Mikel Otero (EH Bildu): “Tenemos que desplegar renovables de pequeña escala, pero no es suficiente”

Mikel Otero
A. Castaño M. Iza
Entrevista a
Mikel Otero

El secretario de transición ecológica de EH Bildu habla sobre el proyecto de estrategia energética para el País Vasco de su partido y los retos del futuro.

EH Bildu ha presentado recientemente una estrategia energética que pretende servir como hoja de ruta para una transformación ecosocial en Euskal Herria. Como se señala en este documento, Euskal Herria tiene una muy alta dependencia energética exterior, superior al 85%. Al mismo tiempo, el consumo de energía es muy superior, el doble, al consumo medio mundial. Las emisiones también son superiores a la media europea y están hasta un 75% por encima del promedio mundial. ¿Cuáles son los ejes rectores de esta estrategia energética?

Caracterizamos la situación energética de Euskal Herria en base a cuatro cuestiones. Una es que consumimos el doble de energía de la media mundial; la segunda, que somos muy dependientes energéticamente –la energía procede del exterior en un 86%–; somos muy dependientes de los combustibles fósiles (en un 80%) y tenemos un despliegue de energías renovables endógenas de un 14%. Esto nos deja en una situación de una vulnerabilidad altísima porque todo nuestro tejido socioproductivo, nuestra situación de bienestar general, depende de una manera completamente peligrosa de los combustibles fósiles que proceden del exterior, y que como sabemos hay que ir abandonando por dos motivos. Uno, porque son la causa principal del cambio climático, y dos porque ya estamos viendo los primeros síntomas de dificultad de acceso a los combustibles fósiles, que en las próximas décadas van a ir reduciéndose en la medida en la que son combustibles finitos. Si queremos alinearnos con los objetivos climáticos, tenemos que actuar. Estamos en una situación de alta vulnerabilidad y tenemos que tener claro que la energía y el territorio deben estar vinculados, porque hasta ahora la energía venía del exterior.

La instalación de energías renovables se va a tener que hacer en diferentes escalas para conseguir unas ciertas cuotas de autosuficiencia

Esto en el futuro no puede ser así, a no ser que queramos estar colonizando a los demás, a los que obligaremos a hacer sus propias transiciones energéticas: la suya más lo que necesitamos nosotros. Así que, en la medida en que la energía vuelve al territorio, el territorio hay que planificarlo con mucha precaución. La instalación de energías renovables se va a tener que hacer en diferentes escalas para conseguir unas ciertas cuotas de autosuficiencia. Nosotros nos ponemos un objetivo que entendemos que puede ser realista, el 75%, y eso hay que planificarlo. Hay que generar zonas de exclusión.

El despliegue renovable tiene que ser una acción multifinalista, es decir, que la cuestión no es solamente conseguir energía, sino que tiene que ser una intervención en el territorio en la que el resultado neto sobre el desarrollo socioeconómico de las zonas rurales sea positivo. La afección sobre la biodiversidad tiene que ser positiva en resultados netos en toda la intervención. Para esto hay que tener en cuenta varios parámetros. Uno es que tiene que haber una intervención pública en el sector energético cada vez mayor. Partimos de una realidad en la que tenemos un sector público débil, con lo cual no tenemos músculo. En primera instancia vamos a necesitar también de la participación de empresas privadas. Estas tienen que implicarse, pero también tiene que hacerlo la administración pública a diferentes escalas, y también tiene que haber una participación comunitaria. Si de alguna manera vamos a utilizar el territorio y sobre ese territorio vamos a poner unas renovables, esas renovables tienen que ser desarrolladas sobre otro esquema diferente al actual.

Todo esto tiene que hacerse en base a la participación de la gente y tiene que ser a través de una toma de conciencia de la situación, por eso decimos que es importante ir generando procesos deliberativos desde la escala municipal a la escala comarcal, sobre todo, para que la gente vea también cuál es la realidad de lo que se consume, lo que se produce y ver qué se puede hacer. Tomamos como base el principio de autosuficiencia conectada. Llamamos así a un despliegue de renovables en el que se trabaja en una secuencia de escalas diferentes: a nivel municipal intentas conseguir el mayor despliegue que puedas a base de autoconsumo, comunidades energéticas, etcétera. Evidentemente, eso da hasta donde da. De ahí, y para los consumos que no sea posible conseguir de esa forma, saltamos a la siguiente escala, la comarcal. También hay que tener en cuenta la disparidad territorial y densidad de población que tenemos en el territorio de Euskal Herria, que implica que hay comarcas que por mucho que lo intenten no van a conseguir la autosuficiencia, como el Gran Bilbao o las zonas más industriales y urbanas. Por lo tanto, también vamos a necesitar una serie de instalaciones que tengan carácter nacional, que vengan a cubrir aquellos sitios donde siga habiendo déficit.

Recientemente hubo cierto revuelo por la propuesta de la empresa pública noruega Statkraft para la construcción de diversas centrales eólicas en el interior de Gipuzkoa y entre Araba y Gipuzkoa. Statkraft abrió un proceso de consulta en los pueblos afectados, y propone que parte de la energía se quede en los territorios donde se produce. Esto va más o menos en línea con lo que planteáis en vuestra estrategia. La propuesta se encontró con el rechazo de parte de la población ante el efecto paisajístico y en la biodiversidad de los aerogeneradores. ¿Cómo valoras esta situación y cómo planteáis trabajar con esta resistencia?

Yo últimamente tengo mucha actividad en los pueblos porque me llaman de muchos sitios para ir a explicar la estrategia y nuestros posicionamientos. Cuando voy a explicar nuestros planteamientos energéticos a los pueblos, si el pueblo o la zona no está afectada por ningún proyecto eólico les parece todo súper razonable, entendible y lógico. Si la zona está afectada por un proyecto eólico, ya es súper problemático todo. Está claro que el efecto de “me han tocado a mí los molinos” está jugando un papel determinante.

Tenemos que hacer un esfuerzo de despliegue de renovables de pequeña escala, amable, fácilmente democratizable en cubiertas y en espacios ya degradados

Tenemos que hacer un esfuerzo de despliegue de renovables de pequeña escala, amable, fácilmente democratizable en cubiertas y en espacios ya degradados, etcétera, que todo eso tenemos que hacerlo y tenemos que darle una prioridad porque además es una manera muy buena de involucrar al grueso de la población. El objetivo aquí sería tener a cada comunidad de vecinos discutiendo sobre qué energía pueden generar ellos mismos. Y de hecho es algo que nos consta que está pasando, sobre todo vinculado al alza de los precios energéticos. Las comunidades de vecinos están diciendo: “oye, ¿y si ponemos unas placas, que además ahora las subvencionan?” Todo esto hay que hacerlo y eso hay que meterlo en la red. Hay que promocionar que se hagan estas comunidades energéticas, y este va a ser uno de nuestros compromisos electorales de cara a las próximas elecciones. Pero también sabemos que esto tiene unos límites porque tenemos estudios hechos.

Yo suelo poner el de Zumaia, que es muy evidente: llenando de placas fotovoltaicas todos los tejados particulares de la administración, las instalaciones industriales, poniendo incluso unas eólicas de tamaño mediano, de 50 metros, y aprovechando la biomasa del pueblo de manera sostenible para fines energéticos se puede producir un 7% de la energía necesaria. Eso es lo que da, un 7%. A partir de ahí hay que hay que estar pensando en otras escalas también y otra escala son estas centrales eólicas que se están planteando. Hay que tirar también de esa escala. Claro, de esa escala se puede tirar de muchas maneras, y el historial que tenemos en esto no es muy alentador, porque es verdad que en su día se metió el Ente Vasco de la Energía (EVE) en Euskadi, o antes el Gobierno de Navarra a través de su participación en Energía Hidroeléctrica de Navarra, y luego pusieron en marcha Eólicas de Euskadi con un 50% de Iberdrola y un 50% del gobierno. Y en el 2006, cuando ya las centrales estaban funcionando, se lo vendieron todo a Iberdrola, y ahora es de Iberdrola al 100%. Esto no puede ser. Otro mecanismo tiene que haber.

Ante el impacto sobre tu territorio que tiene la central eólica, porque lo tiene, si lo que ves es que la energía que se va a generar ahí va a alimentar a unas grandes empresas eléctricas y va a alimentar una red con la que tú no tienes nada que ver y luego tú esa electricidad la tienes que comprar a precios de mercado… evidentemente eso no es ni democratizar la energía ni nada, eso es sacrificar una parte de tu territorio para un bien ajeno. Ante eso decimos que no, hay que democratizar esta escala también y aquí lo que decimos con Statkraft, más allá de que sea una empresa pública noruega, es que hace una oferta en la que están abiertos a que esto sea una copropiedad entre diferentes agentes que puedan estar interesados, desde la Administración vasca a través del EVE, las administraciones municipales o las diputaciones. Están abiertos a que entre una pata comunitaria, es decir que haya personas de la calle, a poder ser organizadas a través de una comunidad energética, que puedan entrar en la propiedad de este proyecto para acceder a unos precios mucho más baratos de la energía.

Una de las principales fuentes de emisiones en Euskal Herria es el transporte, responsable directo de hasta un 35% de las emisiones. Este se realiza, tanto el de mercancías como el de personas, principalmente por carretera. Además, la industria del automóvil (Mercedes, Volkswagen o Michelín) es muy importante en Euskal Herria. Teniendo en cuenta que es imposible convertir la totalidad del parque móvil a vehículos eléctricos, ¿qué cambios planteáis para reducir las emisiones en este sector? A su vez, ¿veis posible un cambio en el modelo de movilidad de los vascos? A día de hoy son muchas las familias con más de un vehículo y cada día son muchos los que se desplazan decenas de kilómetros a su lugar de trabajo.

Este es uno de los problemas más difíciles de resolver. La reducción de consumos energéticos nos obliga a cambiarlo todo o casi todo. Ese cambiarlo todo implica hacer una reflexión específica sobre el transporte, sobre cómo nos movemos, dónde nos movemos, lo que producimos, etcétera. Es muy difícil. Hay que hacer un replanteamiento de la planificación territorial. ¿Qué estamos produciendo? ¿Cómo nos estamos moviendo para ir a producir aquello que producimos? ¿Cuáles son las modalidades de transporte que tenemos? Ahí hay una serie de temas que hay que tocar claramente. Una es el cuestionamiento del vehículo privado, de esa idea tan metida en este Occidente industrial de “una persona adulta, un trabajo, un coche con el que va el trabajo”, y hay que ir moviendo ese paradigma hacia una idea de transporte público electrificado. También hay que insistir en que las soluciones colectivas siempre son mejores que las individuales: igual no estamos acertando cuando estamos subvencionando un montón el vehículo eléctrico privado particular. En lugar de eso tenemos que dar soluciones colectivas, que son más eficientes. No van a servir para todos los casos, pero evidentemente densificar una red de transporte público colectivo electrificado, a poder ser gratuito, desde luego va a ayudar mucho.

En la cuestión del empleo también es verdad que hay unos sectores que van a sufrir. Hay uno que es evidente que es el sector del petróleo y el gas, que ahora mismo tienen más de 6.000 personas empleadas en este país. Esto se va a tener que transformar, va a tener que adelgazar y algunas cosas van a desaparecer incluso, y luego está la cuestión específica del sector de la automoción: que tú has hablado de Michelín, Mercedes y Volkswagen pero yo hablaría de toda la industria auxiliar de componentes de automóvil, toda esa industria pequeña auxiliar que implica que tenemos solo en la Comunidad Autónoma Vasca, sin contar empleo en Navarra, 40.000 empleos directos. Estamos hablando de un volumen de empleo muy grande.

Somos favorables a la construcción de una gigafactoría de baterías eléctricas, porque evidentemente las vamos a necesitar para el transporte público electrificado autobuses, taxis, vehículos de reparto de última milla

Y si hablamos de una transformación de las modalidades de transporte y un abandono progresivo o un adelgazamiento de ese modelo de movilidad particular motorizada, está claro que el sector de la automoción va a tener un adelgazamiento incluso, aunque solamente vayamos a una electrificación –y ya se está hablando, se están poniendo fechas como 2035 o 2040 al final de la venta de vehículos de combustión interna– el simple cambio de vehículo de motor de combustión a vehículo de motor eléctrico implica un adelgazamiento en piezas y aquí somos especialistas en piezas de vehículos de motor de combustión, así que todo esto nos va a obligar a encontrar alternativas. Incluso estamos planteando que vamos a necesitar convenios de transición justa en comarcas concretas que se verán afectadas por esto. Es verdad que hay cuestiones relacionadas con la movilidad que también pueden generar empleos. Somos favorables a la construcción de una gigafactoría de baterías eléctricas, porque evidentemente las vamos a necesitar para el transporte público electrificado autobuses, taxis, vehículos de reparto de última milla, etcétera. Eso también es un nicho de empleo por el estamos apostando y ya veremos también, porque sobre todo esto que estamos hablando hay que ir planificando, hay que ir poniendo propuestas concretas encima de la mesa. Insisto: con toda la dificultad que supone cambiar esto, será un proceso de décadas en cualquier caso.

Un eje central de vuestra propuesta es el tren. Ahora se van a transferir las competencias a las comunidades autónomas, salvo la alta velocidad. A EH Bildu se le vincula mucho a la oposición de la Y vasca durante años. ¿Cómo se combina esto con apoyar ahora el ferrocarril? ¿Cómo planteáis este modelo de transporte tanto de mercancías como de personas por tren? ¿Qué planes tenéis para el futuro?

Esto no es un problema solo vasco y de Y vasca, sino que es un problema de la modernización del ferrocarril. Lo que ha hecho el Estado español ha sido un despropósito, se han gastado y llevan gastados 70.000 millones de euros en los últimos 20 años, con una apuesta loca por el tren de alta velocidad de pasajeros. Esto ha provocado un problema y es que en la medida en la que el Estado ha hecho una apuesta por la inversión en las autonomías a través del tren de alta velocidad ha dejado también a las autonomías en una situación complicada: como el Estado es en esto en lo que está invirtiendo, pues entonces todos tenemos que pedir. Se ha creado una lógica perversa en la que todo el mundo terminaba pidiendo desarrollo de alta velocidad. A nosotros también nos ha pasado, claro, aquí ha habido muchos defensores de la Y vasca: la Y vasca era el futuro, si te oponías no había desarrollo posible, etcétera, y llevan con este rollo desde los años 90. Nos hemos metido en obras faraónicas con una afección grandísima en el territorio y que está llena de retrasos, sobrecostes… que no tiene sentido. Nosotros lo que estamos diciendo sobre todo con el tema de la alta velocidad es que hay que hacer un replanteamiento y que hay que ir hacia el tren social, un tren que pare en estaciones intermedias, que dé un servicio a las personas y que sobre todo dé una salida al problema de las mercancías. Estamos moviendo todo el día un montón de cosas y camiones por las carreteras y resulta que la alta velocidad que se supone que iba a sacar los camiones de la carretera ahora resulta que no, que no va a llevar mercancías, o sea que es simplemente para que podamos ir de capital a capital un poco más rápido.

Hay que repensar las infraestructuras, todas las infraestructuras, porque estamos hablando de tren, pero podríamos hablar también de la subfluvial de Bilbao

Hay que repensar las infraestructuras, todas las infraestructuras, porque estamos hablando de tren, pero podríamos hablar también de la subfluvial de Bilbao, que hay todavía aquí gente que está pensando en más carreteras, más capacidad de coche… en una infraestructura, vamos a decir, más asociada al hormigón que a los cambios de paradigma que necesitamos. Hay que replantearse toda la política de inversión, hay que parar, o tomar otra dirección rápidamente y la política de inversión en infraestructura de transporte tiene que ser hacia un ferrocarril social, que conecte comarcas y mueva mercancías.

Otra fuente importante de emisiones de CO2 es el sector alimentario, en concreto los productos de origen animal. En Euskadi se consume más carne que la media europea, y mucha más que la media mundial. Sin embargo, esas emisiones no se contabilizan como propias, debido a que la inmensa cantidad del consumo proviene de importaciones. Por ejemplo, la emblemática txuleta, que en muchas ocasiones viene de Polonia o de Alemania. Las propuestas que recogéis en vuestra estrategia ecosocial abordan parcialmente este problema (mediante el fomento de dietas de kilómetro cero), pero la consecuencia lógica es que el consumo de carne deberá disminuir. ¿Cómo plantea EH Bildu el impulso de estos cambios en los hábitos alimentarios y en los circuitos de producción y consumo?

Dentro de que hay que cambiarlo casi todo, ponemos tres ejes sobre los que tendremos que actuar. Un eje sería la revisión de los consumos (industriales, edificación, hábitos) y luego está el bloque de la economía de cercanía y economía circular. Aquí entraría esta reflexión, que tiene que ver con la dieta por un lado y con la producción y distribución de alimentos por otro. Son dos cosas diferentes. Tenemos un tipo de dieta que genera indirectamente un montón de emisiones. Así que esa dieta la tenemos que revisar. Nosotros no entramos en el debate del veganismo o no veganismo porque entendemos que hay una función que hace sobre el medio la ganadería extensiva, y esto haciéndolo con control… unos caballos, unas vacas pastando por el monte, manteniendo los pastos montanos, entendemos que no es demasiado problemático. Eso es una cosa y otra es la obsesión carnívora que podamos tener en el país. Hay un consumo exagerado de carne. Hay que hacer una revisión de la dieta, pero hay una reflexión asociada a esto que es súper importante, que es que los alimentos hacen una media de 3.000 kilómetros de viaje antes de llegar a nuestro país. Estos alimentos tienen una huella de carbono y una energía embebida asociada tremenda. Por eso hablamos de la idea de kilómetro cero.

Esto tiene mucho de conciencia personal, autoorganización, cooperativas de consumo, pero también tiene mucho de acción pública, y esta es la otra pata. También tiene que haber una tracción a través de las administraciones públicas para modificar hábitos alimentarios, para impulsar dietas alternativas, para traer alimentos de kilómetro cero y para impulsar un modelo alimentario vinculado al territorio a través de la contratación pública. Hay una capacidad de contratación y de consolidación de un tipo de agricultura vinculada a otros usos de la tierra, a otras prácticas, a otras dietas, a otros consumos que es difícil entender cómo no se está impulsando esto masivamente, cómo no estamos dando la garantía a los productores que están viendo cómo su modo de vida se está yendo al traste, que están viendo cómo se dificulta el relevo generacional, cuando tenemos desde la administración la capacidad de garantizar la compra a una gran cantidad de productores de comida sana a la vez que proveemos a nuestros chavales, etcétera de alimentos de gran calidad. Esta es una de las reflexiones que, evidentemente, hay que ir concretando y detallando.

Aunque el objetivo a largo plazo sea alcanzar la soberanía y la autosuficiencia energética, en el corto plazo es inevitable que la mayor parte de la energía consumida en Euskal Herria provenga de otras partes del Estado español. Incluso podría darse la circunstancia de que en algún momento hubiera que elegir entre la soberanía energética y el consumo de energía de origen renovable (¿es preferible una central de ciclo combinado en Araba o energía producida en un parque eólico aragonés?). ¿Cuál creéis que debe ser el papel de EH Bildu a nivel estatal e, incluso, europeo, en lo relacionado con la transición ecológica y energética?

Yo prefiero energía renovable que venga de Aragón que no la planta de ciclo combinado de Castejón, eso lo tengo claro. Aquí también tenemos que tener claras las prioridades. Ahora mismo estamos en una lucha contra el reloj en el cambio climático, tenemos que reducir emisiones y si tenemos una capacidad de sustitución parcial del consumo de combustibles fósiles a través de energías renovables, hay que hacerlo. Es verdad que eso trae otros problemas, que si nosotros no hacemos nuestra propia transición y no conseguimos una cierta autosuficiencia, vamos a depender de energía exterior sobre la que no vamos a poder tener control en términos de democratización.

Se puede contar con nosotros siempre para hacer políticas en general de izquierdas y transformadoras, en lo climático y energético, ambiciosas también

Además, esa energía habrá que traerla, y si cada vez traemos más energía eléctrica, conforme electrifiquemos más usos vamos a necesitar también líneas de alta tensión, que también son problemáticas con respecto al territorio. Es verdad que con la densidad de población que tiene Euskal Herria y con los consumos que tiene, por mucho que los bajemos, hablar de una autosuficiencia 100% es un poco utópico, por eso hablamos de un horizonte del 75%. A nivel del Estado y en la Unión Europea también vamos a utilizar esta misma línea de trabajo. En la Ley de Transición Energética y Cambio Climático de España votamos a favor a pesar de que no nos parecía suficiente. Es decir, se puede contar con nosotros siempre para hacer políticas en general de izquierdas y transformadoras, en lo climático y energético, ambiciosas también y siempre intentaremos tirar hacia ahí.

En relación a esto, el objetivo que planteáis es muy ambicioso, el del 100% de la energía consumida en 2045 sea de fuentes renovables y una autosuficiencia del 75%, y requiere una capacidad de un esfuerzo político intenso durante más de dos décadas, o sea, requiere decir ya trabajar a todos los niveles de la administración e instituciones. ¿Qué prioridad tiene esta transición en el programa político de EH Bildu? Mencionas que vuestra ambición es gobernar en todos los niveles del país, desde el Gobierno Vasco a los municipios, pasando por las diputaciones, pero lo más probable es que en algún caso se gane y en otros no. ¿En qué se diferenciará vuestra tarea si gobernáis en las diputaciones o en el Gobierno Vasco, o estáis en la oposición?

El hecho de presentar la estrategia energética implica que es uno de los temas importantes para la coalición, cada vez lo está siendo más. Todos los diagnósticos pasan por que la soberanía energética es una cuestión estratégica. El documento recoge las líneas maestras de por donde creemos que tienen que ir las cosas. También reconociendo que tenemos muchas limitaciones, desde limitaciones competenciales, también que cuando decimos que hay que transformarlo casi todo ese todo es muy grande, que está vinculado al devenir de la economía a nivel internacional, porque al final la economía vasca es una economía internacional. La producción, los suministros, todo tiene que ver con unos circuitos que son internacionales. Es difícil, pero no podemos estar esperando a tener una situación ideal. Tú no puedes decir, no, el día que yo decida todo a mi manera esto va a ir guay. Ya, ya, pero ese día no va a llegar. Tú vas a ser un 20% un 25%, un 35% de la representación institucional y del poder político público. Hay otros poderes: están las empresas, hay lobbies, hay inercias… Y tenemos que jugar con todo eso. Y con el resto de partidos. Y aquí lo que decimos, que también lo hacemos extensible para lo que consideramos otros grandes retos de país, es que necesitamos pactos de Estado. No somos un Estado pero tenemos que funcionar como uno, y tenemos que pensar que hay ciertos pilares de algunas políticas, y la energética es una de ellas, que tienen que permanecer incólumes. Tienen que estar ahí esté quien esté gobernando. Tiene que haber una voluntad clara, por ejemplo, de desinversión en combustibles fósiles, de despliegue en todas las escalas de energías renovables, de democratización del acceso a la energía. Tiene que haber unos pactos mínimos en temas tan sensibles como este que puedan permanecer y que tengamos unas políticas propias identificables en los próximos diez, veinte, treinta o los años que hagan falta. No es fácil. No es fácil porque aquí hay otro tipo de vinculaciones y sabemos que el PNV con las energéticas tiene sus vinculaciones, tiene sus puertas giratorias, tienen sus deberes históricos. Por eso también decimos que esto no es una cuestión solamente del poder que pueda tener EH Bildu de traccionar cambios de cosas, sino que esto tiene que venir acompañado de una construcción comunitaria de alternativas en el campo de la energía, por eso también le damos tanta importancia el tema de las comunidades energéticas. A más sociedad empoderada hablando de energía, preocupada por el clima tengamos, más posibilidad tendremos para poner otras políticas en marcha y también para tener capacidad de incidencia en los sitios en los que no tengamos los mandos de la nave.

La mayoría de las medidas planteadas requieren de la acción conjunta o al menos del apoyo de una parte importante de la sociedad, de un cierto consenso social. En el último año ha aumentado de forma abrumadora la conciencia social sobre la crisis climática, la crisis energética, de biodiversidad e incluso alimentaria y son ya parte del debate público. Aun así, los cambios que se han de dar suponen un paso quizás inasumible para gran parte de la sociedad. ¿Cómo os planteáis transmitir esta información evitando las ideas catastrofistas o paralizadoras? ¿Cómo se puede transmitir la necesidad y oportunidad de una transformación integral de la sociedad?

Es un tema clave al que estamos dándole vueltas. Es un poco complicado ir con el mensaje de que hay que hacer muchos sacrificios a esta sociedad después de cuarenta años de neoliberalismo, en los que parece que el mercado proveerá y todo será bonito y tal y de repente decirle oye, cómo que vienen sangre, sudor y lágrimas, esto qué, nadie nos había preparado para esto. Pero a la vez es verdad que tenemos que transmitir esa otra parte, ese otro paradigma, otro tipo de vida, nosotros hablamos de otra manera de estar en el mundo. Esa otra manera de estar en el mundo está en profundo conflicto con lo que nos ha ofrecido el capitalismo neoliberal de los últimos cuarenta años, que era esa autonomía individual, esa falsa libertad de “yo puedo, yo me muevo, yo voy un fin de semana a Londres”, que aquí parece que la buena vida está relacionada con tener una súper furgoneta e irme a esquiar cada fin de semana, hacer no sé cuántos kilómetros. Todo esto tiene que cambiar. Porque al final tenemos ese espíritu comunitario también enraizado del que tenemos que tirar, esa actividad social comunitaria. Ese juntarnos, ese darle importancia al comer y estar con los amigos, a todo esto hay que recurrir, hay que recuperarlo porque eso está de alguna manera en la conciencia colectiva. Hay que tirar un poco de esa idea para transmitir ese optimismo también de decir “eh, es verdad, material y energéticamente vamos a un mundo mucho más delgado, pero también es verdad que las cosas importantes en la vida tampoco tienen una huella energética y material desorbitada”. Yo creo que hay que marcar un horizonte alternativo de bienestar. Todo esto estamos hablando después de que tengamos garantizados unos mínimos materiales y energéticos en la vida. Pero hay que también tener esa parte de advertencia, decir que las cosas se están moviendo, se van a mover más: no entremos en pánico y sobre todo no caigamos en las tentaciones de discursos de mantener nuestra realidad a toda costa que tan funcionales son para la ultraderecha. No podemos olvidarnos de eso. Aquí no está garantizada una transición más o menos razonable.

Vamos a tener que sudar la camiseta, pero también recordemos que hay cosas importantes que se pueden hacer en la vida sin tener una huella energética climática atroz como la que tenemos

Puede que cuaje ese discurso, que ya sabemos lo que es, es un fascismo. Puede ser un fascismo clásico, puede ser un ecofascismo que sea consciente de que hay límites planetarios, y diga bueno, como hay límites, nosotros peleamos por que nadie entre en nuestros terrenos y vamos expulsando a la gente a patadas. Yo aquí tendría mucho cuidado en cuanto a la modulación de los discursos. Tiene que ser un: no va a ser fácil, va a ser largo, vamos a tener que sudar la camiseta, pero también recordemos que hay cosas importantes que se pueden hacer en la vida sin tener una huella energética climática atroz como la que tenemos. Entrar en una lógica de aseguramiento de colapso es muy peligroso. La verdad es que se pueden hacer cosas, se puede tener un horizonte interesante. Llamémoslo, no sé, optimismo responsable.

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https://www.elsaltodiario.com
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