Venezuela 2020: UN grito a tiempo es mucho cuento

Eduardo Rothe
Eduardo Rothe

“Una revolución no puede considerarse como un bloque a menos que la veamos de lejos; si la vivimos, puede compararse con un torrente que acarrea a la vez, violentamente, lo mejor y lo peor y trae forzosamente verdaderas corrientes de contrarrevolución. Se ve conducida a recoger las viejas armas del Antiguo Régimen, y esas armas son de doble filo”. VICTOR SERGE  

 

Nadie puede negar los grandes beneficios económicos, políticos, sociales y culturales que recibió Venezuela con la revolución bolivariana: Chávez liquidó la “democracia representativa” y el bipartidismo podrido, promulgó una Constitución que incluye el protagonismo y participación popular, renacionalizó sectores estratégicos, unió al pueblo y la fuerza armada, se declaró antimperialista y socialista, proclamó su identificación histórica con rebeldes de todos los tiempos y revolucionarios de todos los países y, además, practicó la solidaridad con naciones, movimientos y ciudadanos de Latinoamérica y del mundo. Colocó la salud al alcance de todos, acabó con el analfabetismo, puso todo un pueblo a estudiar, fundó decenas de universidades, facilitó la expresión creativa de la Venezuela profunda, creó Telesur como voz de los que no tienen voz y rompe el monopolio de las transnacionales mediáticas; y por primera vez el Estado prestó atención a los derechos humanos sociales e individuales, etc.  Un muy largo etcétera.

En economía, Chávez mostró al mundo todo lo que se puede hacer con el dinero, salvo hacer dinero. Y a los que decían “La economía, estúpido” les respondió: “No, es la educación”. Más de la mitad del presupuesto del Estado fue, y sigue siendo, dirigido a la inversión social.

Pero los avatares del mercado mundial y la guerra económica, interna primero y después mundial, colocaron a Venezuela entre la espada y el capital. El comercio se informalizó, y en ese rio revuelto financistas, empresarios, intermediarios y facilitadores comenzaron a ser y pensarse, en los negocios y las leyes, sin querer queriendo, una nueva expresión de la burguesía criolla, amparada por funcionarios e instituciones cuya prioridad es abastecimiento y la soberanía alimentaria. Esta nueva “clase media en positivo” está reemplazando a la vieja burguesía decadente representada por la oposición. Nace un nuevo estrato que se dice nacionalista y se cree chavista, pero inevitablemente choca con los derechos de los trabajadores en la vieja disputa por la fábrica y la tierra: para para ella es, va siendo, y será vital “sincerar” o “flexibilizar” la Ley Orgánica del Trabajo, la Ley de Tierras y otras Leyes Habilitantes con las cuales nació la Revolución Bolivariana.

A esto se suma que el Poder Judicial, aunque remozado, nunca dejó de ser el enemigo interno, como se vio en la sentencia de los golpistas “preñados de buenas intenciones”, como se ve hoy en la impunidad selectiva, en las causas contra las empresas autogestionadas y en la reprivatización de tierras. Su ley sigue siendo, en muchos casos, la ley del embudo, que perjudica al pueblo y crea problemas al gobierno al punto que, el 31 de enero, Maduro decidió “proponer a la ANC que asuma y nombre una alta comisión para hacer una reforma profunda del Poder Judicial venezolano y cambiar todas las estructuras del poder judicial".

Otro sector crítico es el caso de los organismos de seguridad del Estado y su ejercicio de la violencia legítima: el aumento desmesurado de las bandas criminales, muchas veces encuadradas y armadas por paramilitares extranjeros, impuso lo urgente sobre lo importante y condujo a minimizar el gran proyecto de la reforma policial. Las masacres de Barlovento y Cariaco, aunque no quedaron impunes como las del Antiguo Régimen, son expresión de una tendencia hacia la violencia ilegítima del pasado y el abuso policial.

El pueblo ha derrochado inventiva y paciencia para enfrentar la crisis y el bloqueo, mientras el gobierno bolivariano sigue priorizando la inversión social… pero en materia económica, el pasado que la revolución corta con su proa se recompone en la estela del Estado, en una versión informal de la “Nueva Política Económica” rusa de 1921, pero sin Lenin ni los Soviets.

Bolívar, como otros próceres latinoamericanos, recurrió a los barcos “rompe-bloqueo” que abastecían las plazas sitiadas por la marina española, negociantes de altamar que aportaban –a precio de oro- pertrechos y víveres imprescindibles para la guerra.  La necesidad tiene cara de hereje –o de evangélico si a ver vamos- pero lo importante es no hacer de necesidad virtud, no ceder en lo cualitativo y preservar los principios fundacionales de la revolución, inscritos más en espíritu y mensaje de Chávez que en la letra de la ley. Inscritos en los poderes creadores del pueblo que evocaba Aquiles Nazoa.

Ejemplo: existe en Venezuela algo llamado “Ejército Productivo Obrero” EPO, que cuenta con más de 2.000 técnicos y obreros especializados, capaces de intervenir en distintas plantas y empresas públicas y privadas (paralizadas, semiparalizadas o con problemas de mantenimiento) para devolverle su capacidad. Reparan maquinas, equipos e instalaciones, fabrican las piezas que hagan falta. No cobran, no piden nada salvo alejamiento y comida. Son ellos quienes pusieron en marcha la enlatadora de sardinas “La Gaviota”, en Cumaná, y resolvieron problemas en instalaciones de PDVSA en Falcón.  Pero la ayuda propuesta al Metro de Caracas, al Hospital Universitario de Caracas y otros centros asistenciales (reparar cientos de aires acondicionados y sistemas mecánicos) fue rechazada después de “sesudo estudio” por parte de una burocracia favorable a la importación y los negocios que ésta genera. ¿Gratis? No, gracias. En gratis no hay comisión…

Veamos a Cuba, que tanto se ha doblado sin romperse en más de medio siglo de ilegal y cruel bloqueo de los yanquis y, además, ha dado y sigue dando ejemplo al universo mundo.  Es por esa vía, no pareciéndonos al enemigo y sin recurrir a las viejas armas melladas del “Antiguo Régimen” que la lucha contra el bloqueo nos hará fuertes. Que impedirá incubar el huevo de la serpiente de una nueva burguesía.

Resolver y controlar este fenómeno no sólo es vital para nosotros: es importante para todos los pueblos del mundo que, desde hace un siglo, han visto sus revoluciones aplastadas, traicionadas, burocrátizadas, degeneradas, porque no han podido impedir el regreso a lo mismo. El protagonismo y la participación del pueblo no es una concesión: es una garantía contra el regreso del pensamiento dominante burgués.

En medio de las críticas al gobierno, el pueblo trabajador sigue dando un tácito voto de confianza a la revolución y rechaza las ofertas y amenazas del Imperio y sus cachorros regionales. Pero el socialismo bolivariano es como un avión que sólo vuela cuando avanza: si se detiene entra en pérdida.   

Podemos comprar y vender en dólares, podemos inventar y errar, podemos ser reyes de las alianzas tácticas con Dios y el Diablo, pero hay algo que no podemos hacer a riesgo de perderlo todo: detenernos y/o regresar al pasado. Y hay algo que podemos y debemos hacer: fomentar y apoyar a las organizaciones de base, al movimiento comunero. En esta hora difícil la consigna debe ser la de Chávez: comuna o nada. Además de resistir, no se trata de administrar “lo que hay” sino de continuar con la transformación permanente de la Venezuela del pueblo trabajador.

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