Manolis Glezos, héroe de la Grecia antifascista

Manolis Glezos
Angelo Nero

“Un puñado de bancos internacionales, agencias de información, fondos de inversión, en una concentración mundial del capital financiero sin precedentes históricos, reivindican el poder en Europa y en todo el mundo y preparan la abolición de nuestros estados y nuestra democracia, con el arma de la deuda, para esclavizar la población de Europa, poniendo en el lugar de las imperfectas democracias que tenemos la dictadura del dinero y la banca, el poder del imperio totalitario de la globalización, cuyo centro político está fuera de la Europa continental a pesar de la presencia de poderosos bancos europeos en el corazón del imperio.”

En 2012, el recientemente fallecido Mikis Theodorakis, junto a Manolis Glezos, durante una gran manifestación contra las imposiciones económicas de la troika, en la plaza Sintagma, pidieron permiso a la policía antidisturbios para leer un manifiesto, del que forma parte el fragmento que encabeza este artículo. La respuesta por parte de la policía fue una carga brutal, con empleo de gas lacrimógeno, que arrolló a los dos ancianos antifascistas, en una cruel alegoría de cómo sería arrollado después el estado griego. Entonces hacían un llamamiento tan desesperado como premoritorio:

“Hoy, es tan necesario como urgente la coordinación inmediata y transfronteriza de los intelectuales, las gentes de las artes y las letras, los movimientos espontáneos, las fuerzas sociales y las personalidades que comprenden la importancia del reto; necesitamos crear un frente de resistencia potente contra “el imperio totalitario de la mundialización” que está en marcha, antes de que sea demasiado tarde. Europa solo puede sobrevivir si presenta una respuesta unida contra los mercados, un reto mayor que el de ellos, un nuevo “New Deal” europeo. Debemos detener de inmediato el ataque contra Grecia y los otros países de la UE en la periferia, hay que poner fin a esta política irresponsable y criminal de austeridad y privatización, que condujo directamente a una crisis peor que la de 1929.”

Hoy todo el mundo llora la pérdida del genial compositor de “Zorba el griego”, y ya se han escrito mucho estos días sobre su obra y también sobre su compromiso antifascista, pero a mí me apetece reivindicar la figura del otro firmante de aquel manifiesto, que podría haber sido escrito ayer, la de Manolis Glezos.

Nacido en 1922 en Apiranthos, en la isla de Naxos, en el corazón del mar Egeo, se mudó con su familia a Atenas a los trece años, donde terminó la educación secundaria, mientras trabajaba como empleado de farmacia. En 1939, cuando todavía no había entrado en la universidad, donde estudiaría economía, participó en la creación de un grupo clandestino de jóvenes antifascistas, contra la ocupación italiana del archipiélago del Dodecaneso y contra la dictadura de Ioannis Metaxas.

Cuando estalló la segunda guerra mundial, al no tener la edad para combatir contra Italia, en el frente albanés, trabajó como voluntario del ministerio de economía, y a partir de la ocupación nazi de Grecia, en abril de 1941, trabajó en la Cruz Roja, mientras participaba en la resistencia.

El 30 de mayo, Manolis Glezos y Santas Apostolos, hicieron uno de los gestos más simbólicos de la resistencia griega, al subir a la Acrópolis, escalar el Partenón y robar la bandera de la cruz gamada que ondeaba desde el inicio de la ocupación, por lo que, aunque consiguieron huir, fueron sentenciados a muerte por los nazis, pero ya no pudieron evitar que se convirtieran en héroes del pueblo. Un año después, en marzo de 1942, Glezos fue detenido por las tropas alemanas y fue sometido a terribles torturas, lo que sumado a las terribles condiciones de su encarcelamiento derivaron en una tuberculosis. Aun así consiguió huir y se volvió a unir a la resistencia.

“Bajé la bandera en la madrugada del 30 al 31 de mayo de 1941. Elegimos ese día porque habíamos escuchado en la radio que Adolf Hitler, en un discurso que pronunció en el Reichstag, dijo que con la ocupación de la isla de Creta toda Europa estaba liberada. Lo que quiso decir es que Europa estaba completamente bajo el poder del fascismo. Entonces, nosotros decidimos mostrarle que la lucha empezaba recién ahora, que Europa no estaba liberada como él decía. Se le da a ese gesto un valor histórico. Yo no lo concibo así. Este fue sólo un acto de los muchos que hicimos durante esta lucha. Desde ese momento hasta ahora nunca dejé de luchar. Nunca bajaré los brazos.”

Su determinación era tal que la cárcel no consiguió quebrarlo, ni esa vez ni la siguiente, cuando fue detenido, en abril de 1943 por las fuerzas de ocupación italiana, ni la siguiente, en febrero de 1944, cuando volvió a ser detenido, esta vez por los griegos colaboracionistas al mando de Ioannis Rallis. Siempre que escapaba volvía a la lucha.

Con el fin de la segunda guerra mundial, entre 1946 y 1949, se produjo la guerra civil griega, entre resistencia antifascista del ELAS (Ejército Popular de Liberación Nacional), que había combatido a la ocupación nazi e italiana, contra las fuerzas armadas monárquicas, apoyadas por EEUU. La resistencia estaba mayoritariamente formada por comunistas del KKE, y no entraba dentro de los planes americanos que Grecia cayera del lado socialista, como los países de su entorno.

Glezos, cuya militancia comunista ya era notoria, fue detenido y en marzo de 1948 se le condenó a muerte, aunque una gran protesta internacional evitó que la pena fuese ejecutada. Todavía en prisión, al final de la guerra civil, en 1950, fue elegido miembro del parlamento en las listas de la EDA (Izquierda Democrática Unida), cuando el Partido Comunista todavía estaba prohibido, y comenzó una huelga de hambre para pedir la liberación de sus compañeros diputados, que, como el, sufrían cárcel o exilio, logrando la liberación de siete de ellos. Manolis Glezos no fue liberado hasta cuatro años después.

“Pasé mi estancia en la cárcel, siempre estudiando, la gran mayoría de mis investigaciones las hice en la cárcel. No pasaba ni un día en que no leyera, nada más salía el sol, porque de noche las bombillas en la cárcel son muy pequeñas y no ves; yo me sentaba, escribía y estudiaba.” Dijo en una entrevista sobre sus años en prisión, que no serían los últimos.

A finales de 1958 volvió a ser detenido y condenado por espiar para la URSS, algo común entre los comunistas griegos durante la guerra fía. La presión pública, dentro y fuera de Grecia, hacen que sea puesto en libertad en diciembre de 1962, cuando ya había sido condecorado con el Premio Lenin de la Paz. Durante este periodo había sido reelegido como diputado en las listas de la EDA.

El mismo día del golpe de estado de los coroneles, encabezado por Georgios Papadopoulos, el 21 de abril de 1967, Manolis Glezos fue detenido, una vez más, junto a centenares de dirigentes políticos y sindicales. La dictadura griega se alargaría hasta 1974, aunque Glezos fue liberado en 1971, y obligado a exiliarse.

Bajo su liderazgo, EDA se presentó a las elecciones de 1981 y 1985 junto al Movimiento Socialista Panhelénico, el PASOK, y en las de 1989 formó parte de la coalición Synaspismós, con los comunistas del KKE, lo que sería el embrión de Syriza.

De 1986 a 1989 fue alcalde de su localidad natal, Apiranthos, donde puso en práctica la democracia de base, creando un sistema participativo en la que la asamblea de ciudadanos tenía el control total sobre la administración local, para volver, al terminar su mandato, al parlamento, ya a partir de 2007, con la coalición de la izquierda radical, Syriza, liderada por Alexis Tsipras.

En 2015, renunció a su acta de eurodiputado, disconforme con el giro que había dado la coalición, cuando llevaba apenas dos años en el gobierno, ante las presiones de la troika, para formar parte de la Unidad Popular, una escisión por la izquierda de Syriza,  y declaró lo siguiente, en una entrevista al diario Público:

“La dirección actual, que llegó al poder gracias a la ayuda de todas las personas de izquierdas, hoy traiciona las ideas de la izquierda porque acepta, primero, la obediencia, y segundo, los rescates. Los préstamos de la troika no traen resultados. Desde la antigüedad hasta hoy, así está escrito, los préstamos convierten a los seres humanos en esclavos. Mía fue la idea de que se escribiera Syriza (que significa a ras) y que trajera el pueblo al poder. Hoy la actual dirección lo rechaza, lo destierra y lo traiciona en esencia. Todos estos que hoy persisten y votan las medidas antipopulares, no puedo decir que sean de izquierdas, por eso envié una carta y pedí perdón al pueblo griego porque hoy no implementamos aquello por lo que nos votaron. No es de izquierdas aquel que somete el país a las instituciones extranjeras, no es izquierdista aquel que recurre a un rescate de la troika para salvar al pueblo, no lo es. Y para nosotros, el mayor problema es demostrar a la gente que aquellos que se declaran de izquierdas no lo son.”

Manolis Glezos falleció en 2020, a los 97 años, pero no dejó de luchar hasta el último de sus días, y su compromiso antifascista sigue guiando a las nuevas generaciones de griegos que siguen enfrentando al fascismo en las calles.

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https://nuevarevolucion.es
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