Las derrotas de Israel

Palestina Libre, Israel genocida
Koldo Durreit

La situación en Palestina y en Oriente Medio desde el 7 de octubre ha cambiado radicalmente. El ataque de la Resistencia que se conoce como Diluvio de Al Aqsa ha puesto patas arriba todas las estrategias que tanto el sionismo como su patrocinador EEUU y sus aliados europeos tenían previstas implementar para dar una “solución final” al mal llamado problema palestino, que no es sino llevar a término la colonización total de Palestina, desplazando a su población nativa y produciendo una nueva Nakba aún a costa del sacrificio de miles de vidas, tal y como lo han hecho durante 75 años.

Después de haber narcotizado durante años a la opinión pública internacional con sus mensajes de legitimación del régimen colonial sionista, presentándolo como la “única democracia en Oriente Medio”, homologándola con sus sistemas neo-liberales, después de impulsar acuerdos de normalización de las relaciones entre diversos regímenes árabes con la entidad ocupante, mediante importantes ayudas económicas que han sido capaces de comprar las conciencias de algunos gobiernos, después de demonizar a la Resistencia palestina presentándola como algo marginal y proclive a un supuesto  fanatismo religioso y mesiánico que hacía prisionero a su propio pueblo, y también después de ahogar a la población nativa en la penuria impuesta por un bloqueo criminal en Gaza y con el despojo creciente de sus tierras en Cisjordania a manos de bandas de colonos protegidos por el ejército de Israel, pensaban que había llegado el momento del asalto final. Era una cuestión resuelta, sobre todo pensando que la Resistencia estaba más ocupada en gestionar sus diferencias o en administrar los pocos recursos que entraban en Gaza o repartía la siempre fiel Autoridad Palestina al antojo que le impone Tel Aviv. Pensaron que la conciencia del pueblo palestino estaba en sus mínimos históricos y que ya era hora de resolver a su manera esta cuestión que tantos quebraderos de cabeza les da. Y también en los últimos años ha aparecido un nuevo elemento que hace aún más apetecible a los ojos del colonialismo hacerse con el control total de Palestina: la certificación de importantes recursos gasíferos frente a las costas de Gaza, que ya enseguida el gobierno sionista decidió explotar otorgando concesiones a varias multinacionales petroleras pero sin que los dividendos de su extracción lleguen en ninguna medida a sus propietarios legítimos, que no son sino los palestinos. 

El Estado sionista es el único en el mundo que no tiene fronteras reconocidas internacionalmente. Y no son reconocidas simplemente porque es un ente ilegal, una creación del colonialismo inglés para mantener bajo dominio a los pueblos de esa zona del mundo y, sobre todo, tener control total sobre los inmensos recursos energéticos que existen en la zona. Los EEUU tomaron el relevo del colonialismo inglés, y hoy reconocen abiertamente que Israel es una invención, un portaviones en Oriente Medio desde el que controlar los recursos energéticos de los que dependen para seguir depredando el mundo y agrediendo a los pueblos que no se dejan someter.

En el proyecto de “solución final” entraban también, por supuesto, aquellos regímenes árabes enemigos históricos de la Resistencia palestina. Gobiernos como el egipcio de Sissi, que recibe los mayores recursos económicos en inversiones del FMI y EEUU; el de Arabia Saudí que quiere jugar en muchos escenarios normalizando relaciones con Irán tras su derrota en Yemen, o con Israel, o integrándose en los BRICS en busca de nuevos mercados, pero que sigue dependiendo del poderío militar norteamericano para su defensa pues la monarquía que gobierna es consciente que sus testas coronadas solo permanecerán en su lugar mientras sean defendidos por norteamericanos e israelíes. Otro tanto se podría decir de la monarquía jordana, aún más dependiente de la protección imperialista y sionista si tenemos en cuenta que casi la mitad de la población del país es de origen palestino y ya existe un precedente de rebelión, aquel Septiembre negro de 1970 cuando la Resistencia palestina intentó derrocarla y se solucionó el problema con un miserable baño de sangre que todavía corre entre los dedos de los monarcas jordanos. También los regímenes títeres de emiratos y sultanatos que siempre han sido enemigos de la Resistencia palestina simplemente porque su existencia misma pone en evidencia la traición y sumisión a Occidente.

La operación Diluvio de Al Aqsa echó por tierra todos esos planes de normalización que impulsados por EEUU y la Unión europea ya estaban muy avanzados, hasta el punto que varios de esos países árabes habían entablado relaciones con Israel, intercambiado embajadores y abierto vías de colaboración económica con el ente sionista. Pero la Resistencia Palestina estaba en otras cosas porque era consciente que la culminación de esos planes significaría la destrucción del pueblo palestino.

Casi 50 días de destrucción total, de genocidio premeditado, de crímenes de lesa humanidad, de emplear todo el poderío militar, tecnológico y mediático mediante mentiras y montajes, de aberraciones dignas de la más depravada mente criminal como masacrar escuelas, hospitales, iglesias, mezquitas,… Después de más de 14 000 muertos, incluidos 8000 niños, decenas de miles de heridos graves, de miles desaparecidos bajo los escombros, de haber destruido Gaza casi en su totalidad, de haber empleado un poder letal mayor al usado en Hirosima o Nagasaki, el sionismo no ha conseguido ninguno de sus objetivos planteados. En primer lugar, ha sido incapaz de destruir a la Resistencia que, al contrario de lo que desearía, se ha reforzado en la unidad y en la enseñanza de tantos años de lucha frente a un Estado asesino y sus patrocinadores. En segundo lugar, aunque haya desplazado momentáneamente a cientos de miles de palestinos por los brutales bombardeos, con el alto el fuego esas personas vuelven a regresar a sus pueblos y casas destruidos con la intención de levantarlos de nuevo, sin la menor intención de dejar su patria. Y en tercer lugar, el Estado sionista se ha visto obligado por la Resistencia y su accionar militar, y también por la firmeza de la población palestina, a acordar un alto el fuego para intercambiar presos en manos de la Resistencia por los que se encuentran en las mazmorras de Israel, pese a que este último afirmó que los rescataría por la vía militar. La humillación de Israel ha sido total, su gobierno ultra está sumido en una grave crisis que seguramente se agrave en el futuro y aún no somos capaces de medir sus consecuencias. Pocas veces, o quizá nunca, Israel había sufrido una derrota como la actual, su sociedad deberá gestionarla de alguna manera en el futuro y le hipotecará como sociedad tanto en su interior como ante los ojos del mundo.

La derrota de los procesos de normalización con Israel no ha sido la única. También los Acuerdos de Oslo han saltado hechos pedazos con la estrategia de la Resistencia.  Aquellos acuerdos donde surgía una Autoridad palestina como gobierno propio que iba a dirigir el resurgimiento del pueblo palestino asegurando su futuro son hoy un cadáver que nadie reivindica. Sus gestores, la Autoridad palestina, Abbas y su séquito, unos fantasmas desaparecidos entre el humo y el polvo de las bombas sionistas que han arrasado Gaza o entre el fanatismo de los colonos que arrebatan tierras día tras día en Cisjordania y asesinan jóvenes y campesinos. Esa Autoridad palestina que muestra su sumisión a la ocupación recomendándole no liberar a tal o cual preso palestino mediante el canje pues podría convertirse en un problema para su supervivencia. Como en el caso de Barghouti, quien lleva en las cárceles israelíes más de cuarenta años, y cuya liberación (Abbas dixit) “supondría equiparar Cisjordania a Gaza”, negando así la necesidad de relacionar entre sí los territorios palestinos, pero, sobre todo, por lo que supondría de denuncia de unas autoridades corruptas y colaboradoras de la represión contra la Resistencia.

En la batalla del relato, el sionismo ha sufrido una derrota sin precedentes. Gracias sobre todo a las redes sociales y al trabajo de miles de organizaciones sociales, políticas y sindicales de todo el mundo, para nada le han servido sus poderosos aparatos de propaganda ni sus inversiones millonarias en el ámbito de la información cómplice de sus desmanes. En esta agresión, el mundo ha visto el verdadero rostro del sionismo en los miles de cuerpos de niños destrozados por las bombas y la metralla, en la devastación de pueblos y ciudades como no se recuerda desde la 2ª Guerra Mundial, en el sadismo de sus tropas ocupantes y de sus colonos practicantes del apartheid más salvaje. El mundo ha visto al sionismo tal y como es, sin la máscara hollywoodesca, sin el victimismo del que hace macabra gala históricamente, y lo ha juzgado y condenado movilizándose por millones en todos los rincones del planeta exigiendo que detenga la matanza, exigiendo que se considere a los palestinos como humanos y no como a animales, exigiendo a Israel y a sus cómplices que se abran nuevos caminos para que Palestina tenga derecho a la vida y a la paz.

Ha caído el mito que se ha querido imponer de “lucha de religiones”, el judaísmo que se defiende ante la amenaza musulmana integrista. Miles de judíos anti-sionistas se han movilizado denunciando la barbarie israelí, en muchos lugares, incluidos Israel y EEUU, personas de confesión judía se han opuesto a que en su nombre se realicen crímenes de guerra y denunciando a un Estado que los manipula.  Otro tanto en el mundo árabe y musulmán, donde los pueblos de los Estados donde la población es sunní han visto a sus dirigentes posicionarse con Israel y EEUU mientras que los países de confesión chií lo hacían del lado del pueblo palestino, desbaratando así la falsedad que los ha enfrentado históricamente en beneficio de imperialistas y traidores. Por el contrario, la Resistencia ha revalorizado como nunca se había hecho el orgullo árabe y musulmán, tan sumido en tantas tristezas por tantas derrotas y tantas traiciones. Ha logrado que desde el norte de África hasta el lejano Oriente los pueblos musulmanes se movilicen, tomando conciencia de sus propias desgracias y organizándose en defensa de Palestina. 

La Resistencia ha puesto en su lugar también la hipocresía europea. Ese quedar en la mitad pero que siempre ha apoyado, armado y aupado el proyecto colonial del sionismo. La Unión Europea ha sido incapaz de diferenciarse lo más mínimo del discurso de Israel y los EEUU, poniendo a los gobiernos en el aprieto de verse confrontados a la mayoría de la opinión pública de sus países que denunciaba las atrocidades sionistas. Gobiernos que cuando han intentado diferenciarse del discurso sionista por la presión de sus sociedades no han sido capaces sino de repetir y proponer planes ya fracasados. La necesidad de los dos Estados, las conferencias internacionales de paz, el reconocimiento del Estado palestino, … Cuestiones que tendrían su importancia si fuesen sinceramente planteadas pero que no son sino una cortina de humo de las que se ha valido Israel durante décadas para expandirse, someter a la población palestina a un régimen de apartheid, y masacrarla con la connivencia de los Estados occidentales. 

En estos momentos de alto el fuego, impuesto por la firmeza de la Resistencia y el pueblo palestino, tememos que Israel intente una huida hacia adelante, y recomience la agresión contra Palestina. Seguramente estará dentro de sus planes pues incluso el canje de prisioneros le está suponiendo una derrota histórica cuando el mundo ve que la Resistencia sigue dominando los tiempos, los recursos y todas las características del proceso. La venganza sionista puede ser terrible, ya lo ha demostrado otras veces. Pero si así lo decide, ahora ya no tendrá enfrente a un pueblo indefenso, sino a un pueblo orgulloso, organizado, unido y disciplinado que además cuenta con aliados poderosos que pueden abrirle a la entidad sionista nuevos frentes, golpearla significativamente y condicionar así su propia existencia futura.

Los pueblos del mundo también estaremos ahí, denunciando y presionando. Pongamos nosotros también de nuestra parte todo lo que podamos para que Palestina, del río al mar, sea una realidad cuanto antes. Sigamos movilizándonos para denunciar al sionismo y a sus cómplices, profundicemos el boicot a las empresas y productos israelíes, …. Todo para que no tengamos que decir algún día que existió un pueblo en Palestina y que observamos en silencio su genocidio, y entonces quizá sea ya demasiado tarde, porque nosotros seremos los siguientes palestinos.
 

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