Aguantar la respiración hasta las elecciones de octubre

Imagen: Jair Bolsonaro durante la toma de posesión de André Luiz de Almeida Mendonça como magistrado del Supremo Tribunal Federal el 16 de diciembre de 2021. Créditos: Isac Nóbrega/PR. Fotos Públicas
Juraima Almeida

En este artículo la autora reflexiona sobre el panorama político que se abre en los próximos diez meses en Brasil.

No termina el 2021 y los brasileños están preocupados de cómo serán los primeros nueve meses de 2022,  hasta que lleguen las elecciones presidenciales del primer domingo de octubre, cuando esperan que comience el final de los desmanes y exabruptos del ultraderechista presidente Jair Bolsonaro.

El cuadro social es dramático: 113 millones de brasileños reciben alimentación en cantidad insuficiente y otros 19 millones están hundidos en el hambre y la miseria. El escenario económico es por demás sombrío, y se espera para un sensible aumento en la inflación. El 40% de la fuerza laboral vive de trabajos eventuales, sin garantías laborales, y 13% está desempleado. Unos 75 millones de brasileños sobreviven en situación precaria.

El cuadro de miseria se repite por todo el país, con énfasis en las grandes metrópolis, especialmente São Paulo y Río, mientras Bolsonaro pasea en jet sky o en moto. Si bien la gente pasa hambre, el valor destinado a inversiones en las instalaciones militares, acordes con el presupuesto previsto para 2022, supera por mucho el previsto para educación y salud.

La encuestadora Datafolha reveló que al menos el 37% de los brasileños de bajos ingresos no cuentan con el alimento suficiente para abastecer a todos los miembros de la familia en su consumo. El 45% de los desempleados admitió que no cuentan con la comida necesaria para su familia.

Asimismo, del porcentaje general, el 26% de los encuestados admitió que no tienen comida suficiente para alimentar a su familia. Dentro del sector de desempleados, uno de los más golpeados por la crisis alimentaria que vive Brasil, el 45% admitió que la comida le es insuficiente para su familia.

El círculo rojo y la reelección

Bolsonaro sabe que su popularidad va en caída libre y crece vertiginosamente la reprobación de su gobierno. Su reelección es apenas un sueño, algo cada vez más alejado de la realidad, ya que en todas las encuestas el favoritismo es para el ex presidente Luiz Inácio Lula da Silva.

El círculo rojo de poder -los medios hegemónicos de comunicación, el empresariado y los agentes del mercado financiero- intentaron inventar un candidato de una tercera vía (entre ellos el ex fiscal de la Operación Lava Jato y ex ministro de Justicia Sergio Moro), pero ninguno de los propuestos logró aval popular. Es más, el surgimiento de un tercer candidato elevó la posibilidad de que Lula sea elegido a en la primera vuelta.

Y el todavía presidente teme al día después que deje la presidencia, cuando distintos tribunales le abrirán más para juzgar centenares de denuncias de crímenes contra la humanidad, destrucción del medio ambiente (en tres años de gobierno la deforestación aumentó 80% y 139% en las reservas indígenas), atentado contra la salud pública, complicidad en muertes por la pandemia, y, desde luego, por corrupción.

En moto

Si todo continúa en el plano institucional, le resta casi un año en el palacio presidencial del Planalto, para acumular más denuncias de crímenes, mientras sigue tratando de atemorizar a la ciudadanía con sus caravanas de motociclistas.

Las 13 caravanas de motociclistas que encabezó Bolsonaro a lo largo del último año le costaron al Estado unos 881 mil dólares, según una revelación de Folha de São Paulo. La primera fue el 9 de mayo en Basilia y luego participó de las que se realizaron en los estados de Río de Janeiro, São Paulo, Santa Catarina, Río Grande do Sul, Goiás, Minas Gerais, Pernambuco y Paraná.

Las caravanas, en medio de los devastadores efectos del coronavirus en el país, fueron utilizadas por Bolsonaro para buscar una demostración de fuerza en medio de la fuerte caída de su popularidad, impulsada por el avance de la inflación y la exposición del gobierno federal por su manejo de la crisis sanitaria.

En cada movilización, el mandatario de ultraderecha aprovechó para defender el accionar de su gobierno y disparar críticas feroces a la oposición y a la Corte Suprema por las investigaciones en su contra, y puso en duda la realización de las elecciones presidenciales del próximo año, para las que viene en caída libre.

A Bolsonaro se le puede acusar de innumerables cosas, pero no de idiota, y es consciente del peligro que corre de no ser reelegido. Pero, de cara a la realidad y las encuestas, quizá prefiera se candidato a diputado o senador, asegurando sus privilegios y también su impunidad.

Los sondeos indican que poco más de la mitad del 20% de sus seguidores son rigurosamente incondicionales y  las acciones de Bolsonaro contribuyen a alimentar a la jauría más adicta. Por eso rechaza la vacunación anti covid en general –que ya causó más de 600 mil muertos- y se opone de manera feroz a que se aplique a niños entre cinco y 11 años.

Como dice el escritor y analista Eric Nepoomuceno, “sí, sí: 2022 será un año especialmente largo. A ver cómo sobreviviremos”.

Fuente
https://rebelion.org/
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