Zona Especial Norte (ZEN), 40 años de un plan que dejó huella

Barrionuevo y González reciben al ministro frnacés de Interior, Gaston Defferre. (Moncloa)
Fernando Alonso Abad

Diseñado con carácter de guerra irregular, el Plan ZEN proponía la «derrota política de ETA como condición de su derrota militar» y abarcaba de la batalla psicológica a periodistas a sueldo, pasando por lo estrictamente represivo. Cinco meses después llegaban los GAL. Y algunos métodos perduran hoy.

En diciembre de 1982 se formó en España el primer Gobierno del PSOE desde la II República española, tras haber ganado este partido las elecciones generales dos meses antes. Aquella victoria electoral despertó la esperanza de sectores políticos y sociales que pensaron que la llegada al Gobierno de un partido de izquierdas tras el franquismo podría ser el inicio del auténtico cambio que se reclamaba en el Estado español.

Si bien el paso del tiempo se fue encargando de aniquilar expectativas y ahogar esperanzas, en lo que afectaba al contencioso político entre España y Euskal Herria cualquier horizonte prometedor se desvaneció desde el mismo comienzo. Y es que, al momento siguiente de su nombramiento como nuevo inquilino de La Moncloa, Felipe González ya se encargó de dejar meridianamente claro en unas declaraciones públicas que su punto de vista hacia Euskal Herria era exclusivamente de orden represivo, antiinsurreccional.

El 3 de diciembre de 1982 formó su primer Gobierno y puso como ministro de Interior a José Barrionuevo, quien apenas dos meses después de su toma de posesión presentó las lineas generales del denominado Plan ZEN, Zona Especial Norte, un programa incluido en el marco de una estrategia general de Estado, de carácter contrainsurgente, destinado a combatir en todos los frentes contra el independentismo vasco.

Los objetivos del plan no sólo afectaban a la lucha contra ETA o a la izquierda abertzale sino que se extendían de manera colateral al conjunto de la sociedad vasca en una auténtica socialización de la represión. Tal y como se puede leer en su propio Preámbulo: «Este Plan (…) trata de enfrentarse con la realidad y peculiaridades del País Vasco y Navarra. Sus líneas generales ofrecen una estructura con la que se pretende alcanzar ahora unos objetivos, definidos en este momento, pero lo suficientemente amplios y flexibles como para que puedan adaptarse a medida que las circunstancias lo vayan exigiendo o la situación lo requiera”.

Como puede observarse, una declaración de voluntades con absoluta versatilidad represiva y sin fecha de caducidad, que vendría a marcar los parámetros de lo que sería un año más tarde la conocida como «Ley antiterrorista». Una norma que autorizaba detenciones incomunicadas de hasta diez días y permitía espacios opacos de absoluta impunidad.

Algunas de las medidas de aquella «Ley Antiterrorista» incluso fueron declaradas inconstitucionales años más tarde. Pero el mal ya estaba sembrado. Algunos elementos mutaron y fueron incorporándose a la legislación ordinaria, con lo que el plan integral de Estado se perpetuó sobre aquel mismo suelo ético y estratégico.

Luego llegaría el Pacto de Ajuria Enea, con la colaboración necesaria y protagonismo del PNV, los intentos de aislamiento político y enfrentamiento civil, las ilegalizaciones y otros recursos empleados a lo largo del tiempo con el objetivo de alcanzar lo que el Plan ZEN planteaba: «La derrota política de ETA como condición de su derrota militar».

El Plan ZEN, cuya versión original e íntegra permanece aún como documento secreto, constaba de un Preámbulo y once capítulos. Hacía especial énfasis en la «guerra psicológica» y se otorgaba un papel destacado a la utilización de periodistas y medios de comunicación, recomendando la práctica de la mentira, la manipulación informativa, la extensión de rumores o incluso la compra de periodistas.

El Plan proponía «atribuir parte del mérito de los éxitos policiales a la colaboración ciudadana» o «difundir enfrentamientos y discrepancias». «Basta que la información sea creíble para explotarla», remarcaba

En uno de sus puntos proponía «atribuir parte del mérito en los éxitos policiales que se obtengan a la colaboración ciudadana (….), dar informaciones periódicas, a través de terceros, que difundan enfrentamientos y discrepancias entre terroristas, sus ideologías foráneas, sus negocios sucios, sus costumbres criticables, etc. Basta que la información sea creíble para explotarla».

Como objetivos a alcanzar también establecía la «potenciación de la lucha contraterrorista en todos los campos: político, social, legal y policial», «conseguir la permanencia en la Zona Especial del personal de los Cuerpos de Seguridad del Estado»  o «realizar acciones encaminadas a concienciar a la población vasca de que la desarticulación del aparato terrorista conlleva una mayor seguridad pública y una mejor defensa de las tradiciones vascas».

Curiosamente, en diferentes momentos hace referencia a la particular idiosincrasia del pueblo vasco, a la cultura y tradiciones, contraponiendo al «terrorista malo» con el «vasco bueno». Por un lado sitúa la perversión de quienes viven en la enajenación rebelde independentista y, por el otro, a los vascos dóciles, bonachones y trabajadores que viven sin contradicciones con España.

«Desconfíe especialmente de las personas jóvenes, sobre todo si visten anorak oscuro, pantalón vaquero, zapatillas deportivas y bolsa de deportes», se advertía en el texto.

Conllevaba una auténtica gestión antiinsurreccional de los estereotipos que se enfocaba no solo hacia la sociedad sino incluso hacia sus propios efectivos, «procurando que la formación no sea tan belicista como la que reciben en el Centro de Adiestramientos Especiales los integrantes de la Guardia Civil que van destinados a la mencionada Zona».

En el texto del Plan ZEN se pedía repetir constantemente una idea de fondo: «La Policía sufre acciones de violencia por ser un impedimento para quienes pretenden imponer por la fuerza un sistema contrario a la tradición cultural vasca y al respeto a la libertad y derechos de los demás. (...) Difundir en los medios de comunicación todas las acciones realizadas por los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que hayan producido beneficios directos a los ciudadanos, incluso con publicidad pagada en los medios remisos a su difusión».  

Uno de los objetivos era «conseguir que la población se convenza de que los detenidos obtienen un trato digno»

De cara a la sociedad vasca, marcaba objetivos como «convencer al ciudadano de que Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado están para protegerle y darle seguridad y que el enemigo común es el delincuente y el terrorista. Lograr el respeto, apoyo y colaboración de los ciudadanos hacia los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado. Contar con el apoyo ciudadano para marginar a la Organización Terrorista aislándola del resto de la sociedad».

También aludía a los familiares y amigos de los prisioneros políticos vascos, aspirando a «conseguir que la población (especialmente los familiares de los detenidos presos) se convenza de que los detenidos obtienen un trato digno». Y ello en un periodo (1980-85) que marcó un pico de torturas después de la muerte de Franco según el informe oficial elaborado por el IVAC, como constata este cuadro extraído del trabajo.

El Plan abogaba por las delaciones, los infiltrados, la creación de una red de chivatos, el fomento de la figura de los arrepentidos, la extensión del concepto «nosotros/ellos», la criminalización de estereotipos según estética, la vestimenta, la insistencia en que el trato a los detenidos era correcto… Es decir, todo el catálogo de lo que el Estado español ha estado aplicando a lo largo de estos cuarenta años transcurridos desde entonces.

Incluso proponía «subvencionar un buen folleto, ‘La verdad sobre la nueva ETA’, con manifestaciones de vascos, líderes en la política, arte, cultura, economía, etc., que se han ido publicando en los últimos tiempos y que evidencien: el daño que están produciendo en el pueblo vasco, la incompatibilidad con los valores tradicionales vascos, la desvinculación con la antigua ETA, la historia delictiva de los últimos años.... Todo muy ilustrado y atractivo, con ediciones en castellano, euskara y francés y buscando una distribución masiva en las provincias vasco-españolas y vasco-francesas y, especialmente, en colegios y universidades».

José Barrionuevo presentó el Plan ZEN a comienzos de 1983 y el 18 de mayo fue aprobado por el Consejo de Ministros. Entró en vigor sin pasar por el trámite del Parlamento español.

Cinco meses después de que en calles y pueblos de Euskal Herria comenzaran a verse las primeras expresiones de la nueva estrategia de Estado, el 16 de octubre los refugiados políticos vascos Joxean Lasa y Joxi Zabala desaparecían en Baiona. Los restos de sus cuerpos verían la luz pública en 1995 tras haber sido hallados años antes en un paraje de la localidad de Bussot, en Alacant. Habían sido secuestrados, torturados, asesinados y sus cuerpos hechos desaparecer. Los implicados, con Rodríguez Galindo a la cabeza, pertenecían a la Comandancia de la Guardia Civil de Intxaurrondo.
El 18 de octubre de 1983, dos días después del secuestro de Lasa y Zabala, tres miembros de los GEO de la Policía española, con un inspector al frente, intentan secuestrar, sin éxito, al refugiado José María Larretxea Goñi.

Pocas semanas después, José Amedo y Michel Domínguez traman el secuestro en Hendaia de Segundo Marey -que confunden con Mikel Lujua-, para lo que contratan a tres mercenarios a quienes pagan con fondos reservados. En este caso resultaron implicados varios policías de alto rango y cargos políticos e institucionales del PSE, como Julián Sancristobal o Ricardo García Damborenea que, según se recoge en sentencia, redactó el comunicado que firmaron con las siglas GAL. García Damborenea llegó a decir que Felipe González estuvo en todo momento al corriente de los hechos.

El 16 de diciembre de 1983 matan a tiros en el bar Kayetenia, de Baiona, a Ramón Oñaederra, «Kattu». Trece días más tarde, un francotirador del GAL mata por disparos en Donibane Lohitzune a Mikel Goikoetxea, «Txapela». Así acababa el primer año de Gobierno de Felipe González y del Plan ZEN.

El proyecto que puso en marcha José Barrionuevo con el nombre de Plan ZEN había sido diseñado por el general de la Guardia Civil Andrés Cassinello sobre el antecedente de un documento elaborado en 1977 para su difusión entre los mandos del Ejército español. El trabajo se titulaba ‘Orientaciones para la subversión y la contra subversión’.

Durante su carrera militar, Andrés Cassinello se había especializado en «acción psicológica e información anti subversiva» y en 1966 fue diplomado en contrainsurgencia por el Centro de Guerra Especial de Fort Bragg, en los Estados Unidos. Había pertenecido a los servicios de Información franquistas, SECED, de donde pasó al CESID y, seguidamente, a la Jefatura del Servicio de Información de la Guardia Civil. Fue también subdirector del Mando Unico para la Lucha Contraterrorista, MULC -previamente MULA-, dirigido por el comisario Manuel Ballesteros.

Andrés Cassinello habría participado en el control por parte de los servicios de Información de Franco del congreso del PSOE en Suresnes, en octubre de 1974. Aquel congreso, del que se ha escrito que fue supervisado por el franquismo, fue el que cambió de raíz la orientación política e ideológica del histórico partido y colocó a la cabeza a Felipe González.

El periodista de investigación Alfredo Grimaldos, autor del libro “La CIA en España”, fue preguntado en una entrevista sobre si la CIA había controlado a los GAL. Su respuesta fue clara: «No directamente, pero el cerebro de los GAL fue un hombre de la CIA en España, el general Andrés Cassinello. Pero se quitó de en medio cuando implicaron a Rodríguez Galindo por temor a salir mal parado».

En una entrevista en 1984 un periodista le preguntó precisamente a Andrés Cassinello si, tal y como señalaban algunas fuentes, él era el jefe de los GAL. Esta fue la respuesta: «Fíjate si fuera verdad y tú lo hubieras descubierto. Tu vida valdría sólo dos pesetas».

Todos los nombres que aparecen a lo largo de este texto vinculados con el Plan ZEN han sido relacionados en algún momento con la guerra sucia de Estado; algunos directamente, habiendo sido juzgados y condenados aunque su paso por prisión fuera fugaz; otros, como la llamada «X de los GAL», permanecen impunes y se muestran orgullosos de la tarea realizada.

Fuente
https://www.naiz.eus/
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