David Adler: “La victoria más importante del Capital en las últimas décadas ha sido convencer a la mayoría de los trabajadores de que no son trabajadores”

David Adler
Emiliano "Gaita" Ameigeiras
Entrevista a
David Adler

El coordinador general de la Internacional Progresista, David Adler, dialogó en exclusiva con Primera Línea y brindó un pantallazo integral del proyecto de la iniciativa que encabeza, así como de su mirada política sobre la coyuntura a nivel mundial.

David Adler es un economista político estadounidense que actualmente se desempeña como coordinador general de la Internacional Progresista. Anteriormente ha sido asesor de política exterior del senador Bernie Sanders y ha publicado numerosos artículos en medios como The New York Times, The Washington Post, Foreign Affairs y The Guardian.

– ¿Cuándo surge la Internacional Progresista? ¿Por qué el nombre de Internacional Progresista que tiene tanto peso histórico y simbólico? ¿Qué retoman del legado de las internacionales previas más allá del nombre y en qué se diferencian de aquellas sobre todo teniendo en cuenta que una sigue existiendo como la Internacional Socialista?

– La Internacional Progresista (IP) nace en un momento de la historia en el que pudimos advertir el surgimiento de otra internacional, una internacional reaccionaria. En el año 2018 vimos el crecimiento descomunal de una coordinación profunda, de una red extensa entre las fuerzas reaccionarias del mundo. Entre los Bolsonaro, Duterte, Modi, Erdoğan, Orbán y Trump, etc. Ante el surgimiento de esa internacional reaccionaria varios referentes de la izquierda internacional decidieron lanzar otra, una internacional progresista. Es decir que el nombre de la Internacional Progresista no refiere a la tradición del progresismo en América Latina ni a lo que se llama “ser progre” en los EE.UU. o en Europa. Refiere al objetivo de combatir a esa red de fuerzas reaccionarias que incluye políticos, jueces, empresarios, periodistas y militantes de derecha.

La IP tiene su raíz en un momento de la historia del siglo XXI en que se volvió urgente combatir un neofascismo que fue ganando cada vez más fuerza y alcance. El lanzamiento formal fue en mayo del 2020. Una fecha importante porque fue en ese momento en que la pandemia del Covid-19 llegó a su punto más difícil, un momento espantoso para el planeta, en el que se veía con claridad que el virus no iba a respetar las fronteras del mundo y que la solidaridad internacional no era un eslogan sino una necesidad para enfrentar una pandemia que golpea a todos los pueblos y países por igual.

Y ese es nuestro otro gran objetivo, no solo queremos combatir a esa red de fuerzas reaccionarias, también queremos resucitar el concepto de la solidaridad internacional que hemos dejado morir en las últimas décadas. Hoy en día es muy común escuchar a los representantes políticos, a los activistas, twitteando que están en solidaridad con tal pueblo o que apoyan tal causa en otro país, pero es un gesto retórico que no significa nada. Nosotros con el nombre de la Internacional, que como bien decías es una tradición importante de las internacionales de la historia, sí tenemos la ambición de desarrollar una forma de solidaridad internacional que sea una herramienta. Es muy importante para nosotros resucitar esa tradición del internacionalismo.

En tu pregunta mencionaste otra internacional, la Internacional Socialista, con la que tenemos varias diferencias. Una importante es programática, nosotros pensamos que la Internacional Socialista ha perdido totalmente su legitimidad con su participación en las guerras de Irak y Afganistán, apoyando las políticas de austeridad que impulsaron los gobiernos de Europa y también el FMI en todo el mundo para sofocar a los pueblos e impedir la expresión de la soberanía popular. Entonces la IP no tiene nada que ver a nivel programático con la Internacional Socialista que en nuestra opinión ni es una internacional ni es socialista. También tenemos diferencias en la forma de la organización. Nosotros queremos ser una internacional del siglo XXI.

¿Qué significa eso para nosotros? Que en el siglo XXI los partidos políticos no tienen el monopolio de la acción política. Las internacionales de los siglos XIX y XX fueron internacionales de partidos políticos. La Internacional Socialista sólo admite como miembros a partidos políticos. Pero hoy en día tenemos mucha más diversidad en la actividad política. Por ejemplo, los movimientos sociales, que han tenido un protagonismo en la política de América Latina en lo que va del siglo XXI. Pero en todo el mundo vemos la formación de nuevas militancias de base. Nosotros queremos incluir a esa militancia de base, queremos incorporar a los movimientos sociales.

Por ejemplo, acabamos de anunciar la adhesión del Movimiento de Trabajadores Sin Techo de Brasil, que es el movimiento urbano más grande de ese país. Para nosotros la participación y el protagonismo de esos movimientos sociales en esa nueva forma de internacionalismo y solidaridad internacional es esencial. Pero también, como bien saben ustedes los argentinos, vivimos en una época en que el poder mediático es una de las herramientas más importantes para hacer política y es un momento en que hay tanta desconfianza en el sistema político que mucha gente confía más en sus redes sociales o en cualquier analista de YouTube, que en sus representantes políticos, entonces nosotros pensamos que también debemos incluir medios y publicaciones y desarrollar una infraestructura comunicacional propia para difundir la verdad, y combatir las narrativas falsas que difunden los medios corporativos y la derecha.

Y también queremos incluir a los sindicatos, los sindicatos que representan la tradición más importante del internacionalismo y de la expresión de solidaridad internacional. Ya sea que hablemos de la lucha contra el apartheid en Sudáfrica o de la lucha anti-dictatorial en Chile,  estamos hablando de un rol protagónico de los trabajadores y sus sindicatos en esos procesos. Hay que entender que la producción de armas aquí afecta a los pueblos y militantes de ahí y de allá y va a ser esencial trabajar y profundizar la relación con las federaciones de sindicatos y los grupos de trabajadores, por ejemplo los más precarizados que no pertenecen a esos grandes sindicatos pero que juegan un rol importante en la economía global y va a ser necesario organizar a esa clase trabajadora precarizada, no sólo a nivel local o nacional, sino internacional.

Entonces, “progresista” no refiere al “progresismo”, sino a una visión compartida pluralista entre fuerzas progresistas, entre las y los revolucionarios, y la verdadera socialdemocracia. E “internacional” es una palabra que no usamos de manera frívola, sino con el peso de la historia de las internacionales y con la idea de innovar y renovar esa idea para el siglo XXI en el que la política tiene características muy diferentes a como era en el siglo XIX cuando nació por Marx la idea de una internacional de trabajadores y partidos políticos.

– Eso es lo que explica, por ejemplo, que un anarquista de ideas revolucionarias como Noam Chomsky, pueda convivir en un mismo proyecto con referentes de la socialdemocracia tradicional.

– El nombre de la Internacional Progresista viene justamente del profesor Chomsky, fue su idea, ¿sabes? Nuestro programa, nuestras publicaciones y nuestras campañas, expresan una política mucho más radical que la de la Internacional Socialista, y mucho más fiel a las ideas de izquierda que motivan a nuestros movimientos y nuestra militancia, que las de un Pedro Sánchez [NdE: se refiere al presidente de España y presidente de la Internacional Socialista].

– ¿Tiene presencia la IP en todos los continentes? ¿En qué países tiene más peso o desarrollo? ¿Cómo se organizan?

– Somos más de 100 organizaciones en cada continente que representan más de 25 millones de personas en todas partes del mundo. La geografía de la Internacional está muy relacionada con la geografía del internacionalismo actual.

En América Latina, por ejemplo, la tradición del internacionalismo de izquierda es una tradición viva porque aquí hemos vivido dos siglos de la Doctrina Monroe y entendemos, con ideas como la de la Patria Grande y la experiencia del Alba, la importancia de unir las luchas entre pueblos latinoamericanos para enfrentar a los imperios. Entonces tenemos mucha más fuerza en América Latina que en otras regiones, como en el sudeste asiático, donde hay mucha menos actividad de la izquierda en general y donde la tradición internacionalista casi no existe. También hay países donde la IP tiene importante presencia pero de manera más “tapada”, por el fascismo propio de los gobiernos de turno. Por ejemplo en la India, donde tenemos una red de organizaciones de militantes en lucha por el alimento, el trabajo y la democracia pero con un gobierno represivo como el de Narendra Modi que cuando publicamos algo denuncia intervención extranjera e intenta apresar a nuestros compañeros y compañeras.

Por eso tenemos que tener especial cuidado en los tipos de trabajo que hacemos, la configuración de las iniciativas, la formación de nuestra militancia y la ejecución de las campañas. Para proteger a nuestros queridos compañeros y para garantizar que nuestras acciones tengan el impacto que deseamos y no sean simbólicas solamente.

– ¿A qué campañas o iniciativas se están abocando?

– La idea es hacer de la IP un laboratorio para el internacionalismo, experimentar distintas formas y herramientas de la solidaridad internacional para que ésta sea más que una consigna. Y en estos años hemos aprendido varias cosas.

Por ejemplo, la importancia de la observación electoral, a partir de nuestro Observatorio de la Democracia. En octubre de 2020, cinco meses después del lanzamiento formal de la IP, el Movimiento al Socialismo (MAS) nos pidió viajar a Bolivia para observar el proceso electoral y allí aprendimos la importancia de atraer la atención del mundo a esos lugares en los que la derecha está avanzando con tácticas como el lawfare, la represión callejera, las fake news, etc, y combatir con nuestras propias redes e infraestructuras de comunicación las narrativas falsas como los conteos rápidos donde la derecha sale a proclamar su victoria a partir de resultados parciales que tienen que ver con la geografía del escrutinio. Así fue el caso de Brasil, donde los votos de la izquierda llegaban de partes más rurales del país y tardaban más en computarse. O como en Perú, donde también estuvimos cuando Keiko Fujimori denunció fraude electoral sin ningún tipo de pruebas para intentar robarle las elecciones a Pedro Castillo. Son todos casos en los que se ve cómo la atención y la solidaridad del mundo puede contribuir a la protección de un proceso democrático libre, justo y transparente.

Otro ejemplo es nuestra campaña Make Amazon Pay, hace unas semanas en el Black Friday, lanzamos una huelga internacional entre almacenes de Amazon en Francia, Alemania, Inglaterra y España; fábricas de ropa en Bangladesh; centros de llamadas en Filipinas y puertos de Brasil. Uniendo y organizando a los trabajadores de una cadena de producción cada vez más fragmentada, incluso políticamente, ya que cada vez tenemos menos conciencia de la importancia de conectar las luchas de los trabajadores de distintas partes entre sí, y con los consumidores. Todos estamos bajo una forma de explotación capitalista del planeta y de los trabajadores y por eso queremos organizar un movimiento sindicalista mundial que también es una tradición muy importante que tiene que ver con las internacionales del pasado.

Un tercer ejemplo es el internacionalismo de la vacuna. Argentina conoce muy bien la historia del veto famoso de los grandes poderes del oeste a compartir ciencia y tecnología para garantizar la distribución equitativa de la vacuna. Por eso formamos una unión entre Argentina, México, Venezuela, Cuba, Kenia y otros países para facilitar ese proceso de producción y distribución de vacunas para todos.

Entonces esta es una idea central, si el orden internacional, si la institucionalidad de lo que se llama el sistema multilateral no funciona, no podemos quejarnos solamente, tenemos que construir nuestra propia infraestructura y una nueva institucionalidad.

– Tienen fechado para el año que viene una primera instancia presencial, algo así como un Congreso de la IP ¿Qué características va a tener? ¿Qué esperan sacar de esa instancia?

– El año 2023 va a ser un momento muy distinto del 2018. La Internacional tiene que renovar su visión y adaptar su programa al momento actual, que es de una transformación profunda del sistema geopolítico. Con la guerra de Ucrania podemos ver la importancia de formar un nuevo movimiento no-alineado y de construir una nueva institucionalidad a nivel internacional. Entonces la cumbre del año que viene, que se llamará Poder Popular en un Mundo Multipolar, abordará cómo los países del Tercer Mundo, del sur global, navegamos entre las olas de esa transformación.

¿Cuál es la visión compartida en la que queremos avanzar -no sólo propuestas aisladas-, y cómo lo vamos a conseguir? Ese es el objetivo de la cumbre mundial, porque no hemos tenido una en muchos años. Estamos organizando este encuentro en el gran vacío que dejó el Foro Social Mundial. Por eso queremos convocar a esas fuerzas, a esos referentes y referentas, esos líderes y lideresas, para pensar el orden mundial que viene y no esperar que las grandes potencias lo diseñen por nosotros. Que sirva para que los pueblos retomemos el protagonismo en la construcción de un nuevo orden internacional con más soberanía y con más capacidad de desarrollar una autonomía estratégica que va a ser cada vez más necesaria en el contexto de una nueva guerra fría impulsada por los EE.UU. y sus aliados.

– En una época donde la crisis del capitalismo coincide en gran medida con la crisis de la democracia representativa y emergen alternativas reaccionarias ¿Qué estrategias se desarrollan y plantean desde la Internacional Progresista para hacer frente a esta situación? ¿Qué papel intenta jugar la IP en los distintos escenarios electorales, más allá del aporte como veedores de esos procesos?

– La Internacional, como tal, no interviene en cuestiones de política interna o en la lucha de cada pueblo, de cada país o de cada partido para ganar poder y gobernar. Nosotros nos enfocamos en la infraestructura y en la institucionalidad existentes actualmente a nivel internacional que impide la expresión de soberanía popular a nivel nacional, o que la permite.

– El FMI sería un claro ejemplo.

– Ya sabemos que en Argentina hay varias visiones de transformación nacional, de cuáles deben ser las prioridades principales para cualquier gobierno nuevo, etc. Nuestro rol es garantizar que cualquier visión a la que lleguen los argentinos tenga la oportunidad de materializarse cuando lleguen al poder para gobernar al país y que ninguna fuerza, ningún poder financiero ni ningún imperio coarte la expresión de la soberanía popular en ese país. Ahí está nuestra lucha: en los vacíos de poder diplomático, en las instituciones internacionales con sus sedes en Washington o en Ginebra, contra las redes de la ultraderecha de Vox, Milei, Kast y la Carta de Madrid. Es ahí donde tenemos que avanzar juntos, con unidad estratégica, frente a crisis y enemigos que son compartidos.

– Desde hace unos años se observa un proceso de transición hegemónica de EE.UU. hacia China que se ha profundizado provocando el estallido de conflictos cada vez más significativos, siendo el último de estos la guerra en Ucrania que mencionaste. A diferencia de lo que sucedió en la mayor parte del siglo XX no se trata de enfrentamientos atravesados -ni siquiera discursivamente- por un prisma ideológico, si no que se asientan en la mera disputa geopolítica y por los recursos naturales entre potencias capitalistas ¿Qué desafíos supone este escenario global para las fuerzas progresistas y de izquierda?

– Yo diría que el concepto clave es autonomía estratégica. El mundo multipolar puede ser un mundo de guerras proxy, es decir un mundo donde cada país pueda ser un territorio de guerra entre otros poderes para controlarlo como sucedió durante la Guerra Fría, o puede ser un mundo más pacífico, más soberano, más democrático e incluso más socialista. Que sea de una manera u otra va a depender de la integración regional, de la capacidad de los países del sur global de fortalecer lazos entre ellos para garantizar más estabilidad, más autosuficiencia y más resiliencia ante las crisis climática, sanitaria, financiera, etc. Ganando así capacidad, ya sea para negociar mejor con China o para enfrentar a los gringos. Para garantizar que la competencia entre potencias no termine con violencia, sino con mejores términos de intercambio entre América Latina y África, por ejemplo.

Entonces yo pienso que la principal tarea es avanzar rápidamente con la construcción de nuevas instituciones para facilitar el comercio internacional, el financiamiento, el crecimiento de la inversión pública en la salud y el desarrollo de las vacunas, etc. Ser menos vulnerables en una guerra fría que además puede convertirse en guerra caliente.

– Teniendo en cuenta las nuevas experiencias de organización sindical en EE.UU. como las de Amazon y Starbucks -que Sanders apoyó de manera categórica-, donde una nueva generación se incorporó a la organización sindical y empezó a organizar sectores que hasta ahora no conseguían ser organizados ¿Cómo ves al mundo del trabajo en la actualidad? ¿En qué medida las economías de plataforma, la precarización, la informalidad han afectado a la clase obrera en el mundo?

– La victoria más importante del Capital en las últimas décadas ha sido convencer a la mayoría de los trabajadores de que no son trabajadores. Y esa pérdida de identidad de clase trajo como consecuencia menos organización gremial y colectiva.

Yo me siento muy inspirado por estos nuevos movimientos que están organizando al sector precarizado, porque están recuperando identidad de clase, y están superando la fragmentación que impulsaron las grandes empresas justamente para inhibir la organización y la identificación con el movimiento sindical.

Esto es muy importante porque la transformación del sector laboral en las últimas décadas sucedió al mismo tiempo en que se generó un vacío en el sistema político y una crisis de representación política muy profunda. Entonces vivimos en una crisis de representación en la que nadie representa a los trabajadores precarizados. Los sindicatos que existen en general no lo hacen y la gran mayoría de los políticos tampoco representan a sus ciudadanos.

– Relacionado con esto ¿qué importancia le ves a las nuevas (y viejas) experiencias del movimiento obrero como puntal para relanzar movimientos progresistas e incluso posibles nuevos gobiernos afines?

– El movimiento sindical va a ser necesario para resolver esa crisis de representación en nuestras sociedades, porque no tenemos otra herramienta más allá de los partidos políticos e incluso muchas veces los partidos no representan a nadie, tienen votantes pero no tienen miembros ni militantes. En este contexto donde surgen cada vez más partidos digitales o partidos que son solo sellos vacíos, los sindicatos son el cuerpo representativo más importante de nuestra sociedad.

Yo detesto la cultura de celebridad política en que vivimos, que importe tanto la voz de cualquier actor, músico o incluso político suelto, que no viene de una militancia, que no viene de una organización política o de un sindicato. Porque cuando habla no representa a nadie. Puede hablar muy bien, incluso motivar o inspirar, pero no representa institucionalmente a la gente. Por eso veo tan importante reconstruir el movimiento sindical para llenar ese espacio y reconstruir una forma de representación del pueblo que en las últimas décadas el neoliberalismo ha atomizado tanto. Que alguien que llega al parlamento o a la casa presidencial lo haga porque representa a tal sector y habla por él.

– Álvaro García Linera plantea que estamos frente a una segunda oleada progresista en nuestra región. Lo planteaba incluso antes de los triunfos de Gabriel Boric y de Lula, que reforzarían esa idea. Sin embargo, los nuevos gobiernos populares o progresistas que han surgido son muy moderados y tienen características muy distintas a las del ciclo anterior, como la Venezuela de Hugo Chávez, la Bolivia de Evo Morales, etc ¿Qué mirada tenés de este fenómeno y cómo dialoga con el hecho de que las derechas, por el contrario, lejos de tender al centro están tendiendo a la radicalización?

– Creo que sería un gran error comparar de manera superficial esta ola y la de principios del siglo. Porque en estas dos décadas hemos visto una transformación profunda de la economía política de América Latina. A nivel estructural, los líderes de la primera ola llegaron al poder en condiciones muy favorables, con un súper boom de los commodities y con una economía que crecía a un ritmo acelerado. Ahora llegan al poder en el contexto de una crisis energética, inflacionaria y alimentaria profunda. Y no tenemos ninguna señal de que esto se vaya a resolver positivamente. Y además hay que sumar el impacto de la pandemia del covid. Es decir que los nuevos gobiernos progresistas reciben una herencia económica horrible y les va a resultar muy difícil salir del hoyo y gobernar cumpliendo las promesas que hicieron durante las campañas electorales.

Mencionaste el nivel institucional, hemos visto en los últimos años que la derecha ha logrado capturar el sistema jurídico y utilizarlo como un ariete, como un arma política. Y eso no va a cambiar de la noche a la mañana. Los mecanismos del lawfare siguen siendo muy potentes en esta época en que los EE.UU. y las potencias europeas no ven con buenos ojos los golpes de Estado clásicos. Los cimientos de las democracias están más débiles.

También podemos ver como mencionaste, la transformación de la derecha, que tiene nuevas caras y nuevas características. Es una derecha renovada y mucho más ágil que hace 20 años. Y también estamos en el contexto de una transformación de las tecnologías y en un nuevo entorno mediático en que las redes juegan un papel crucial y donde hay una situación muy desigual en términos del dinero que se puede invertir en los sistemas políticos. Creo que son cinco razones de transformación muy importantes. Y que tenemos muchos más riesgos y muchas más dificultades para cumplir con un programa, cualquier programa, aunque sea más moderado.

Por último, EE.UU. ha ido cambiando su postura geopolítica para mantener esa Doctrina Monroe, de tácticas más abiertas y más visibles como golpes de estado, invasiones, formación de grupos insurgentes, etc, a nuevas tácticas menos visibles y más insidiosas, como las sanciones internacionales, el rol de la Organización de Estados Americanos (OEA), la observación electoral y el lawfare, que funcionan muy bien para aislar a los países del sistema multilateral y de la comunidad internacional. Y eso implica aún más dificultades para los países y los gobiernos progresistas de América Latina, que deben superar las divisiones que Washington fomenta, para que así florezcan nuevas instituciones de integración regional.

– En este escenario del que hablábamos, de radicalización de las derechas y de emergencia de nuevas derechas, incluso fascistas. ¿Qué importancia le asignan a la lucha y a la agenda feminista? Teniendo en cuenta no solo lo dinámico del movimiento feminista en la actualidad, sino también que estas derechas embisten de frente contra los derechos de las mujeres e incluso llegan a desplegar un discurso misógino.

– Yo pienso que el internacionalismo del siglo XXI es un internacionalismo feminista. No solamente para compensar los errores del internacionalismo del siglo XX, que tenía una ausencia muy notoria de la perspectiva feminista y que excluía a la mujer, sino porque la lucha feminista es hoy la lucha más inspiradora en todo el mundo. Las mujeres militantes y activistas son la primera línea de cada otra lucha transversal. Son las mujeres, como Francia Márquez, quienes están liderando la lucha para proteger a la Tierra. Son las primeras en defender y cuidar a sus comunidades, en construir cocinas solidarias para alimentar a las familias, etc. Y son la primera línea, obviamente, combatiendo la violencia machista que vemos en todo el mundo.

Para nosotros es esencial entonces, no solo llegar a un punto de paridad entre hombres y mujeres, sino tomar conciencia de que una lucha internacionalista feminista es una lucha no sólo por los derechos de las mujeres, sino para avanzar en todas las luchas en que estamos involucrados. Ahí veo las conexiones transversales entre las luchas contemporáneas, en las que las mujeres tienen un protagonismo que en verdad siempre han tenido, pero hoy cada vez con más visibilidad, y más fuerza. Y nuestro rol tiene que ser crear espacio para que ese esa lucha que avanza en todas las calles llegue al sistema político para transformar la institucionalidad y reflejar las prioridades y y las ideas de esa lucha feminista en cada país.

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