Los diez mitos sobre los que se ha construido el Estado de Israel

Manifestantes palestinos
Javier Merino

El relato histórico del sionismo israelí está construido sobre falacias y mentiras, de esta manera, el cómo esa tierra se convirtió en el Estado de Israel se basa en un conjunto de mitos que sutilmente arrojan dudas sobre el derecho moral de los palestinos a la tierra. La manipulación constante de los hechos más relevantes funciona contra los intereses de todas las personas victimizadas por el continuo derramamiento de sangre y violencia. Relatos ficticios que no nos permiten entender ni los orígenes ni la realidad actual del conflicto, historias que sutilmente introducen dudas sobre el derecho de los palestinos a la tierra que ocupan.

La corriente dominante de las élites mediáticas y políticas occidentales acepta ese conjunto de mitos como una verdad incuestionable, y también como la justificación de las acciones israelíes durante los últimos sesenta años. Con mucha frecuencia, la aceptación tácita de esos mitos sirve como explicación de la inhibición de los gobiernos occidentales y de su negativa a intervenir de forma significativa en un conflicto que se mantiene desde la fundación de la nación. El historiador israelí Ilan Pappé se propuso desmontar todos estos mitos, uno por uno, en un libro escrito en 2016, y ahora que Israel se apresta a ocupar Cisjordania paulatinamente, con lo que aumentarán los conflictos armados con total seguridad, es conveniente exponerlos a fin de que podamos tener un conocimiento de causa mayor sobre lo que ocurre en aquella tierra que yo tuve la oportunidad de visitar el pasado año.

1. Palestina era una tierra vacía

Investigaciones llevadas a cabo por estudiosos israelíes como Amnon Cohen, Yehoushua Ben-Arich o el geógrafo David Grossman, demuestran que durante siglos Palestina no fue ningún desierto sino una próspera sociedad árabe, principalmente musulmana, predominantemente rural pero con vibrantes centros urbanos. Palestina no era una tierra vacía. Formaba parte de un rico y fértil mundo mediterráneo occidental que en el siglo XIX experimentó procesos de modernización y nacionalización. No era un desierto a la espera de florecer, era un país pastoril a punto de entrar al siglo XX como una sociedad moderna, con todos los beneficios y perjuicios de tal transformación. Su colonización por el movimiento sionista convirtió aquel proceso en un desastre para la mayoría de las personas que habían nacido o vivían allí.

2. Los judíos eran un pueblo sin tierra

¿Eran los judíos verdaderamente los habitantes originales de Palestina que merecían ser apoyados en el retorno a su patria? El mito hace hincapié en que los judíos que llegaron en 1882 eran los descendientes de los judíos expulsados por los romanos alrededor del 70 d. C. Esta conexión genealógica es más que cuestionable ya que conocidas investigaciones académicas han demostrado que muchos judíos de la Palestina romana permanecieron en el territorio y se convirtieron primero al cristianismo y luego al islam. Quiénes eran esos judíos retornados es todavía una pregunta abierta, quizá los jázaros, que se convirtieron al judaísmo en el siglo IX. O tal vez la mezcla de razas durante más de un milenio excluye cualquier respuesta a esta pregunta. Lo cierto es que en el período presionista la conexión entre las comunidades judías en el mundo y Palestina era religiosa y espiritual, no política. La asociación del regreso de los judíos con la estatalidad, antes del surgimiento del sionismo, era un proyecto cristiano hasta el siglo XVI y después una variante protestante específica (anglicana).

3. El sionismo es lo mismo que el judaísmo

Este constructo que equipara al sionismo con el judaísmo supone de facto que el antisionismo solo puede ser entendido como antisemitismo.

Desde sus inicios a mediados del siglo XIX, el sionismo era solo una expresión poco representativa de la vida cultural judía que nació de dos impulsos de las comunidades judías europeas. El primero era una búsqueda de seguridad dentro de una sociedad que se negaba a integrar a los judíos como iguales y que ocasionalmente los perseguía, ya fuera mediante legislaciones o mediante asaltos organizados o alentados por el poder con el fin de encubrir crisis económicas o trastornos políticos. El segundo era un deseo de emular a otros movimientos nacionales nuevos que proliferaban en Europa en aquel momento, durante lo que los historiadores llamaron la Primavera Europea de las Naciones.

4. El sionismo no es colonialismo

El territorio palestino no estaba vacío cuando llegaron allí los primeros pobladores sionistas en 1882, por tanto, el sionismo fue un movimiento colonial de pobladores similar a las migraciones de los europeos que colonizaron las dos Américas, Sudáfrica, Australia o Nueva Zelanda. Este colonialismo de pobladores difiere del clásico en tres aspectos.

El primero es que las colonias de pobladores sólo dependen inicial y temporalmente del imperio para su supervivencia. La segunda es que el colonialismo de pobladores está motivado por un deseo de apoderarse de la tierra en un país extranjero, mientras que el clásico desea apoderarse de otros recursos naturales existentes en las nuevas posesiones. La tercera diferencia se refiere a la forma en que tratan el nuevo lugar de asentamiento. Los pobladores colonialistas son refugiados que, además de buscar un hogar, buscan también una patria; el problema es que esta nueva patria ya estaba habitada por otra gente.

El sionismo es, por tanto, un proyecto colonizador de pobladores que aún no se ha completado. Al no ser una tierra enteramente judía, se siguen creando nuevas colonias y se sigue despojando a los palestinos de sus posesiones negándoles el derecho a estar en su tierra natal.

5. Los palestinos abandonaron su país voluntariamente en 1948

Investigaciones llevadas a cabo por los conocidos como nuevos historiadores, han concluido que los palestinos perdieron sus hogares y su patria a causa de la violencia, la intimidación y el miedo. Pero esta no es la única suposición falsa asociada a la guerra de 1948, hay otras tres.

La primera es que hay que culpar a los palestinos por lo que les sucedió, ya que rechazaron el plan de partición de la ONU de noviembre de 1947. Las otras dos son que Israel era una especie de David combatiendo contra un Goliat árabe, y que después de la guerra Israel tendió una mano de paz pero los palestinos y el mundo árabe rechazaron el gesto. Como demuestran todos los documentos examinados por los historiadores, en ningún momento ha sido consultado un plan de paz con los palestinos, el gobierno israelí siempre ha sido intransigente y se ha negado a negociar el futuro de Palestina. Lo que se está llevando a cabo es una limpieza étnica en toda regla.

6. La guerra de junio de 1967 fue imposible de evitar

En junio de 1982, tras el ataque armado de Israel al Líbano, se debatió mucho sobre el anuncio oficial de que el país no tenía otra alternativa que seguir aquella opción violenta. Según este relato generalmente asumido, la guerra del 67 obligó a Israel a ocupar Cisjordania y la Franja de Gaza. Este argumento genera así la impresión de que la ocupación israelí es temporal: los territorios tienen que permanecer bajo custodia a la espera de una posición palestina más «razonable».

¿Qué pueden hacer los palestinos? El mensaje israelí es muy claro: si aceptan las expropiaciones de tierras, las severas restricciones al movimiento y la dura burocracia de la ocupación, podrían obtener unos pocos beneficios: el derecho a trabajar en Israel, a reclamar cierta autonomía y, desde 1993, incluso el derecho a llamar Estado a alguna de las regiones autónomas. Si por el contrario eligen el camino de la resistencia, sentirán todo el poder del ejército israelí.

7. Israel es la única democracia en Oriente Medio

La estructura política israelí no era una democracia ni siquiera antes de 1967. Por entonces, el Estado sometió a la quinta parte de su ciudadanía a un gobierno militar basado en las regulaciones de emergencia del Mandato Británico que negaban a los palestinos sus derechos humano o civiles básicos. A finales de la década de 1950, surgió una fuerte oposición judía a esos abusos, que finalmente se tradujo en un alivio a la presión ejercida sobre los ciudadanos palestinos. Asimismo, antes de 1967 el Estado disparaba a matar a los refugiados que intentaban recuperar sus tierras, cultivos y ganados, y organizó una guerra colonial para derrocar a Nasser en Egipto.

Pero la piedra de toque de cualquier democracia es el nivel de tolerancia que está dispuesta a mostrar hacia las minorías que viven en ellas, y es aquí donde Israel queda en evidencia. La ley del retorno, que otorga automáticamente la ciudadanía a cualquier judío del mundo sin importar donde haya nacido o donde viva, viene acompañada por el rechazo total al derecho palestino al retorno, reconocido internacionalmente por la Resolución 194 de la Asamblea de la ONU en 1948. Negar a las personas el derecho a regresar a su tierra natal, al mismo tiempo que se ofrece este derecho a otros que no tienen ninguna conexión con ella, es un claro ejemplo de práctica antidemocrática.

Cuando se examina la política presupuestaria relativa a la cuestión de la tierra, la afirmación de que Israel es una democracia también se derrumba. La escasez de tierra, junto con la de oportunidades de empleo, crea una realidad socioeconómica anormal. En 2011 el Jerusalem Post informó que entre los años 1997 y 2009 el ingreso judío promedio era entre un 40 y un 60% más alto que el ingreso árabe promedio. Hoy, más del 90% de la tierra pertenece al Fondo Nacional Judío. Se construyen nuevos asentamientos judíos mientras que apenas existen nuevos asentamientos palestinos. Nazaret, la mayor ciudad palestina, ha triplicado su población desde 1948 sin haberse podido expandir ni un solo kilómetro.

Añadamos a esto que, desde 1967, más de 15.000 palestinos han sido asesinados indiscriminadamente, entre los cuales hay que contabilizar a más de 2.000 niños, que una quinta parte de los palestinos de Cisjordania y Gaza han sido encarcelados sin juicio, y que Middle East Monitor, basándose en un informe de la ONU y otro de la organización israelí de derechos humanos B’Tselem ha descrito alrededor de 200 métodos de tortura utilizados por los judíos. ¿Qué clase de democracia es Israel?

8. Las mitologías de Oslo

El 13 de septiembre de 1993, Israel y la OLP firmaron una declaración de principios conocida como Acuerdo de Oslo, en el césped de la Casa Blanca y bajo los auspicios del presidente Clinton. El líder de la OLP, Yasir Arafat, el primer ministro israelí Yitzhak Rabin, y el canciller israelí Shimon Peres, recibieron un año después el Premio Nobel de la Paz como colofón a un largo período de negociaciones iniciado en 1992. Sin embargo, este proceso de paz fracasó pronto puesto que no implicaba una retirada militar israelí de los territorios ocupados, ni prometía la creación de un Estado real. La farsa quedó a la luz y el proceso se detuvo. Además, los tres aspectos que más preocupaban a los palestinos, el destino de Jerusalén, los refugiados y las colonias judías, se abordarían tras un período provisional de cinco años en el que los palestinos tenían que demostrar que podían servir como subcontratistas de seguridad de Israel evitando cualquier acto terrorista. El asesinato de Yitzhak Rabin en 1995 y el ascenso al poder del Likud de la mano de Netanyahu detuvieron todo el proceso. El nuevo primer ministro se opuso al proceso, quedando Palestina reducida a los espacios de Cisjordania y la franja de Gaza.

9. Las mitologías de Gaza

La violencia en la franja de Gaza es el fruto de la miserable situación de las personas que viven en uno de los territorios más densamente poblados del mundo. Hamás surgió a mediados de la década de 1980 como una organización benéfica y educativa emparentada con los Hermanos Musulmanes de Egipto, pero durante la Primera Intifada (1987) se transformó en un movimiento político. Su principal rival es Fatah, movimiento fundador de la OLP, con fuertes componentes de izquierda. Fatah ha aceptado la solución de los dos estados desde la década de 1970, mientras que Hamás quiere que Israel se retire por completo de todos los territorios ocupados en un armisticio de diez años antes de discutir cualquier discusión futura.

Este hecho supone para muchos la calificación de Hamás como una organización terrorista cuando en realidad es un movimiento de liberación legítimo. Se ha convertido así en el primer mito relacionado con Gaza. El segundo mito es que la retirada israelí de la Franja en 2005 fue un gesto de paz o reconciliación al que se respondió con hostilidad y violencia. En realidad lo que Israel pretendía era fortalecer el control sobre Cisjordania convirtiendo a Gaza en una mega-prisión vigilada y controlada. El tercer mito es que Israel ejerce sus acciones, desde 2006, como autodefensa contra el terror. Muy al contrario, la realidad es que lo que Israel está llevando a cabo es un genocidio paulatino en Gaza.

10. La solución de los dos Estados es la única forma de avanzar

Esta es una invención israelí que pretende lograr la cuadratura de un círculo. De esta manera se pretende mantener Cisjordania bajo control israelí sin incorporar a la población que vive ahí, por eso se sugirió que parte de Cisjordania sería autónoma, un cuasi-Estado. Pero a cambio de ello los palestinos tendrían que renunciar a todas sus esperanzas de retorno, a la igualdad de derechos con Israel, al destino de Jerusalén y a llevar una vida normal como seres humanos en su tierra natal. Cualquier crítica a esto se tilda sistemáticamente de antisemitismo.

Esta farsa terminará pronto de forma penosa. Nada va a impedir a Israel completar su colonización en Cisjordania y su asedio a Gaza. Esto se puede lograr con la bendición internacional o sin ella, ya que bastantes políticos israelíes están dispuestos a prescindir del apoyo diplomático exterior. En cualquier caso, Israel usará la fuerza bruta para hacer realidad su solución: anexar la mitad de Cisjordania, guetizar la otra mitad y la Franja de Gaza, e imponer un régimen de apartheid a sus propios ciudadanos palestinos. Todo esto hará irrelevante y obsoleto cualquier debate sobre la solución de los dos Estados.

La Carta Fundacional de la ONU reconoce que los pueblos colonizados tienen derecho a luchar por su liberación incluso con un ejército, y el final exitoso de su lucha radica en la creación de un Estado democrático que incluya a todos sus habitantes. Cuando se funda un Estado sobre la base de desposeer a otra gente, como ha hecho Israel, siempre carecerá de legitimidad moral.

Fuente
https://contrainformacion.es
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