Entre las continuas operaciones contra la resistencia palestina y las protestas contra la reforma judicial, los israelíes de izquierda que se atreven a criticar la ocupación cada vez son menos y muchos se ven empujados a dejar el país.
“Cada vez es más difícil vivir en Israel”, decía en 2007 el historiador Ilan Pappé tras dejar su trabajo en la Universidad de Haifa y trasladarse a Reino Unido. “Me han boicoteado en la universidad, ha habido intentos de expulsarme y recibo llamadas con amenazas todos los días”. Pappé nació en Israel de padres judíos alemanes que emigraron desde Europa, pero sus críticas a la ocupación, su antisionismo, su trabajo como académico y su activismo político y social le convirtieron en un enemigo del Estado.
Con la continua derechización de la sociedad israelí, que hoy tiene el Gobierno más ultra de su historia, la hostilidad hacia el pequeño grupo de compatriotas que desafía el relato dominante cada vez es más asfixiante. “Hoy no hubiera venido a Israel. Sería como ir a Grecia durante la dictadura de los coroneles”, dice a elDiario.es Jeff Halper, un veterano activista judío que emigró desde EEUU hace 50 años.
“Eran otros tiempos. Entre 1967 y 1973 había cierta ventana de optimismo y yo fui parte de ella. Entonces había un Gobierno laborista, no había asentamientos, no había llegado todavía el primer ministro Menájem Beguín, la ocupación no había tomado una ruta y pensábamos que existía un buena posibilidad de acabar con ella y construir algo nuevo”, dice. “Ahora soy 50 años más sabio y lo que no comprendía en aquella época era la idea del sionismo como un proyecto colonialista”.
“En aquellos días yo veía esto como un conflicto entre dos grupos nacionales, por lo que el tema principal era cómo negociar algún tipo de acuerdo. Así lo sigue viendo hoy incluso la mayor parte de la izquierda, pero ahora entiendo que con el colonialismo esto no funciona”, dice. “Es algo unilateral. No hay conflicto porque no hay dos partes. Los sionistas vinieron aquí para hacerse con la tierra, desplazar a los palestinos y transformar Palestina en Israel. Esa es su agenda”, dice. “La izquierda debería entender, y creo que todavía no ha llegado a ese punto, que la ocupación no va a terminar. Es la esencia del sionismo”.
En ese ambiente asfixiante, las amenazas obligaron el año pasado a la activista Yuli Novak a pronunciar su discurso en el Día de la Memoria en algún lugar secreto de Tel Aviv. “La historia israelí es la historia de vivir con miedo. Ser israelí es tener miedo: a las guerras, a los bombardeos, a los atentados y a todo lo árabe (...) Nuestra respuesta al miedo es la vida por la espada: armar a más y más jóvenes, construir más muros y comprar más aviones (...) Para escapar realmente de la trampa de esta identidad israelí debemos elegir valientemente soportar la acusación de traición”, dijo. “Solo cuando estemos dispuestos a traicionar de verdad esta historia podremos empezar a soñar de nuevo con la paz”.
“Aunque todos somos víctimas de la misma realidad, nosotros, los israelíes, tenemos el poder y nos aseguramos de mantenerla. Y a pesar de que en esta sangrante realidad todos perdemos mucho, hay algunos que pierden mucho más que otros. Hoy es el día de admitir que el apartheid y la separación están grabados a fuego en nuestra conciencia. Forman lo que somos y limitan lo que podríamos ser”, añadió.
La muerte de la izquierda
El grupo de israelíes de izquierdas que no compra el discurso ni la construcción identitaria dominante en su país es una minoría cada vez más pequeña. “En los próximos años la izquierda solo puede aspirar a seguir existiendo. Las oportunidades de crecer vendrán en una fase posterior”, dice a elDiario.es Matan Kaminer, antropólogo e investigador postdoctoral en la Universidad Hebrea de Jerusalén.
A juicio del académico, que se considera activista en la izquierda radical israelí, “cada vez es más difícil ser de izquierdas por el giro sostenido de la sociedad a la derecha”. “A diferencia de muchos otros países donde la generación más joven suele ser más de izquierdas, aquí es al contrario. La generación joven israelí es mucho más conservadora en cuanto al tema palestino. La división política aquí no es entre izquierda y derecha, sino la polarización en torno a la figura de Netanyahu”.
“Con el auge del neoliberalismo, la generación más joven a la izquierda se ha convertido en activista, pero no tienen una agenda política real”, opina por su parte Halper. “Quieren luchar contra el Ejército una hora o una semana, pero tienen sus propias vidas. No quieren análisis político, no quieren organización y no quieren estrategia. Al crecer bajo el neoliberalismo se han atomizado. De alguna forma, la generación más joven se ha salido del juego político. La izquierda no tiene nada que ofrecer: o acabas con el sionismo y con Israel como Estado colonial o te callas y hablas de otras causas como el cambio climático”.
Reflexionando sobre las causas del progresivo debilitamiento de la izquierda antiocupación, Halper sostiene que “todo proyecto colonial lleva incorporada la inseguridad porque estás desplazando a otro pueblo que se va a resistir”. “En ese sentido, los colonizadores nunca se pueden relajar y necesitan una narrativa que reafirme que el país les pertenece, que los árabes no tienen derechos, que hay que derrotar el terrorismo... A medida que se expande la colonización con asentamientos y la creación de ‘bantustanes’ [guetos para negros en la Sudáfrica del apartheid], se ponen más a la defensiva y necesitan más represión para completar su proyecto colonial: aplastar la resistencia, encarcelar a los palestinos… Y a medida que eso aumenta, los israelíes se ven cada vez más atrapados por su propia narrativa”.
“Necesitan esa narrativa porque si no no pueden explicar ni justificar lo que hacen. Y esa narrativa te lleva más y más a la derecha”, dice Halper. “La única salida a esto es acabar con Israel como un Estado judío sionista, algo que no va a pasar de manera voluntaria desde dentro. Aunque estés en la izquierda, el proyecto colonial sionista no es algo que se pueda reformar a algo más liberal y democrático. Es lo que es”, añade.
El activista explica que en un primer momento el Partido Laborista “tuvo éxito al dar al proyecto colonial una apariencia socialista, pero todo eso ya se ha derrumbado, especialmente con la ocupación”. “Hoy ya no hay Partido Laborista. El partido que fundó el país ha desaparecido del mapa”. La formación tiene en el Parlamento cuatro escaños (frente a los 32 de Netanyahu), siendo el segundo más pequeño de los 12 partidos con representación en la Knéset. “Incluso el Partido Laborista estaba planificando asentamientos el día siguiente a la guerra de 1967 con el Plan Allon”.
Abandonar el país como única salida
Como en el caso de Pappé, para muchos de estos israelíes el exilio político es la única salida. “La izquierda no desaparecerá tan rápido. Su base ha sido la población palestina, como en el caso del Partido Comunista de Israel que, con todas mis críticas, es una fuerza muy estable. Eso no va a desaparecer. El sector con más interés en la paz, democracia e igualdad de derechos es la población palestina y esos no son los que tienen el lujo de salir del país cuando las cosas van mal, a diferencia de la izquierda israelí de clase media”, dice Kaminer. “Hay una clase media que se está yendo. Si eres consciente de lo que está pasando y entiendes que esto es apartheid, lo mejor es irse.
¿Y él? “Yo no me voy porque yo soy un ser político que intenta combatir esta deriva”.
A su juicio, la mayoría de los israelíes “son extraños en su propias tierras”. “No saben dónde viven. No tienen ni idea de qué vida tienen los palestinos ni lo que hacen. Ellos creen que todo el mundo viviría en paz si los árabes dejaran de atacar”. La cuestión palestina, añade, “ha desaparecido” de la agenda de la sociedad israelí. “No lo dirán porque no usan la palabra apartheid, pero el apartheid es la única salida. O lo aceptas, justificas y vives con ello o te vas del país, como están haciendo algunos israelíes más liberales”.
Halper ha perdido la cuenta de las veces que ha sido detenido por ponerse delante de las excavadoras israelíes que derriban las casas de los palestinos. “Quizá 20”, dice. Sin embargo, nunca presentaron cargos contra él. “Como judío israelí, estoy en una posición privilegiada. No me van a pegar y no me van a disparar. Por eso usamos nuestro privilegio para hacer cosas en la resistencia que los palestinos no pueden hacer. Si yo me pongo delante de las excavadoras que van a tirar una casa, me empujan y me meten en el coche de la Policía durante media hora. Pero si lo hace un palestino, le disparan. Punto”.