Chavistamente: El (Pom)peo es de clases

Donald Trump
Carola Chávez

La cosa es así: Ellos tienen clubes privados donde solo pueden entrar los que pueden pagar un dineral por la acción, pero, espere, no basta el dineral, falta la aprobación de los otros socios del club, no vaya a ser que se les cuele una persona indeseable, como, por ejemplo, alguien que no tenga el abolengo de los socios que llegaron primero.

Y a los que llegaron después y eran sospechosamente bronceados, con sospechosos pelos alisados, no los dejaron entrar, y eso que tenían, en muchos casos, más dinero que los que habían llegado primero. “Una cosa que que hagamos chanchullos juntos y otra muy distinta es que pretendas entrar a mi club” –escupió una Zuloaga Machado Lovera a un Perez Lepaje que ¡far favar!

Y como Perez tenía de sobra y sus amigos también, se hicieron otro club más grande, más chévere, donde la gente podía revolver el whisky con el meñique sin que los otros lo vieran mal. Una copia sin abolengo del club donde fueron “negreados”, con su entrada infranqueable protegida por un señor con uniforme de almirante comprado en La Piñata, que, pobrecito, con tanto dorado en los hombros se encandiló y creyó que él no era como los patensuelo que no podían pasar.

Y también a ese club llegaron candidatos de dudosa procedencia: gallegos, portugueses, sirios que “¿qué se creen? Si son hijos de taxistas, conserjes y abasteros, ¡Qué ordinariez!” - Resoplaba al borde de un soponcio Marianella Matos, Primera Dama (E) del presidente de turno, mientras la Primera Dama legítima, tres mesas más allá, hacía brillar el nuevo solitario de diamante que le cayó como anillo al dedo, a modo de multa por resbalón extramarital de un marido siempre sinvergüenza.

De cada rechazo un nuevo club, para separarse, para distinguirse de la chusma, chusma, chusma, prfff. Así, llenaron al país de puertas, portones, garitas de vigilancia, guetos de gente bien, beautiful people, donde la vida se convirtió en un ir de club privado a colegio privado a restaurantes privados donde se reservan el derecho de admisión. El este del Este de la vida, desde donde, desde hace 20 años, están tratando de sacar a los negros, que con votos, llegaron al poder.

“Ese zambo no me representa. Qué pena con la imagen internacional de nuestro país cada vez que sale ese negro para afuera. ¡Besó a la Reina de Inglaterra!, ¡qué pena con esa señora!. ¿Por qué no te callas? ¡Que viva el Rey!”

“Este país se lo lleva el diablo, ¡qué diablo ni qué ocho cuartos!, se lo lleva el comunismo, que ahora le metió en la cabeza a esa cuerda de marginales que ellos también pueden ser doctores, que no consigo cachifa porque ahora el gobierno les paga para que estudien y ahora  mis pocetas dan grima, o sea… Que ahora ellos también pueden vivir en un apartamento en la avenida Libertador, cerquita del mío, devaluando mi inversión con su ordinariez. ¡Qué rabia, qué rabia, qué rabia!

Golpe, paro, guarimba, guarimba, guarimba, y nada, nada y nada… ¡Descargue usted esa arrechera! Y la descargaron quemando gente viva, matando a un muchachito en un urbanismo de la Misión Vivienda, “no joda, porque ahí viven los chavistas y hay que matarlos a todos… y luego al Cuartel de la Montaña a quemar también esa mierda!” –tuitean frenéticos, con los dedos embarrados de mierda y de Nutella… y nada, nada, nada… solo odio. Son la nada…

“Cambio de táctica, amiguis, ahora la asfixia, que paguen esos negros por no votar por nosotros. Thank you, Mr. Obama, por los decretos concedidos, y no se lo tome a pecho que lo de negro no es con usted”.

De la nada, más nada: una autoproclamación, un presidente (AEIOU) electo en Washington que pide, por favorcito una invasión, que de 24 a 72, el que entendió entendió. Que “sí o sí”. “Vamos a La Carlota con nuestras banderas de barras y estrellas para que las bombas no se estrellen contra nosotros sino contra esos malditos de morrales tricolor”.

¡Maldito Guaidó, no nos invadieron! –descargaron su arrechera contra el títere incapaz que hasta hacía unas horas era su mesías, su Presidente igualito a Obama, que era la única forma de digerir aquel indeseable colorcito, aquella nariz aplastada, aquel aspecto tan de Catia La Mar, que ¡ay fos!

Todo el odio que reservaban para nosotros fue vertido sobre Bobolongo, el imbécil que teniendo todo el poder de los gringos detrás (valga el chinazo literal), no logró sacar a Maduro del poder. El odio delirante, suicida, que reclama furioso su derecho a una invasión militar extrajera, violado por Guaidó, que ya no sabe cómo arrastrase para que esa pesadilla que sueñan se haga realidad.

Aprietan las sanciones. Aplaude Guaidó, buscando aire. Al gobierno de Maduro no se le vende ni una curita, al empresario toda la Nutella que quiera. ¿Dónde está el bloqueo si hay Nutella en todos lados? –preguntan inteligentísimos. Fabi Fabulosa, toda fashion, haciéndose la sueca con la “ayuda humanitaria“ pide que dones tú, con tus reales, juguetes para esos niños que ella, ni de lejos, dejaría jugar con su hija.

Lloran porque el ”pohébolo” tiene hambre pero atacan a los CLAP y a cualquiera de las formas que hemos conseguido para resistir de pie; justamente por eso, porque han servido para resistir. Aplauden las sanciones y fabrican ONGs financiadas por los bloqueadores para “salvar a las víctimas del comunismo” BLOQUEADO. Ellos, los que se reservan el derecho de admisión, ahora dicen que son los que van a salvar a quienes no han admitido en su vidas sino para explotarlos. Ya vengo, voy a llorar un poquito…

“¡Pero, un momento, paren todo, que ya como que no hay que disimular!” Del odio más denso saltan, en un parpadeo, al furor sediento de sangre, cuando, después de haberlo humillado bastante, Donald Trump, que lo deprecia por latino, por negro, y sobre todo por arrastrado, intenta, sin convicción, inflar a Guaidó, esa marioneta inepta que Pompeo le encasquetó.

Y vuelve la ilusión de que Caracas se convierta en Trípoli, pero claro, de Chacaito para allá; porque para acá, los clubes seguirán abiertos y los campos de golf verdecitos, y las Mercedes y Altamira llenas de gente bella, a salvo porque en sus techos y terrazas ondeará la bandera de barras y estrellas, la contraseña para que el soldado Ryan, sepa dónde no bombardear.

Y bajará la marea, oootra vez, y redirigirán su odio al imbécil que los engañó, como antes lo hicieron con él mismo y con todos los que lo precedieron. Eso sí, intacta la soberbia que no les deja ver que sin un rosario de imbéciles les engaña, una y otra y otra vez, ellos, la gente decente y pensante, muy brillante no deben ser.

En fin, que les queda el consuelo de no dejarlos entrar en su Club.

El peo es de clases y bien gafo el que a estas alturas no lo sepa.

¡Nosotros venceremos!

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https://www.conelmazodando.com.ve
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