Que yo sepa, desde 2009, ni Xabier Etxeberria ni Galo Bilbao han vuelto a hablar en sus trabajos ni del tema de la tortura ni del de sus víctimas. Y no han mostrado preocupación alguna por ellas, lo que considero muy significativo.
No cabe duda alguna de lo que afirmaron en varios de sus trabajos, publicados entre 2005 y 2007, Xabier Etxeberria, Catedrático Emérito de Ética de la Universidad de Deusto, y Galo Bilbao, profesor de Ética de la misma universidad. Según ellos, las víctimas del terrorismo podían ser causadas por «grupos con motivación política armados frente al Estado –grupos terroristas– o el propio Estado a través de una violencia que quebranta gravemente los derechos humanos y que tiene en la tortura su expresión máxima –terrorismo de Estado–».
El tipo de violencia estatal que consideraban terrorista abarcaba «excesos en algunas leyes, arbitrariedad judicial, malos tratos y torturas, fomento de grupos paraestatales como antiterroristas...». Y, sobre todo, ambos tenían extremadamente claro que «El acto terrorista por excelencia del Estado es la tortura» y que «Con la irrupción del referente de los derechos humanos, se acepta oficialmente que no se debe torturar, porque es un atentado contra la dignidad, pero [...] se realiza en secreto, siendo muy difícil de probar».
También expresaron con suma claridad las terribles consecuencias de ese secretismo con el que se practica la tortura: «por un lado, garantiza la impunidad del torturador y, por otro, deja sumida a la víctima en el mayor desamparo no sólo en el momento de ser torturada, sino en el momento de reclamar la justicia y la reparación debida por lo que se le ha hecho». Así, las autoridades españolas han negado durante décadas su condición de víctimas a miles de personas que han alegado haber sufrido torturas, exigiéndoles pruebas que el régimen de incomunicación hace casi siempre imposibles. Y lo que es aún mucho peor, han tratado y siguen tratando a esas víctimas del terrorismo de Estado de mentirosas y de seguir consignas para denunciar torturas inexistentes.
Mientras tanto, esas mismas autoridades apelan sin cesar a un suelo ético al que supuestamente se adhieren y que esconde un subsuelo de lo más impresentable. Un subsuelo en el que han ocultado a miles de víctimas del terrorismo de Estado; muy en especial, las de la tortura, a las que encima humillan tratándolas de mentirosas. ¿Cabe mayor insulto a una víctima?
A ese respecto, me parece de lo más significativo que Galo Bilbao cambiara de pronto de opinión, sin dar explicación alguna. Tras haber subrayado una y otra vez, hasta 2007, que los Estados democráticos también pueden practicar el terrorismo y que la tortura practicada por funcionarios estatales debía ser calificada de terrorista, en 2009 empezó a defender todo lo contrario.
En concreto, afirmó que no identificaba como terroristas «las actuaciones judiciales, políticas o policiales puntuales que hayan supuesto un exceso de violencia o una vulneración manifiesta de derechos humanos (como es el caso de la tortura)». Se trató, sin duda alguna, de un cambio radical de opinión sin dar explicación alguna, pero Galo Bilbao se limitó a señalar que aquello no era «exactamente» lo que había dicho hasta entonces. ¡Menuda ética la suya!
Fue Xabier Etxeberria quien trató de argumentar aquel repentino cambio sosteniendo, en otro trabajo publicado en 2009, que «A la hora de definir quién es terrorista cabe contemplar dos opciones: una más inclusiva y otra más restringida [la que niega el terrorismo de Estado]» y añadió que él consideraba a la primera, que estaba «sustentada en el pensamiento ético-político, en sí más adecuada, pero la segunda es la que refleja mejor el actual uso jurídico y social que se hace de los términos «terrorista» y «víctima del terrorismo», al menos en nuestro contexto».
Eso sí, Etxeberria reconoció que el Estado tenía mucho que ver con el «actual uso jurídico» y también es evidente cómo se las arregla ese mismo Estado para conseguir que se consolide el «uso social» que le conviene en cada momento. Además, no explicó en absoluto qué fue lo que influenció tanto los mencionados usos jurídico y social entre 2007 y 2009, ya que hasta 2007 tanto él como Galo Bilbao tenían muy claro que los torturados y torturadas eran víctimas del terrorismo.
Por otra parte, Etxeberria dejó muy claro que la opción «sustentada en el pensamiento ético-político» considera como terroristas diversas violencias ilegales utilizadas por los Estados, incluidas las torturas. Es indiscutible que el ámbito en el que trabajan tanto él como Galo Bilbao es el de la ética y se supone que siempre deberían de priorizar dicha opción, pero...
En todo caso, que yo sepa, desde 2009, ni Xabier Etxeberria ni Galo Bilbao han vuelto a hablar en sus trabajos ni del tema de la tortura ni del de sus víctimas. Y no han mostrado preocupación alguna por ellas, lo que considero muy significativo porque ha sido precisamente desde 2009 cuando se han realizado y publicado importantes trabajos sobre la realidad de la tortura en Euskal Herria. ¿Cómo explican dicha actitud?
También me parece reseñable que el repentino y nada ético cambio de opinión de Galo Bilbao se produjera cuando se produjo. ¿No fue entonces cuando las autoridades de la Comunidad Autónoma Vasca decidieron que los torturados y torturadas por las Fuerzas de Seguridad no eran víctimas del terrorismo de Estado sino de «abusos policiales»?
Esas autoridades saben de sobra que ese término las discrimina claramente y en absoluto refleja el sufrimiento padecido por las miles de víctimas de la tortura que siguen sin recibir la verdad que tanto necesitan. Una verdad sin la que jamás podrán recibir la justicia, reparación y garantías de no repetición a que tienen derecho todas las víctimas. Todas, sin excepción alguna.
Debajo de ese suelo ético, que tanto mencionan, hay un subsuelo de lo más impresentable. Un subsuelo que apesta.