Urkullu a la sombra (alargada) de Díaz Ayuso

Manifestante
Luís Miguel Barcenilla

Mientras la presidenta de la Comunidad de Madrid presentaba su plan segregador, injusto con el sur y la clase trabajadora, su homólogo en el País Vasco, Iñigo Urkullu, recolocaba a una exconsejera en un comisionado con un sueldo de 85.000 euros. Mientras la consejera Arantxa Tapia justifica una bajada de sueldos que dejaría temblando a media Euskadi.

Mientras el pasado viernes conocíamos el malévolo plan de Isabel Díaz Ayuso y centrábamos el teclado, el objetivo de la cámara y el micrófono sobre la sombra alargada de la presidenta de la Comunidad de Madrid, Iñigo Urkullu sonreía bajo esa sombra. Mientras la excommunity manager del Twitter de Pecas, el perro anticomunista de Esperanza Aguirre, decidía que las y los trabajadores de 37 zonas sanitarias de Madrid no podrían desplazarse para tomarse una cerveza, pero sí para servirla, el lehendakari Iñigo Urkullu quizá acariciaba un gato.

Al mismo tiempo que Ayuso miraba a su vicepresidente, Ignacio Aguado, mientras este mismo te lanzaba un poético órdago a través de la pantalla (o virus o vacuna, tú decides) la nueva consejera de Salud del Gobierno vasco cumplía 15 días en su cargo y se vanagloriaba (suponemos, ¿dónde estás?) de no haber comparecido aún públicamente, a pesar de los datos, a pesar de ‘la vuelta al cole’. Mientras Ayuso y Aguado se hacían un hueco en todas las portadas de la prensa nacional por subirse al podio del salto con guadaña, Urkullu recolocaba a una exconsejera en un comisionado con un sueldo de 85.000 euros. Y gira, y gira.

Tal para cual

PNV y PP, tal para cual. Iñigo Urkullu e Isabel Díaz Ayuso, tal para cual. Montai y Room Mate, tal para cual. Elecciones en plena pandemia y fiestas de cierre de un hospital de campaña, tal para cual. De las concesiones sin concurso público alguno, como Ifema, el mayor caso de corrupción en Euskadi, el ‘caso De Miguel’ —que caía sobre ejecutiva jeltzale alavesa—, tal para cual. Un escándalo más: las oposiciones de Osakidetza. Exámenes filtrados a opositores cercanos a los miembros de los tribunales o examinadores. Telepizza y Rodilla. Tal para cual. Una rana, aún rana y no sapo, en el estanque de Aguirre. Dos trabajadores enterrados en un vertedero durante meses. Aún no hemos recuperado la dignidad de uno de ellos, que sigue bajo Zaldibar: Joaquín Beltrán. La segregación por barrios, por renta, por clase que sufrirán los sureños de Madrid.

Si algunos datos ni te suenan, se evidenciará el mal trabajo periodístico que se lleva haciendo década, el madridcentrismo y el cariño inexplicable de los medios de comunicación a la formación nacionalista.

Pero sigamos.

Pésimos gestores

Tanto el lehendakari como la presidenta han demostrado ser pésimos gestores, cegados por una idea supuestamente liberal con respecto a la economía. Urkullu, recordemos, mandó al trabajo a los no esenciales 15 días después del inicio del estado de alarma. Mandó a los obreros al metro, al tren, a la fábrica, mientras el resto parábamos. Luego volvió a ganar las elecciones a su cortijo. Isabel Díaz Ayuso le temía tantísimo a Barajas que se olvidó del hacinamiento que sufren quienes hacen uso del metro: los que no pueden optar al uso del transporte privado. “Abran la economía”, se dice que gritaba en sueños. “Sin turismo no somos nada”.

La realidad es que más bien dijo: “Sobre todo los contagios se dan en los distritos del sur (...). Efectivamente, se están produciendo entre otras cosas por el modo de vida que tiene nuestra inmigración en Madrid y también por la densidad de población de esos distritos y municipios”.

Y claro, al son de la catetada racista de Ayuso, el desenfoque centralizador de la prensa, cae en la trampa. Y bajo la sombra de Ayuso, no sólo alargada ya, también densa, se refugia otra consejera del Gobierno de Urkullu, Arantxa Tapia, para proponer rebajar los sueldos para “invertir en formación”.

Son tiempos duros.

Pongamos cifras

Un total de 172 aulas de 111 centros escolares de Euskadi están cerradas, lo que supone el 0,98% del total de clases este curso (la red vasca de centros posee 17.554 aulas —desde los 2 años—) según los datos hechos públicos por el Departamento de Educación del Gobierno vasco. El porcentaje pertenece al pasado viernes 18 de septiembre, último día de clase de la semana. Desde el jueves hubo un aumento de 80 aulas con algún positivo, y se pasó de una incidencia del 0,52% al 0,98% que cerró la jornada escolar.

Según indican desde la consejería de Educación del Gobierno vasco, ninguna clase ha sido clausurada por su consejo. Esa misma jornada, la del viernes, Euskadi contabilizó 598 casos nuevos de Covid-19. Aunque se han reducido, 344 son los hospitalizados y 53 son las camas ocupadas por los críticos en UCI.

Lo contrario ocurre en la Comunidad de Madrid, donde el jueves también se contabilizaba un 0,50% del total de las aulas afectadas. Concretamente 178 clases con algún positivo en coronavirus. Lo contrario porque el viceconsejero de Salud Pública y Plan Covid-19, Antonio Zapatero, junto a la directora general de Salud Pública, Elena Andradas, informaban del consejo de aislar a esas 178 clases afectadas.

En nuevos casos positivos la CAM se lleva el oro con distancia respecto al segundo que cruza la meta, Euskadi. La Sanidad madrileña notificó casi 4.000 casos. El rebrote empezó antes en territorio vasco, que lleva siendo plata y bronce en este ranking muchas semanas.

Estamos posiblemente ante las dos peores gestiones de la pandemia que se han podido hacer: la vasca y la madrileña. La más estrictamente perjudicial para los más vulnerables, la gestión más insultante para los trabajadores y la menos eficaz en clave de salud pública.

Miles de sanitarios y sanitarias se han congregado frente a sus centros de Atención Primaria, su hospital, su consulta para decir basta. “Hasta aquí hemos llegado”, decía sus carteles. El Satse, ELA, LAB, SME, CCOO, UGT y ESK apoyaban su reivindicación.

Aitor Esteban, un gran orador

Mientras Ayuso hacía contratos de usar y tirar con profesionales de la sanidad en el peor momento de la pandemia, Urkullu le seguía los pasos y eliminaba de los hospitales a miles de sanitarias, que ahora ya no servían, pero debían estar atentas al rebrote. Actualmente las vacaciones para una sanitaria son una utopía. Los días libres son cada vez menos: o se cumplen las cuarentenas de los profesionales de la sanidad o se otorgan descansos.

Todo esto da igual. Ayuso y Urkullu, tal para cual, pero el segundo se agazapa bajo la primera y espera a que escampe. Total, el PNV es intocable, y además, Aitor Esteban es un espectacular orador. ¿O no iba así el asunto?

Fuente
https://www.elsaltodiario.com
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