Militarismo israelí en América Latina

Policías israelies
Koldo Durreit

Las relaciones entre América Latina e Israel están marcadas históricamente por el apoyo del Estado sionista a las dictaduras y a las fuerzas más reaccionarias del continente. Esta constante fue especialmente visible en la década de los años 80, cuando en los momentos más duros de las dictaduras centroamericanas, Israel proporcionó asesores militares y armas en grandes cantidades a los gobiernos que masacraban a sus propios pueblos en nombre de la “lucha contra el comunismo”.

Durante los gobiernos del general Ríos Montt en Guatemala Israel se convirtió en el principal proveedor de armas, municiones, helicópteros y tecnología militar en la historia de este país, esto en un trágico periodo que, entre 1960 y 1996, dejó un saldo represivo de 200,000 muertos y desaparecidos, gran parte de los cuales fueron indígenas mayas en lo que hoy ya se reconoce como un verdadero genocidio contra los pueblos originarios.

Durante la guerra civil salvadoreña (1980-1992) Israel modernizó y equipó al ejército salvadoreño, aunque ello ya se había iniciado desde 1973, y tiene su punto más álgido en 1981 cuando el Estado hebreo proporciona a San Salvador un préstamo militar por 21 millones de dólares. En todos y cada uno de los hechos más violentos de la guerra civil en El Salvador, con el resultado de matanzas entre la población civil, se vieron involucrados elementos militares de Israel que ejercían de “asesores” del ejército salvadoreño. Estas estrechas relaciones llevaron al gobierno salvadoreño, ya en 1984, a trasladar su embajada a Jerusalén, aunque después en 2006 la regresara a Tel Aviv por las denuncias de la comunidad internacional.

Curiosamente, los acuerdos militares firmados entre Israel y los gobiernos de Honduras datan de fechas más recientes, principalmente de finales de los años 80, cuando las dictaduras centroamericanas ya están en declive. Y sin embargo, estos acuerdos militares no hacen sino confirmar las estrechas relaciones mantenidas por Israel y Honduras durante la época de las dictaduras, cuando se convirtió a este país centroamericano en la base principal de la agresión militar contra la Revolución Popular Sandinista de Nicaragua y los grupos guerrilleros de Guatemala, El Salvador y la propia Honduras. Muchas de las armas y demás material bélico exportado por Israel a Centroamérica, vía Honduras, acabó en las manos de los contras nicaragüenses y de los batallones de la muerte en El Salvador, Guatemala y Honduras. Gran parte de las víctimas civiles y entre las y los revolucionarios en estos años terribles cayeron por las balas de los fusiles Galil, de las metralletas Uzi o por las bombas lanzadas desde aviones Arava o Kephir, todas ellas armas de fabricación israelí. En Nicaragua, Israel suministró armas y material bélico a la Guardia Nacional de Somoza, pero también la formó y configuró mediante la implicación en ese conflicto de numerosos asesores que dieron el carácter asesino y sanguinario que acompañó a ese cuerpo militar hasta el derrocamiento de la familia Somoza.

Las tácticas de desplazamiento de la población palestina utilizadas por Israel se exportaron también a Centroamérica y fueron diseñadas e implementadas con el apoyo de los asesores israelíes. Esto se tradujo en las políticas de “tierra quemada” donde se arrasaba mediante bombardeos amplias zonas de esos países para acabar con las bases guerrilleras, o los “polos de desarrollo” donde se concentraba a la población desplazada por la guerra en zonas donde resultaba más fácil ejercer un control del gobierno sobre los movimientos y organizaciones populares y la represión sobre cualquier tipo de disidencia.

El caso de Colombia merece atención aparte. Las relaciones de Israel con los gobiernos de Colombia han sido, y son hoy en día aún, las más estrechas en todo el continente americano si exceptuamos lógicamente a los EEUU, muy por encima de las mantenidas con Brasil o Argentina, mercados habituales de destino de las exportaciones militares israelíes. Pero muy por encima del comercio militar entre ambos países, que incluye fusiles Galil, subfusiles Uzi, pistolas ligeras, municiones, aviones de reconocimiento y bombardeo Kephir o helicópteros, la cooperación colombo-israelí se ha desarrollado mayormente en el entrenamiento y asesoramiento por parte de Israel al ejército colombiano en temas de contrainsurgencia e inteligencia militar contra los grupos guerrilleros. Mucha de la tecnología empleada por el ejército colombiano contra la insurgencia es de origen israelí y seguramente gracias a ella fueron posibles los golpes represivos asestados a la dirigencia de las FARC-EP en años recientes.

En la actualidad, debido al regreso al gobierno de fuerzas reaccionarias de derecha en varios países latinoamericanos, las relaciones de Israel con América Latina viven una nueva época dorada. La reciente presencia en el continente de Netanyahu en visita a Brasil asistiendo a la toma de posesión de Bolsonaro, o sus recorridos oficiales por México, Argentina y Colombia parecen indicarlo así. Oficialmente, esta visita se enmarca en un interés en promover la cooperación en materia diplomática y militar, pero asimismo, los acuerdos alcanzados se traducen en el traslado de embajadas de varias naciones a Jerusalén que hacen saltar por los aires los acuerdos internacionales sobre la materia en lo que respecta al rol internacional de esta ciudad palestina.

Recientemente, el director general para América Latina y el Caribe de la Cancillería israelí, Modi Ephraim, reconocía públicamente el avance en las relaciones entre el Estado hebreo y esta parte del mundo, señalando que “para Israel América Latina es un aliado estratégico”, y anunció que en 2019 esas relaciones iban a alcanzar “un nivel histórico”. Tras un año 2018 de intensa actividad diplomática y de relación con América Latina, el diplomático israelí subraya la histórica visita del Presidente guatemalteco Jimmy Morales a Israel, y “el traslado a Jerusalén de la embajada de su país,… inicia un ciclo novedoso que prosigue con la visita de Netanyahu a Brasil y las nuevas relaciones con este país y su Presidente Bolsonaro, pues ocupa un porcentaje alto de la exportación (militar) israelí”. Asimismo, Ephraim reconoce que se han estrechado relaciones con “nuestro amigo Macri de Argentina y otros de Centroamérica que nos permitirá en 2019 abrir una nueva etapa en las relaciones. El intercambio está creciendo, hay mas acercamiento político y entendimiento de las necesidades de la lucha contra el terrorismo internacional”.

La penetración israelí en América Latina no utiliza únicamente canales diplomáticos. Al igual que lo hace en todo el mundo, Israel ha conformado también en América Latina poderosos lobbies como proyectos político-comunicacionales para defender y expandir sus intereses en la región. Es el caso de la Fundación de Aliados de Israel, FAI, que periódicamente organiza en algún punto de América reuniones y convenciones donde participan, además de los propios agentes israelitas, lo más granado de la extrema derecha latinoamericana, preferentemente a nivel de parlamentarios de los diferentes países de la región. En su reunión de Miami del 4 de marzo de 2016 participaron parlamentarios de 13 países del continente, además de los agentes israelíes y de varios representantes del Ejercito USA, de la CIA, de otros servicios de inteligencia de EEUU y algún español cercano a José María Aznar y su grupo FAES. Por Venezuela, el representante principal de la reunión fue Julio Borges.

La FAI ha desarrollado en los últimos años un intenso trabajo de captación a nivel mundial de parlamentarios para que defiendan en sus respectivos parlamentos los intereses de Estado de Israel. Entre sus principales objetivos podemos destacar los siguientes: Vigilar a nivel internacional el presupuesto de la Autoridad Nacional Palestina. Actuar para ampliar las fronteras de Israel, sin respeto a las reconocidas por la ONU. Influir para que Jerusalén sea reconocida como capital de Israel. Fortalecer el apoyo de EEUU a Israel. Desarrollar grupos de presión en la ONU para impedir resoluciones y condenas contra Israel. Luchar contra la campaña Boicot, Desinversión y Sanción (BDS), deslegitimándola y presionando para que los parlamentarios la prohíban en sus respectivos países. Y desde luego, las dádivas económicas y políticas otorgadas por Israel a quienes le prestan su apoyo y se hacen cómplices de sus desmanes en Palestina siempre están a la orden de quienes se prestan a su juego.

Con el tiempo, el militarismo israelí se ha ido perfeccionando y diversificando. Ya no son sólo las exportaciones de armas, equipos militares y asesores, sino que este militarismo está compuesto hoy por las empresas públicas y privadas que producen y comercializan bienes y servicios militares también para la seguridad privada, la ciberseguridad y el espionaje. Y ello se desarrolla a tres niveles principalmente:

  1. Tecnologías para vigilar y controlar los medios de comunicación (telefonía fija y móvil, servicios de internet). Esto supone asimismo otras tecnologías para el procesamiento y la gestión de la información con fines represivos.

  2. Tecnologías para la militarización de la vida cotidiana. Mediante una extensa red de receptores audiovisuales conectados a centros de control y que desarrollan una serie de herramientas para el control de poblaciones. Estos sistemas se han desarrollado mucho en Israel después de la construcción del muro en Palestina, pues asimismo se apoyan en la tecnología de registro instalada en los chekpoints (alcabalas).

  3. Diversas tácticas de terror y miedo utilizadas por el ejército y la policía israelíes y que acaban siendo parte de una industria militar de exportación que Israel vende en forma de entrenamientos o intercambios policiales. Estas herramientas suponen de hecho una transmisión ideológica que se basa en la violación consciente y premeditada de los derechos humanos como arma legítima para defender los intereses de los Estados.

Al día de hoy, los únicos tres países latinoamericanos que no mantienen relaciones diplomáticas con Israel son Cuba, Bolivia y Venezuela. En este último caso, en enero de 2007 el Presidente Hugo Chávez expulsó de Venezuela al embajador israelí como condena “a las flagrantes violaciones al Derecho Internacional en las que incurre el Estado de Israel” al tiempo que manifestaba la solidaridad de Venezuela con el “heroico Pueblo Palestino”.

La decisión venezolana llegaba con motivo de la entonces última matazón de ciudadanos palestinos perpetrada por Israel en Gaza en esos momentos, y la reacción del Estado hebreo fue de acusar al gobierno venezolano de mantener lazos con Hamas, Hezbola e Irán, una política que se ha mantenido hasta la fecha por parte de Israel para demonizar tanto al gobierno de Caracas como a esas organizaciones revolucionarias y al país persa. Hugo Chávez acusó entonces a Israel de ser “un Estado terrorista y asesino”, lo que le valió un amplio respeto y admiración entre los pueblos árabes y musulmanes en todo el mundo.

Para mayor información sobre los intereses militares israelíes en AL:

http://bdscolombia.org/2018/11/08/informe-el-militarismo-israeli-en-america-latina

 

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