De cuentos y cuentas: reflexiones sobre el acuerdo europeo para un fondo de recuperación

Pool Consejo Europeo
Joseba Permach

Una cosa es comprender que Sánchez con un presupuesto puede gobernar, por lo menos, dos años más y otra cosa es pensar que los problemas de su gobierno se han acabado.

Tras unas largas negociaciones el Consejo Europeo ha acordado la puesta en marcha de un fondo para la recuperación económica. En este contexto, Holanda, Suecia, Austria, Dinamarca y Finlandia han conformado un bloque autodenominado “los frugales”. Una nueva metáfora que viene a engordar el mito puesto en marcha en la crisis del 2008 y que bajo la reivindicación de la “austeridad” reclamaba a los países del sur de Europa, especialmente a Grecia, que reconociera que vivía por encima de sus posibilidades y que tenía que regresar a una vida más austera.

Dice el diccionario de la RAE que frugal se refiere a “parco en comer y beber”. Hemos pasado del cuento de la austeridad al de la frugalidad, de la reivindicación de la vida austera al de la comida austera. Y como paladín de la frugalidad se nos presenta a un jefe de un Estado que mediante el dumping fiscal hace que un buen número de transnacionales se ahorren millones de impuestos tributando en Holanda mientras dice a los Estados más pobres cómo tienen que gobernar. Un nuevo apretón de tuerca para las clases populares en el que se han puesto las bases para que algunos sigan engordando sus cuentas mientras a los demás nos siguen contando cuentos.

Érase una vez

Así rezaban la mayoría de los cuentos y así reza también el viejo cuento de Europa. Érase una vez una Unión Europea basada en valores universales de libertad y solidaridad. Una Europa que tenía como objetivo no sólo el libre movimientos de capitales y de personas, sino también la integración social y los mecanismos de solidaridad. Ese cuento pasó hace tiempo a la historia.

La pandemia ha retrasado el Brexit, pero durante este tiempo la Unión ha demostrado, una vez más, que ya no es tal: el viejo cuento de la cohesión y la solidaridad no existe

Desde que en 1993 se aprobara el Tratado de Maastricht las políticas neoliberales han determinado las políticas comunes y la de sus estados miembros. Mientras la economía engordaba a base de especulación financiera e inmobiliaria la apuesta parecía sostenible, pero la crisis del 2008 puso en evidencia todas sus carencias. Los bancos quebraban y la economía se “hundía”. Las ayudas millonarias a la automoción y el “rescate” financiero fueron la solución propuesta. La mayor transferencia de dinero público al sector privado de la historia. El denominado “rescate” pasó a engrosar las filas del endeudamiento público y en nombre de la austeridad se le exigió a los estados la disminución el gasto público y social a la vez que privatizaban sectores y vendían infraestructura pública. Grecia fue la punta de lanza, pero las políticas de austeridad se extendieron por todo Europa.

A ello hay que sumar las guerras en Libia y Siria, la extensión de la pobreza en la África postcolonial y las crisis migratorias provocadas por todo ello. Millones de personas camino a una Europa que no pone fronteras a sus riquezas pero levanta muros contra las personas.

Aprovechando esa crisis migratoria mundial y con el objetivo de priorizar los intereses de la City, el Reino Unido abrió la espita del Brexit y puso a Europa en jaque y al borde del precipicio. La pandemia ha retrasado el Brexit, pero durante este tiempo la Unión ha demostrado, una vez más, que ya no es tal. Que el viejo cuento de la cohesión y la solidaridad no existe, que las fronteras, incluso dentro de la UE, se han cerrado a cal y canto y que los Estados han competido por material sanitario a espaldas de sus socios comunitarios.

Mientras, la economía se ha derrumbado, millones de personas han sido expulsadas al paro y muchas otras están en situación de ERTE con un futuro lleno de incertidumbre y precariedad. La pandemia ha afectado más a los Estados que debido a la “austeridad” iniciaron el desmantelamiento de la sanidad pública. Ahora, en nombre de la “frugalidad”, se les vuelve a pedir que vuelvan a apretarse el cinturón. Más de lo mismo y siempre para los mismos.

Un poquito sobre la historia del fondo

A medida que las consecuencias de la pandemia iban arreciando, los lideres europeos se dieron cuenta de las dramáticas consecuencias económicas de todo ello. Antes de la crisis sanitaria ya se había constatado que la economía mundial iba a entrar en crisis. Ahora ya era una evidencia y de consecuencias mucho más grandes de las esperadas. Es importante subrayar que las crisis son inherentes al sistema capitalista y mucho más en su versión neoliberal, financiarizada y expuesta a burbujas permanentes.

Obviamente, las crisis no afectan a todos por igual. Visto el fuerte endeudamiento de los estados del sur y el grave impacto económico de la pandemia en los mismos, Pedro Sánchez llevó una propuesta audaz a la cumbre realizada a finales de abril: la creación de un fondo de 1,5 billones de euros financiados con deuda perpetua y que se repartiría en su conjunto en forma de transferencias y no en forma de deuda. El reparto se planteaba atendiendo a las consecuencias de la pandemia y por ello era una propuesta favorable a los países más castigados por el covid-19.

El Registro de Economistas Asesores Fiscales (REAF) elevaba la cifra hasta los 40.000 millones. Puesto negro sobre blanco es como se pueden valorar los 72.000 millones anunciados

Esa propuesta no salió adelante. Lo que ha se ha negociado en la última cumbre ha sido una propuesta de la Comisión que sólo contemplaba en forma de transferencias un tercio de lo propuesto por Sánchez: 500.000 millones. El resto se proponía en forma de créditos. Con todo el respeto, pero esta parte no es más que una cortina para adornar las transferencias y además supondrá mayor endeudamiento para quien las reciba.

Sólo entendiendo que la última cumbre partía ya de un listón mucho más bajo del que pensaba saltar Pedro Sánchez, se comprende que no hay razones para valorar positivamente el acuerdo alcanzado. Además, los llamados Estados frugales se han batido en la cumbre para disminuir todavía más esa cantidad.

Lo que nos cuentan

Públicamente se ha vendido como un fondo de 750.000 millones, pero ciertamente sólo 390.000 millones serán subsidios sin devolución. El resto serán en simplemente créditos. En la crisis del 2008 a este tipo de créditos le llamaban “rescate”, ahora los venden como si de un regalo divino se tratara.

El denominado Nuevo Plan Marshall tiene como objetivo elevar el gasto público y privado para activar la economía y sacarla del agujero en que se ha metido. El gobierno del estado español preveía a primeros de mayo que la recaudación pública iba a disminuir en 25.000 millones. El Registro de Economistas Asesores Fiscales (REAF) elevaba la cifra hasta los 40.000 millones. Puesto negro sobre blanco es como se pueden valorar los 72.000 millones anunciados para el estado español. Esto es, estamos hablando de que las transferencias que en forma de subsidio recibirá el estado durante los próximos tres años son simplemente el doble del agujero económico que van a dejar este año las arcas públicas. Ni más ni menos.

Una cosa es comprender que sin ese dinero el gobierno de Sánchez no tenía ni la posibilidad de presentar un presupuesto el próximo otoño (de ahí su alegría) y otra cosa diferente es pensar que este fondo va a servir para poder hacer frente a los serios problemas estructurales que tiene la economía estatal. Una cosa es comprender que Sánchez con un presupuesto puede gobernar, por lo menos, dos años más y otra cosa es pensar que los problemas de su gobierno se han acabado.
Las cuentas que no nos cuentan

Nos cuentan las cantidades que el estado recibirá, pero nadie valora el draconiano procedimiento que los estados habrán de seguir para ello. Cada uno de ellos tendrá que presentar planes de inversiones y reformas que habrán de ser aprobados por una mayoría cualificada del consejo (al menos 15 estados) y el desembolso se hará conforme se vaya respetando el desarrollo de los planes. Además, y a petición de Holanda, si uno o varios miembros consideran que hay incumplimiento, podrá activar el “freno de emergencia” y paralizar las ayudas hasta abordar el tema en una reunión de los líderes comunitarios.

¿Pero cuáles son esa reformas? Muchos son los aspectos y propuestas que trata la Comisión respecto a las reformas que debe acometer el estados español en los próximos años. Vamos a resumirlo en tres grandes campos.

El primero y más acuciante. La sostenibilidad presupuestaria del Estado no está salvada en modo alguno con esas subvenciones y esto le va a exigir un ajuste en materia fiscal y presupuestaria. Hace unos pocos meses hasta el Banco de España proponía incrementar la presión fiscal sobre las grandes corporaciones, hoy ya aparece la subida del IVA como la única alternativa barajada. Los impuestos directos cada vez recaudan menos y los indirectos seguirán aumentando su participación. O dicho de otra forma: el mayor endeudamiento al que vamos a ser sometidos por un sistema que no funciona y sólo enriquece a unos pocos, lo vamos a pagar los y las de siempre. Además, todo apunta a que este ingreso no va ser suficiente y por tanto, los recortes de gasto público y social volverán a ser una cruda realidad los próximos años.

Una de las principales recomendaciones de la Comisión pasa por promover la inversión privada con lo que una buena parte de las subvenciones que va a recibir el Estado van a ir directamente a promover o complementar dicha inversión

En segundo lugar están las reformas en el mercado laboral y de pensiones. Este gobierno se presentó a las elecciones con la promesa de revocar la reforma laboral. La Comisión no es partidaria de ello. Emplaza al Estado para que tome medidas contra la precariedad, pero la liberalización del mercado de trabajo sigue siendo el mantra neoliberal que preside las políticas laborales de la Unión. No nos espera nada nuevo en este campo. Respecto a las pensiones, la Comisión ha instado al Estado español a que tome medidas para garantizar la sostenibilidad del sistema de pensiones. En definitiva, que no habrá incremento sustancial alguno y, al contrario, pueden darse movimientos regresivos al respecto.

Finalmente, hay un buen número de propuestas relacionadas con la transición ecológica de la economía. Es lógico que el gobierno de Sánchez esté entusiasmado con este aspecto, pero no debemos olvidar que una de las principales recomendaciones de la Comisión pasa por promover la inversión privada con lo que una buena parte de las subvenciones que va a recibir el Estado van a ir directamente a promover o complementar dicha inversión. O dicho de otra manera más sencilla: si en la anterior crisis el dinero público terminó en manos de los bancos, en esta ocasión todo apunta a que una buena parte irá a la automoción, energéticas y aquellos sectores que apuesten por el coche eléctrico, energías renovables y otras medidas ecológicas. Obviamente, mejor a la economía verde que a los bancos, pero la pregunta de verdad es por qué no puede haber inversión pública directa mientras financiamos entre todos y todas la inversión privada que genera beneficios para unos pocos. Greenwashing le llaman a este cuento. O como pulirse el dinero público mientras nos venden el cuento de la transición ecológica. Y obviamente no negamos su absoluta necesidad, sino la imposibilidad de que sea el sector privado quien la lidere. Al sector privado le mueve el beneficio y no el bienestar común o el respeto al planeta y sus recursos naturales.

Los pueblos sin Estado no tenemos competencias para legislar en materia laboral o de pensiones, no decidimos el nivel de deuda, no estamos donde se reparten los fondos. No pintamos nada en este cuento

El mismo cuento de siempre

Ciertamente, el acuerdo puede ser valorado positivamente porque es la primera vez que Europa pone en marcha un fondo común de estas características. En todo caso, lo cierto es que las cantidades son muy inferiores a las necesidades que tienen los estados más castigados por el covid-19. Además, las reformas que va exigir Europa van en el sentido de profundizar en las políticas neoliberales auspiciadas estos últimos años por la UE. Nada nuevo bajo el sol, más allá del respiro que supone para un Gobierno que hasta hace poco no tenía ni cómo cuadrar las cuentas públicas.

El sistema no funciona. Va de una crisis a otra y éstas se reproducen cada vez de forma más vertiginosa. Las burbujas inflan la economía y hacen que durante un breve periodo de tiempo parezcamos olvidarnos de dónde y en qué sistema vivimos. Pero las burbujas terminan en crisis y éstas en recortes y medidas políticas en detrimento de la mayoría social y las clases populares.

Y los pueblos sin estado no cuentan nada en este cuento

Hemos hablado de acuerdo europeo, subvenciones a fondo partido y posibles créditos. Hemos avanzado reformas laborales y de pensiones, subidas del IVA, déficit fiscales y deuda pública. Hemos comentado la economía verde y las ayudas a la inversión. No hemos mencionado a Urkullu ni a Chivite, simplemente porque no tienen competencia alguna en todo ello. Los pueblos sin Estado, con concierto o convenio económico incluido, no tenemos competencias para legislar en materia laboral o de pensiones, no decidimos el nivel de deuda pero pagamos lo que nos corresponde, cobramos el IVA que otros deciden, podemos subvencionar sectores pero no estamos donde se reparten los fondos. Dicho de forma clara y simple, no pintamos nada en este cuento.

La soberanía económica no es un capricho, es una auténtica necesidad para aquellos que quieran abandonar este maldito cuento de miedo, pobreza y vidas precarias.

Otro cuento es posible

El mayor éxito del neoliberalismo es hacernos creer que no hay otro cuento posible, que no hay otras narrativas para escribir unas vidas que merezcan ser vividas. Y sin embargo, otro cuento es posible.

1) Es posible comprender que no vivimos en un planeta sin limites. Es posible entender que la reactivación económica no puede hacerse a costa de seguir acelerando la crisis climática. La transición ecológica no puede ser un negocio de las transnacionales. Ha de ser un compromiso público y colectivo que priorice los recursos comunes a los beneficios privados.

2) Es posible construir un nuevo modelo que, como reivindica la economía feminista, acabe con la división entre lo “productivo” y “reproductivo”, que reconozca y valore los cuidados, que apueste por la soberanía alimentaria, por la investigación y la innovabilidad en la industria, por el pequeño comercio, por la educación y la sanidad pública. Un modelo que apueste por el reparto de trabajo y de la riqueza y que tenga como objetivo garantizar una vida digna para todos y para todas.

3) Es posible repensar un modelo en el que lo común y lo público garantice no sólo las infraestructuras y los servicios públicos básicos, sino también los sectores estratégicos de la economía. Una sector público que de abajo arriba apueste por el desarrollo local, el kilómetro cero, la cohesión social, la comunidad, el cooperativismo, la economía social y el bienestar común.

Otro cuento es posible y desde luego ese cuento pasa porque todos los pueblos y todos los ciudadanos y las ciudadanas, podamos escribir nuestro propio cuento, tomar nuestras propias decisiones en materia económica, social, laboral o fiscal. Mientras no llegue ese día nos limitaremos a valorar las decisiones que otros han tomado por nosotros y nosotras y nos seguirán contando el cuento de las cuentas de la crisis.

Fuente
https://www.elsaltodiario.com
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