El laberinto etíope

Guadi Calvo
Guadi Calvo

Se estima que el número de muertos desde el inicio del conflicto en noviembre del 2020 ya supera holgadamente las cien mil almas, con medio millón de personas en crisis alimentaria.

A pesar de las intervenciones del enviado especial al Cuerno de África, de los Estados Unidos, Jeffrey Feltman, de manera concreta, nada se ha logrado para detener el conflicto, que desde hace poco más de un año no solo ocupa a Etiopía, sino que amenaza con incendiar buena parte de la región, (Ver: Etiopía: Un largo año de desolación.). Feltman, declaró a su llegada a Washington, desde Addis Abeba; que “Si bien hay un progreso incipiente, hacia una resolución diplomática del conflicto, se corre el riesgo de ser superado por la escalada militar que involucra a ambos lados”.

Mientras los factores internos, siguen conspirando, que el conflicto que pareció en primera instancia circunscripto a la provincia rebelde de Tigray, como respuesta a las demandas no contestadas del gobierno del Primer Ministro y Premio Nobel de la Paz 2019, Abey Ahmed, no solo se han extendido a otras regiones (Afar y Amhara), sino que las autoridades federales, esperan desde hace semanas que los rebeldes finalmente lleguen a las puertas de Addis Abeba, la capital del país, con cinco millones de habitantes, por lo que diferentes embajadas ya han pedido a sus ciudadanos que abandonen el país e incluso Naciones Unidas, ha comenzado la evacuación de las familias del personal extranjero.

Al tiempo que el gobierno central llama a los ciudadanos de la capital, a alistarse para resistir el asalto de las fuerzas insurgentes, el Frente de Liberación Popular de Tigray (TPLF) que el pasado martes 23 anunciaron haber tomado la ciudad de Shewa Robit, a 230 kilómetros al noreste de la capital, dato imposible de confirmar, dado que los periodistas tienen prohibido el acceso a las zonas de combate y prácticamente desde que se lanzó la contraofensiva rebelde, en junio pasado, en Tigray se ha establecido un cerco informativo que incluye los servicios de Internet, al tiempo que muy pocas agencias humanitarias tienen permitido el acceso al terreno. Mientras algunos informes mencionan que patrullas del TPLF ya habrían alcanzado Debre Sina, a unos 138 kilómetros de la capital.

Abey, antiguo guerrillero y retirado del ejército con cargo de teniente coronel y vasta experiencia en el área de inteligencia militar, el dos de noviembre había declarado el “estado de emergencia”, y llamando a la población a unirse a las tropas federales. El pasado lunes, tras terminar el cónclave con la cúpula de su organización política, el Partido de la Prosperidad, Ahmed anunció que se pondría al frente de las tropas regulares y de los grupos de voluntarios, “hijos de la patria”, como él mismo los llamó. En lo que calificó como una “guerra existencial”, para la integridad del país. Según algunas versiones ya se encontraría en el frente, seguramente recordado a su colega, el presidente del Chad, Idriss Déby, muerto en combate el pasado abril, contra un movimiento insurgente establecido al oeste de su país.

Los civiles que decidan unirse a la lucha para defender sus barrios, tienen la obligación de registrar sus armas y comunicarse con el mando distrital. Mientras en diferentes áreas de la ciudad se ha lanzado una “cacería” contra los muchos residentes tigreses, que se han afincado en la capital, desde hace décadas, cuando su etnia, que representa solo el seis por ciento de los 110 millones de etíopes, dominó la centralidad de la política nacional durante casi tres décadas, además de acaparar la estructura del gobierno y de las fuerzas armadas, en las que casi el veinte por ciento, eran de origen tigreses y entre la oficialidad el número era de casi el cuarenta por ciento. Esquema que comenzó a revertirse de manera drástica cuando Abiy, perteneciente a la etnia oromo, la mayoritaria del país con casi el 35 por ciento de la población total del país, asumió su cargo en 2018, y de manera inmediata creó una Guardia Republicana preparada en los Emiratos Árabes.

El vocero del TPLF, Getachew Reda, informó que, si sus fuerzas junto a los aliados consiguen destituir al gobierno, se establecerá un gobierno interino, con una amplia participación para establecer un “diálogo nacional”, del que estará exceptuado Abiy y sus ministros. Los que serán juzgados por una multitud de cargos, desde corrupción a genocidios.

Se estima que el número de muertos desde el inicio del conflicto en noviembre del 2020, ya supera holgadamente las cien mil almas, además de estar sometiendo a medio millón de personas a una crisis alimentaria, la que podría agravarse de no resolverse rápidamente el conflicto, que también ha obligado a más de tres millones de personas del norte del país a abandonar sus hogares.

Muchas de las víctimas han padecido verdaderas atrocidades cometidas no solo por la Fuerza de Defensa Nacional Etíope (ENDF), sino también su principal aliado: las tropas de las Fuerzas de Defensa de Eritrea (EDF), que desde el inició de las acciones, ha participado en procura de terminar con la resistencia tigrey, que también ocupa parte del territorio de eritreo y con las que el presidente Isaías Afwerki, tiene casi una causa personal, desde la guerra entre ambas naciones desde 1998 al 2000, que dejó ciento de miles de muertos.

Durante los primeros meses desde la guerra, iniciada en noviembre del 2020, se registraron infinidad de denuncias acerca de torturas, violaciones masivas y ejecuciones sumarias de civiles en Tigrey por parte de los dos ejércitos regulares que además incendiaron cosechas, sacrificaron ganadería y saquearon pueblos enteros.

Mientras se espera la llegada de los rebeldes, miles de personas se han lanzado a los mercados de Addis Abeba, para abastecerse de los insumos básicos, que les permita resistir el sitio, frente a la posibilidad del cierre de las líneas de abastecimiento que fundamentalmente es el complejo vial – ferroviario (eléctrico), que une la capital etíope con el Golfo de Adén, más de 750 kilómetros, inaugurado en 2016, por donde transita el 95 por ciento del comercio etíope, construido y financiado por China a un costo aproximado de 4 mil millones de dólares.

El cerco sobre Abey Ahmed

Desde la aplastante contraofensiva del Frente de Liberación del Pueblo de Tigray (TPLF), en que fueron derrotadas unas veinte divisiones del Fuerza de Defensa Nacional Etíope (ENDF), de cinco mil hombres cada una, al coste de 10 mil muertos y otros tantos prisioneros, se ha estructurado un amplio espectro armado y político contra el Primer Ministro Ahmed, que para muchos analistas preanuncia la balcanización de Etiopía. Ya que en el recién conformado Frente Unido de Fuerzas Federalistas y Confederalistas de Etiopía que desde fines de agosto ha ido incorporando grupos armados pertenecientes a diferentes etnias, de las ochenta en total, que componen Etiopía.

Más allá de las fuerzas de Tigray, se han incorporado a su causa el Ejército de Liberación de Oromo (OLA); el Movimiento Democrático Agaw (ADM), el Movimiento de Liberación del Pueblo de Benishangul; Ejército Popular de Liberación de Gambella; el Frente de Unidad Democrática Revolucionaria Afar; el Movimiento Global por el Derecho y la Justicia del Pueblo de Kimant (Partido Demócrata de Kimant); el Frente de Liberación Nacional de Sidama y la organización autodenominada Resistencia del Estado de Somalia.

La crítica situación etíope, más allá de las fuerzas locales que se han sumado, han concitado la atención de países vecinos y no tanto como: China, con importantes intereses económicos en el país, entre ellos la Gran Presa del Renacimiento Etíope, sobre el Nilo Azul, que afectará de manera sustancial el curso del Nilo, río arriba, lo que involucra de manera absoluta a Sudán y Egipto, que sin duda están jugando a favor de los rebeldes, intentando obstaculizar la inminente puesta en marcha de la represa y sin duda detrás de ellos los Estados Unidos, que como lo está haciendo en otras naciones africanas, han comenzado a crear “situaciones extrañas”: como violencia política, guerras étnicas, golpes de estado y el incremento de las operaciones de grupos integristas (al-Qaeda y Daesh) para interferir en los planes en desarrollo y por desarrollar que Beijing, está desarrollando en diferentes países del continente. Además, otros países como Eritrea, Somalia, Turquía, Emiratos Árabes Unidos e Israel, tienen intereses principalmente geoestratégicos en Etiopía. Lo que sin duda harán más difícil que la nación etíope pueda escapar del laberinto.

Guadi Calvo es escritor y periodista argentino. Analista Internacional especializado en África, Medio Oriente y Asia Central. En Facebook: https://www.facebook.com/lineainternacionalGC.

Fuente
https://nuevarevolucion.es
Categoría