Víctor Jara: el cantor valiente y eterno

Víctor Jara
María Mercedes Cobo/Alba TV

Días antes, el dictador había tomado el poder. El horror en un estadio, sus manos destrozadas, un último poema y el canto eterno. El cantautor del pueblo venezolano, Alí Primera había dicho en una de sus canciones: “...Porque era mucho poeta para ver morir su pueblo y sobrevivir al hecho”.

“Canción para los valientes, que la cante Víctor Jara, una canción de Violeta para el compañero Allende”. Todavía retumba en el Estadio Nacional de Chile el nombre y la guitarra del cantor de la libertad, Víctor Jara. El presidente mártir, Salvador Allende lo había nombrado embajador cultural.

Víctor era de origen campesino. Su mamá era cantora popular. Fue abandonado por su padre. Él se convirtió en uno de los grandes referentes de la música chilena y de la creación artística popular. Cantaba a los oprimidos. Venía del pueblo y nunca se fue de ahí.

Estudió contabilidad. Cumplió servicio militar obligatorio. Estuvo en el Coro de la Universidad de Chile, en ese momento comenzó formalmente su carrera musical. Su madre había sido la primera motivadora, por eso también su gran conocimiento y amor por la música folklórica chilena.

Estudió actuación y dirección en la Escuela de Teatro de la Universidad de Chile. Fue uno de los directores teatrales más importantes de su tiempo. Obtuvo muchos premios y reconocimientos. Su creación musical se inclinó al rescate de la tradición popular y la reivindicación de las clases sociales más vulnerables. Fue director artístico del grupo Quilapayún. Colaboró con el conjunto Inti Illimani y también participó en la Peña de los Parra.

Tuvo una gran carrera como solista y compositor. En 1969 obtuvo el triunfo en el Primer Festival de la Nueva Canción Chilena, con su tema "Plegaria a un labrador". Desde 1970 asumió un profundo compromiso político en las campañas electorales de la Unidad Popular y en el Gobierno de Salvador Allende.

Su militancia política, su creación artística, su identidad musical, su canción de autor, su canción necesaria, su canción social, su carisma, su ternura y su talento creador-político-revolucionario estremecieron y enamoraron al pueblo combativo de Chile.

“Toma tus manos, toma tus dedos/ Te las devuelven la galla/Cántale Víctor, cántale al pueblo/Que se alza la llamarada/Dispará, dispará, chileno dispará/Dispará, dispará, dispará/Por América dispará/”.

El Estadio Nacional ahora lleva el nombre de Víctor Jara. No pudieron callar su canto porque el pueblo y las nuevas generaciones de artistas lo aclaman y expresan amorosamente la influencia que ha ejercido el hijo de Amanda sobre ellos.

El grupo puertorriqueño Cultura Profética en homenaje a Víctor Jara ha manifestado estas palabras:

“Y si hablamos de sensibilidad hay un maestro que ya se ha convertido en luz hace años y que ha influenciado a muchísimos artistas como yo, como cada uno de nosotros porque cuando hizo canciones las hizo para hacer sentir, no porque tenía tanto qué demostrar, no porque él quería llenar su ego tocando la guitarra y cantando sino porque él entendía que la música era un vehículo para la sensibilidad y para hacer sentir”.

A Víctor Jara lo torturaron y mataron con saña el 16 de septiembre de 1973 después del derrocamiento de Allende. La tragedia, el horror y la desesperanza empañaron unos sueños de libertad que por ahí siguen sobreviviendo en Latinoamérica. Para no rendirnos y no desaparecer la memoria viva que nos traerá de nuevo las esperanzas de otro futuro, Víctor dejó eternamente este poema:

Somos cinco mil
en esta pequeña parte de la ciudad.
Somos cinco mil
¿Cuántos seremos en total
en las ciudades y en todo el país?
Solo aquí
diez mil manos siembran
y hacen andar las fábricas.

¡Cuánta humanidad
con hambre, frio, pánico, dolor,
presión moral, terror y locura!

Seis de los nuestros se perdieron
en el espacio de las estrellas.

Un muerto, un golpeado como jamás creí
se podría golpear a un ser humano.
Los otros cuatro quisieron quitarse todos los temores
uno saltó al vacío,
otro golpeándose la cabeza contra el muro,
pero todos con la mirada fija de la muerte.

¡Qué espanto causa el rostro del fascismo!
Llevan a cabo sus planes con precisión artera
Sin importarles nada.
La sangre para ellos son medallas.
La matanza es acto de heroísmo
¿Es este el mundo que creaste, dios mío?
¿Para esto tus siete días de asombro y trabajo?

En estas cuatro murallas solo existe un número

que no progresa,
que lentamente querrá más muerte.

Pero de pronto me golpea la conciencia
y veo esta marea sin latido,
pero con el pulso de las máquinas
y los militares mostrando su rostro de matrona
llena de dulzura.

¿Y México, Cuba y el mundo?
¡Que griten esta ignominia!
Somos diez mil manos menos
que no producen.

¿Cuántos somos en toda la Patria?
La sangre del compañero Presidente
golpea más fuerte que bombas y metrallas
Así golpeará nuestro puño nuevamente

¡Canto que mal me sales
Cuando tengo que cantar espanto!
Espanto como el que vivo
como el que muero, espanto.
De verme entre tanto y tantos
momentos del infinito
en que el silencio y el grito
son las metas de este canto.

Lo que veo nunca vi,
lo que he sentido y que siento
hará brotar el momento…

En junio de 2009 se exhumaron sus restos mortales y se hicieron públicos los resultados. La Fundación Víctor Jara indicó que murió a consecuencia de “múltiples fracturas por heridas de bala que provocaron un shock hemorrágico en un contexto de tipo homicida”. Fue golpeado y torturado. Más de 30 lesiones óseas producto de fracturas por heridas de proyectil y otras provocadas por objetos contundentes, diferentes a las heridas de bala.

Todavía se escuchan en el Estado Nacional, en Chile y en el mundo las canciones de nuestro Víctor Jara: Plegaria a un labrador, Pongo en tus manos abiertas, Luchín, La población, Ni chicha ni limoná, El derecho de vivir en paz, El cigarrito, Paloma quiero contarte, El arado, Las casitas del barrio alto, Te recuerdo Amanda, Pongo en tus manos abiertas y A desalambrar.

Y yo recuerdo cuando mi padre más o menos como a los 8 años me hablaba de Víctor Jara, a través de Canción para los Valientes de nuestro Alí Primera. Mi padre me enseñó a quererlo. Aún me estremezco cuando recuerdo que mi papito me decía (muy vehementemente casi llorando): “mamita, a Víctor Jara le destrozaron las manos”.

Todavía mi padre y yo escuchamos Canción para los Valientes, nos emocionamos y seguimos luchando por Víctor Jara, por el pueblo y por todxs lxs nuestrxs.

Fuente
http://www.albatv.org/
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