciones Unidas sobre Venezuela y su visita de 3 días. Por lo pronto a inaugurado otra forma de atender el conflicto venezolano.

Juego de naipes

Por el momento, la “carta” de la mediación de Noruega pesa más que la carta de una intervención militar con la que amagaron Trump y diversos funcionarios de Estados Unidos desde comienzos de año. Desde que Trump mencionó que, con respecto a Venezuela y Maduro, “todas las cartas estaban sobre la mesa” se entendió que estaba contemplando seriamente una intervención militar. Varios meses después la carta de la invasión ha quedado postergada.

Este cambio de escenarios que se terminó de concretar con la intervención de Bachelet ha dejado sin norte a la oposición radical puesto que se ha desdibujado el mantra del “cese de la usurpación” exigido en primer término por Guaidó. Ahora solo queda la negociación diseñada desde Europa y países de América latina como Uruguay y México, que han visto con cierta cautela la autojuramentación y la ofensiva belicosa contra Venezuela. El diálogo entre las partes en cierta manera pasa por la “humanización” de Maduro. Por aceptar al chavismo como actor político de negociación y no como “banda de narcotraficantes” y “genocidas”. El mismo Abrams ha considerado la opción de que Maduro sea candidato presidencial, aunque ha confirmado que antes de eso debe dejar el poder. Todo un repertorio simbólico que da cuenta de una nueva imagen sobre Venezuela y Maduro.

Pero lo simbólico no es independiente de lo real. Estos desplazamientos discursivos obedecen a los fracasos opositores que se han sucedido una y otra vez desde enero. El primero y quizá más importante fue el del 12 de febrero en la frontera colombo-venezolana cuando la oposición, acompañada de manera espectacular por un concierto internacional y presidentes de la región como Piñera y Duque, intentaron penetrar el territorio venezolano con tres camiones de ayuda humanitaria que resultaron quemados (a la postre New York Time revelaría que por los mismos opositores). Finalmente, el 30 de abril, un golpe de Estado abortado y débil terminó de mostrar las pobres costuras militares de la oposición y el fracaso de la política norteamericana hacia el sector militar venezolano. Ambas acciones, entre otras, atrincheraron al ejército y al chavismo en torno a Maduro.

Un mal momento para la oposición

En plena visita de Bachelet el ámbito geopolítico no privilegiaba a Venezuela. La escalada del conflicto con Irán mantuvo a Estados Unidos ocupado en ese flanco que se abrió esos días de manera violenta con el derribo de un dron estadounidense, el 20 de junio, por parte de las fuerzas militares de Irán. El propio Trump reconoció que estuvo a punto de iniciar una agresión violenta como respuesta y que a escasos minutos detuvo la acción. Todo ello aleja a Venezuela del primer plano del escenario geopolítico y levantan otras preocupaciones para Estados Unidos, país sobre el que recayó toda la responsabilidad del derrocamiento de Maduro. La presión que venía en aumento desde enero ha venido bajando las últimas semanas y llega a su mínimo histórico anual durante la visita de la máxima autoridad de la ONU en lo referente a los derechos humanos. Sin el padrino azuzándole, la oposición ha tenido que mostrar su cara débil y dispuesta al diálogo.

La situación geopolítica no es la única que marca el desánimo del antimadurismo. Un escándalo de corrupción sobrevenido de manera inesperada señala a militantes de Voluntad Popular nombrados por Guaidó, como responsables de corrupción en temas relacionados con la ayuda humanitaria del evento del 12 de febrero. Panampost, un medio de oposición radical que opera desde Estados Unidos, destapó un conjunto de documentos que comprobarían dicha corrupción que ha salpicado incluso al representante de Guaidó en Colombia quien ha hecho declaraciones que contradicen al propio Guaidó en cuanto a las fechas en las que comenzaron a investigarse dichas denuncias.

Se ha señalado a militantes de Voluntad Popular nombrados por Guaidó, como responsables de corrupción en temas relacionados con la ayuda humanitaria del evento del 12 de febrero

Independientemente del daño que pueda hacer este escándalo a Guaidó, da cuenta de la ruptura interna en la oposición, puesto que los denunciantes son parte de la oposición más radical que, según algunas interpretaciones, le estarían cobrando a Guaidó su negociación con el gobierno en Noruega. En todo caso, la sinceración de la situación venezolana y la necesidad de volver a las negociaciones abre procesos políticos que favorecen la participación de sectores menos radicales de la oposición que hacen vida política a lo interno del país, a diferencia de los más radicales que diseñan y dirigen desde el extranjero. Una vuelta a la política real.

Cambia el teatro de operaciones

Aunque puede observarse una importante disminución de la presión internacional sobre Caracas por parte del funcionariado del gobierno de Estados Unidos y también del Grupo de Lima, las sanciones económicas están profundizando la crisis existente, lo que está produciendo nuevas oleadas migratorias.

El 22 de junio el gobierno chileno anunció de manera sorpresiva la necesidad de visa por parte de venezolanos y ha cerrado sus fronteras a los migrantes que no cuentan con ella. Perú y Ecuador también están tomando medidas que generan grandes conglomerados en sus fronteras presionando por entrar. Además, en pueblos y ciudades se producen movilizaciones xenófobas y eventos relacionados de orden público en el que aparecen involucrados venezolanos.

Todo ello complica la política interna de estos países puesto que sus presidentes han sido activos promotores de las sanciones y han sido efusivos en su solidaridad con los venezolanos. Ahora tendrán que enfrentar la irrigación del conflicto venezolano a lo largo y ancho de América Latina.

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https://www.elsaltodiario.com
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