Cómo nos duele Colombia

Protesta en Colombia
Koldo Durreit

Cuando ya se ha cumplido un mes desde que la sociedad del hermano país se echara a las calles para protestar por una reforma tributaria que de nuevo apuntaba a hacer más ricos a los ricos y más pobres a los miserables, a la que siguió otro proyecto de reforma del sistema de salud que privatizaba ya de manera definitiva el abandonado sistema sanitario público, las protestas, bloqueos y pronunciamientos se siguen produciendo sin cesar. También la represión desatada por el criminal Estado colombiano que siempre ha visto a su pueblo como el enemigo interno con quien acabar a cualquier precio, así sea asesinando sin piedad a la juventud que lo único que exige es poder vivir en su país dignamente y que se respeten los derechos más elementales.

Pero el gobierno colombiano sigue respondiendo de la misma manera de siempre, asesinando, deteniendo, violando, encarcelando y desapareciendo a quien ose poner en cuestión una manera de gobernar que ya nadie puede ocultar es la más sangrienta y asesina en toda la historia de todos los países de nuestra América.

El último acto del Gobierno de Colombia ha sido ordenar la militarización de 8 departamentos y  13 ciudades, lo que el senador de izquierda Iván Cepeda  ha denunciado como “un golpe de Estado, porque sustituye la autoridad civil por autoridades militares” y se realiza en un área donde viven 12,7 millones de personas, la cuarta parte de la población de todo el país. Muchos de esos departamentos han sido escenario en los últimos tiempos de los asesinatos de muchos líderes sociales y exguerrilleros, además de masacres contra la población en general, demostrándose que la única intención de las autoridades colombianas es seguir echándole más leña al fuego en un país que ya se les escapa de las manos.

El balance represivo que sigue subiendo de manera dolorosa día a día es de 63 muertos desde que empezaron las protestas, 2000 detenciones, 866 heridos de diversa consideración, más de 300 desaparecidos, y numerosos casos de violación a mujeres a manos de la policía o el ejército. Pero a pesar de semejantes datos, la llamada comunidad internacional sigue muda y mirando hacia otro lado, pues al ser Colombia un bastión de la reacción en América y plataforma de agresión contra todos los gobiernos y organizaciones revolucionarias del continente, nadie va a poner en cuestión ese rol donde Colombia es el Israel de América Latina.

Al igual que la entidad sionista en Oriente Medio, Colombia se ha convertido en este continente en el principal receptor de ayuda militar de los EEUU, en el principal aliado para desestabilizar cualquier intento de salirse de la órbita imperial para construir unas sociedades más justas y soberanas. La permanencia de al menos 7 bases militares de EEUU en el suelo colombiano dan prueba de ello, pero también los 245 millones de dólares en ayuda militar que Colombia ha recibido del país del norte en 2020. Por si ello no fuera suficiente, Colombia destina cada año el 16% de su presupuesto a gasto militar, contabilizándose ya unos 500,000 efectivos en sus fuerzas armadas, dejando claro que su apuesta es a todas luces militarista y que ven al pueblo colombiano como el enemigo a batir.

Tampoco hay que olvidar que Colombia mantiene unas relaciones estratégicas con Israel desde hace ya mucho tiempo, lo que se traduce en el asesoramiento del sionismo en los campos militar, represivo y de inteligencia, además del trasvase de tecnología que es empleada en la estrategia contrainsurgente. Y al igual que el Estado sionista, Colombia cuenta con la complicidad y el silencio internacional, propiciadores de la impunidad que necesita para seguir reprimiendo y masacrando a sus ciudadanos.

Hace unos días, los miembros de la Misión Internacional de Solidaridad y Observación de los DDHH de la Argentina que siguen sobre el terreno el desarrollo de los hechos, declaraban que lo que está sucediendo en Colombia es “una masacre y es el ejercicio del terrorismo de Estado sobre la población”. Y podríamos añadir que la situación es el resultado ya definitivo del fracaso de los Acuerdos de Paz que se firmaron en La Habana y que por ese mismo incumplimiento nuevas capas sociales, ahora también pertenecientes a las medias urbanas, ven cómo su situación se va deteriorando y se suman a las protestas con una intensidad que hasta ahora nunca se había conocido. Por supuesto, la deteriorada situación económica resultado de la pandemia y del mal manejo que el gobierno colombiano ha hecho de la situación también han agravado la situación y la desesperación sigue creciendo, pues al igual que la mayoría de países donde el neoliberalismo se impone a las necesidades públicas, en Colombia la salud pública se ha subordinado a las ganancias de los sectores patronales y oligárquicos en detrimento de la salud del pueblo llano.

Hoy la clase política colombiana es más dependiente que nunca de sus lazos con el paramilitarismo y con el narcotráfico, sus dirigentes son unos simples peones de las decisiones que se toman en Washintong y siguen a rajatabla las órdenes que allá se imponen. Está claro una vez más que estas pasan por ganar tiempo, masacrando a quién ose oponérseles y dando un ejemplo a quién quiera cambiar el rumbo de la Historia.

Pero estamos seguros que el pueblo colombiano sabrá más temprano que tarde pasar factura a tanto traidor y tanto criminal que se ha adueñado de esa tierra hermosa y valerosa, y que se le abrirá la oportunidad de hacer crecer con sus manos liberadas un país digno y soberano.
Gora Kolonbia libre!!

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