La maquinaria del fango

Huellas sobre fango
Igor Meltxor

Se han deslizado términos como «violencia de radicales», «mozkorra borroka», «atentados», «negacionistas sociales»... contraponiéndolo con «gestión», «proporcionalidad», «credibilidad» o «transparencia»... sin hacer ruido, gota a gota, dejando poso. Decía Goebbels, ministro de Hitler, que «no hablamos para decir algo, sino para obtener un efecto particular».

Decía George Orwell que «el lenguaje político está diseñado para que las mentiras parezcan verdades», y en los últimos meses esta frase describe el escenario creado en torno al Oasis vasco. No es fácil tapar una gestión nefasta en torno a un vertedero ilegal donde quedaron sepultados dos currelas, uno de ellos aun desaparecido, así como la decepcionante política comunicativa durante el confinamiento, teniendo que soportar ruedas de prensa donde la consejera de turno ofrecía un espectáculo delirante dejando al descubierto su ineptitud y falta de empatía. Resulta muy complicado tratar de justificar y llegar a mentir en sede parlamentaria sobre el hecho de que señoritos del cortijo se salten la lista para vacunarse y nadie asuma responsabilidades dentro del Gobierno. Es indecente e inmoral, pero el problema no es que se inyecten la vacuna sin corresponderles, el problema es que ellos no entienden que hagan nada malo, porque llevan años siendo participes de un sistema clientelar y corrupto donde las prebendas y privilegios son ley.

No es fácil justificar actuaciones policiales grabadas y a la vista de cualquier ciudadano y a su vez señalar a una parte de la ciudadania como responsable de esos hechos.

No es fácil, y para ello utilizan la maquinaria mediática a su alcance para distorsionar el debate público y retorcer el lenguaje al extremo.

La maquinaria del fango de la que hablaba Umberto Eco es un modo de deslegitimación del adversario. No interesa la verdad, solo fabricar libelos, esparcir pequeñas salpicaduras de fango y arrojar sombras de sospecha.

Toda una maquinaria fabricada y engrasada en los despachos del Poder.

Los informativos del ente publico, pagado por todos los ciudadanos, reflejan a diario una deformación sistemática de la realidad siempre en beneficio de las elites gobernantes. Aquellos espejos cóncavos y convexos de los que hablaba Valle Inclán son el decorado de platós de televisión donde personajes a sueldo emergen de las cloacas para propagar el argumentario recibido a primera hora de la mañana. Al mando, el que fuera asesor de aquel alcalde populista txirene, referente del elitismo dictatorial.

Se utiliza el lenguaje perverso como instrumento de manipulación social. En definitiva, somos lenguaje, y su empleo deliberado para la confusión de las conciencias y la ocultación de la realidad es perversa manipulación.

Aunque los medios no moldean cada opinión, si pueden enmarcar la realidad perceptiva alrededor de la cual se configuran opiniones. Perversión es, establecer el orden del día para todos, organizar las cuestiones en qué pensar, legitimar ciertos puntos de vista y deslegitimar otros.

Inoculan el virus en cada boletín, a través de voceros afines y bien remunerados, mediante entrevistas encajadas con calzador en medio publico. Palabras como minúsculas cápsulas de veneno que pueden ser tragadas sin darse uno cuenta. Parecen no tener efecto y luego al tiempo manifiestan su reacción tóxica. Todo pagado a escote por los y las ciudadanas.

Se han deslizado términos como «violencia de radicales», «mozkorra borroka», «atentados», «negacionistas sociales»... contraponiéndolo con «gestión», «proporcionalidad», «credibilidad» o «transparencia»... sin hacer ruido, gota a gota, dejando poso. Decía Goebbels, ministro de Hitler, que «no hablamos para decir algo, sino para obtener un efecto particular».

Se ha llegado al punto de denominar «momentos de tensión» al instante donde un policía reventaba de un porrazo el tabique nasal a un ciudadano y seguido dar voz a los gestores del oasis, tanto en radio, prensa y televisión, para hablar de «polícia democrática», «estándares de transparencia al máximo nivel» o «la Ertzaintza siempre actúa con proporcionalidad». Fin del debate.

La perversión lingüística está llena de trampas, recovecos y deformaciones del uso del lenguaje, impedimento para escuchar la historia con transparencia.

La maquinaria mediática pasa de puntillas ante un nuevo montaje policial como sucediera en Altsasu, con distintos protagonistas pero con mismo collar. Dos jóvenes vascos condenados a penas de cárcel por un montaje orquestado desde las cloacas vascas, esos sumideros donde fontaneros, jauntxos y personajes sin escrúpulos a sueldo, se encargan de que el entramado politico-mediatico-policial funcione a pleno rendimiento.

En el periodismo no puede haber malos entendidos. Solo hay malas y buenas intenciones. Estén prevenidos…

Fuente
https://www.naiz.eus
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