Adanía Shibli: “Entre Israel y Palestina no hay un conflicto, hay colonización y ocupación”

Adanía Shibli
Luna Flores y Álex SN
Entrevista a
Adanía Shibli

Dos pilares esenciales vertebran el discurso y la bibliografía de la escritora Adanía Shibli: la realidad palestina y el inabarcable poder del lenguaje. En su caso, la mayoría de las veces, van de la mano.
 
Adanía Shibli (Palestina, 1974) escribe desde los nueve años, pero no es escritora. O, por lo menos, ella no se ve como tal. “Para mí nunca fue algo que quisiera hacer, sino algo con lo que jugar”, concede por videollamada desde su casa de Berlín. Su última novela, Un detalle menor (Hoja de Lata, 2019) se coló entre las 13 preseleccionadas para el Booker Prize 2021. Es la primera autora en lengua árabe publicada por la mítica editorial británica Fitzcarraldo. Dos pilares esenciales vertebran su discurso y su bibliografía: la realidad palestina y el inabarcable poder del lenguaje. En su caso, la mayoría de las veces, van de la mano. ¿Un ejemplo? “Lo primero, corregir la idea de que hay un conflicto entre Israel y Palestina. No hay un conflicto. Es un claro acto de poder, de colonización y de ocupación. Ese matiz es una cuestión de lenguaje”.

La definición de conflicto del derecho internacional puede ser difusa. En ella no caben esos matices a los que se refiere Shibli, desde un enfoque más humano que legal: “¿Cómo defines un conflicto? Dos bandos que luchan por algo. Pero no es el caso. Tienes un bando [Israel] que está ocupando, colonizando y explotando. Y tienes resistencia por el otro lado”. Cuando se habla de Palestina, a menudo se oyen referencias bíblicas y llamadas a la épica. David contra Goliat. Piedras contra tanques. La situación es tan desigual, que llegar a un nivel en el que se la pueda llamar conflicto, sería un avance, porque “de esa manera podríamos demandar una posición de igualdad. Queremos libertad, dignidad, y el derecho a un conflicto”.

Shibli vive a caballo entre Berlín y Jerusalén. En 2009 formó parte de Beirut39, un prestigioso grupo de escritores árabes de menos de 40 años llamados a ser los más prometedores de su generación. Enseña en la Universidad de Birzeit, en la ciudad palestina de Ramallah. Reconoce que trabaja despacio —Un detalle menor, de 160 páginas, le llevó doce años—, pero hace un mes entregó el primer borrador de una nueva novela. Habla más idiomas de los que pueden contarse con los dedos de una mano. Idiomas que encarnan en sí mismos la cartografía de buena parte de los conflictos geopolíticos del último siglo. Árabe, hebreo —“lo tuve que aprender de niña”—, francés, inglés, alemán y coreano (vivió unos años en Corea del Sur). Sin embargo, solo escribe literatura en árabe: “Es la lengua que me permite ser más libre. No es una decisión instrumental o política, es lingüística. La intimidad, la sensibilidad, la riqueza. Nunca he tenido la relación que tengo con el árabe con ningún otro idioma”.

Cuando vives en Palestina eres testigo de algo enorme. Asumirlo no es el trabajo de la literatura. Es tu deber como ser humano

Con su tierra natal, sin embargo, su relación es “personal, no literaria”. Aunque, para Shibli, las dos dimensiones a menudo se cruzan. “Cuando vives en Palestina eres testigo de algo enorme. Asumirlo no es el trabajo de la literatura. Es tu deber como ser humano”. También, desde otra perspectiva, “te enseña a no infligir daño en los otros”. Cuestiones que ella no encuentra necesariamente relevantes para su proceso de escritura, “aunque por supuesto la ocupación y la colonización afectan al lenguaje, y por tanto a la literatura”.

El 21 de mayo un alto el fuego entre Israel y la milicia palestina Hamás puso fin a un enfrentamiento de 11 días. Los bombardeos del ejército israelí acabaron con la vida de 253 personas, entre ellas 67 menores de edad, según el Ministerio de Sanidad Palestino. En el Estado judío se registraron 13 muertes, entre ellas dos menores, resultado de los cohetes lanzados por Hamás. “La situación no es nueva”, se resigna Shibli.

Esta vez, varias gotas colmaron un vaso que ya rebosaba: las amenazas de desahucio a familias palestinas en la Ciudad Vieja de Jerusalén para ser sustituidas por colonos israelíes; la violencia policial contra manifestantes que protestaban ante una concentración de ultraderechistas judíos; o el impedimento a la población árabe de celebrar las festividades del Ramadán. “Las cosas se han desbordado, porque la gente tiene un límite. La confiscación de sus casas y el desalojo de sus hogares es una práctica habitual, pero ha llegado un momento en el que ya no pueden más. Se trata de un momento histórico”, se emociona la escritora.

Una semana después del alto el fuego, Naciones Unidas empezó una investigación sobre posibles violaciones de Derechos Humanos durante la contienda. Su alta comisionada, Michelle Bachelet, declaró que la actuación israelí en la franja de Gaza puede “constituir crímenes de guerra”.

Shibli confiesa estar preocupada por todas las personas que viven en Palestina: “Cualquiera que viva allí, es mi familia”. Hace hincapié en los términos de “rebelión” y  “revuelta” para describir la situación actual: “Todos los palestinos en todo el mundo van ahora en contra de la policía, en contra de la violencia estatal y gubernamental”.

Entre los centenares de muertos en Gaza, los 2.000 heridos, las más de 90.000 personas desplazadas —según datos de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados recogidos por El País— y las ciudades reducidas a escombros y polvo, puede ser difícil ver las caras humanas sepultadas tras las cifras. Como la de Samir Mansour, que en el año 2000 abrió una de las pocas librerías de la franja. El 18 de mayo, la explosión de una bomba convirtió en ceniza los miles de ejemplares que se refugiaban entre las cuatro paredes de su local. Mansour está intentando reabrir su tienda a través de una campaña de financiación por internet. Ya lleva casi 200.000 euros recaudados.

Porque estén bombardeando Gaza, ¿la gente no quiere leer? Al contrario, es lo que necesitan. Imagínate una comunidad sin acceso a los libros. Te volverías tan primitivo e incivilizado como el ocupante quiere

Desde fuera, puede llamar la atención que en medio de la tragedia, la gente se vuelque en donar dinero para un proyecto cultural. Shibli lo tiene claro: “No se trata de sobrevivir. Se trata de vivir. Porque estén bombardeando Gaza, ¿la gente no quiere leer? Al contrario, es lo que necesitan. Imagínate una comunidad sin acceso a los libros. Te volverías tan primitivo e incivilizado como el ocupante quiere”.

A ella no le sorprendió en absoluto que el ejército israelí bombardeara el emblemático negocio: “Al final, se trata de destruir la cultura”. No obstante, la autora no piensa que “el gobierno israelí quiera aniquilar la cultura palestina, porque, en realidad, no creen que los palestinos tengan una cultura”. Se convierte así en una “profecía autocumplida: si los tratas como primitivos e incivilizados, los acabas transformando en eso. Les robas sus objetos, sus producciones, y un día, de repente, bombardeas un edificio en el que resulta que hay una biblioteca”. Una cosa lleva a la otra. Un claro ejemplo de la “banalidad del mal” de la que hablaba Hannah Arendt para referirse a los nazis alemanes: “Hemos destruido una librería, no es para tanto”. Dentro de un sistema de ocupación, el mal no parece tan malo.

En Palestina, hablar de violencia no es solo hablar de destrucción y defunciones. Significa mucho más: “La ocupación, la brutalidad policial y estatal… Esa es la verdadera violencia a la que estamos sujetos. Desafortunadamente, siempre estará ahí”. Sin embargo, es el “ensordecedor ruido de las bombas” lo que quieren oír los medios de comunicación, y de lo que “más” informan. “Siguiendo todos los bombardeos y todos y cada uno de los casos de muerte, no puedes alcanzar a comprender lo que significa que una vida humana termine”, lamenta Shibli.

Las historias palestinas son narraciones de opresión y resistencia, de dominación y rebeldía, de sometimiento y resiliencia. Para la autora, es ahí donde se debería poner el foco: “¿Cómo están resistiendo los palestinos? Alejándose por completo de los métodos, los comportamientos y la ética del gobierno israelí. Porque no quieres copiar las formas de violencia a las que estás sujeto”. Shibli reconoce que escribir sobre lo que está pasando en su país no es tarea fácil, pero es que, según ella, “no se debería escribir sobre las cosas, sino con o desde las cosas”. ¿Por qué? “Porque cuando escribes sobre algo, estás generando una relación de poder”.

Esta revuelta es contra el gobierno de Israel, pero también contra la Autoridad Palestina. No queremos solo resistir, sino también aportar propuestas. Se trata de una importante conversación intelectual a la que me gustaría sumarme

“Esta revuelta es contra el gobierno de Israel, pero también contra la Autoridad Palestina. No queremos solo resistir, sino también aportar propuestas. Se trata de una importante conversación intelectual a la que me gustaría sumarme”. Shibli pone un ejemplo de una idea que surge de esta conversación: la de la belleza del vecino. “¿Cómo puede este concepto tan simple contrarrestar un bloqueo en Gaza?”, se pregunta. “El objetivo último de un bloqueo es destruir tu humanidad. Te conviertes en una cosa, en un número, hasta que te rompes. Sin embargo, si te paras a pensar de dónde sacamos los seres humanos nuestra humanidad… De las personas a nuestro lado, de nuestros vecinos”, reflexiona. Más que de un ejercicio intelectual, esta conversación se trata de “una cuestión existencial”. De resistir, de proponer, de sobrevivir.

En las paredes de la habitación del hijo de Shibli, en Berlín, hay un póster de ese país pequeño y casi borrado de los mapas que cada cierto tiempo llena las páginas de los periódicos. Para la familia, funciona como una especie de amuleto. Un recordatorio marcado a fuego de la importancia de la resiliencia. Una ventana eternamente abierta a su tierra. Una prueba en papel de un conflicto que, en realidad, no lo es.

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https://www.elsaltodiario.com/
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