Antonio Manuel: "De nada sirve la reivindicación cultural de Andalucía si no aspira a corregir nuestra subalternidad política y nuestra dependencia económica"

Antonio Manuel
Daniel Seixo
Entrevista a
Antonio Manuel

Si oyes el nombre de Andalucía, ¿qué es lo primero que te viene a la mente?

Una puerta abierta. Me conmueve esta metáfora de resiliencia que nos define como pueblo. La Inquisición nos obligó a mantener las puertas abiertas los viernes y los sábados, días sagrados de musulmanes y judíos, para que las mangas verdes pudieran comprobar sin permiso que no vivían herejes en su interior. En muchas casas se construyó un zaguán o se colocó una simple cortina a la entrada para preservar la intimidad del hogar sin incumplir la norma. Y lo que comenzó siendo una imposición fruto de la sospecha hacia el distinto, que confirma por sí misma la permanencia de la cultura andalusí dentro de sus paredes, la convertimos en una muestra de hospitalidad, de confianza en el prójimo y de solidaridad popular. Me he criado entrando en las casas de mis familiares y vecinos sin tener que llamar a la puerta, bastando con una voz avisando de mi llegada, para compartir dulces o tomar unos limones del patio. Hoy, que se supone abolida la Inquisición y que vivimos en una sociedad democrática, las puertas están cerradas a cal y canto, muchas con placas de compañías de seguridad, vaya a ser que nos invada una jauría de okupas. Ay, qué pena.

¿Cómo definirías el andalucismo?

Para mí, una arbonaida manchada de barro. El andalucismo es la ideología y la práctica política que vinculan la conciencia de clase con la conciencia de pueblo en Andalucía. De nada me sirve una reivindicación social que, como si fuera la aguja de un compás, se diseña desde Madrid para la periferia de la M50 como si la realidad del paro, la pobreza o la migración fuera uniforme en todos los pueblos del Estado. Y tampoco me sirve de nada la reivindicación cultural de Andalucía si no aspira a corregir nuestra subalternidad política y nuestra dependencia económica. De ahí que sólo conciba el andalucismo desde la izquierda. Y que no pueda entender a la izquierda en Andalucía esperando recibir instrucciones desde Madrid.    

¿Qué es lo que tiene que hacer el sur para reivindicarse?

Conocerse para no ser sur de nadie sino centro de sí mismo. Andalucía dobla las cifras de paro, pobreza o migración. ¿A qué se debe? ¿Es culpa nuestra? ¿Se trata de una condena bíblica? No. Siempre que el pueblo andaluz tomó conciencia de estar padeciendo males estructurales, no dudó en levantarse para reivindicar soluciones propias. Desde la revolución de Saqunda o la República del Mexuar en la Córdoba andalusí, pasando por la Junta Suprema de Andújar de 1835, la revolución gaditana de 1868, el Pacto Federal de 1869, el Manifiesto “A los federales de Andalucía” de 1873, la Constitución de Antequera de 1883, y así hasta llegar a las millonarias manifestaciones del 4 de diciembre de 1977 que dinamitaron el modelo territorial diseñado por el norte para el Estado español. Entonces reclamábamos libertad y autonomía porque éramos conscientes de que la raíz de nuestros males se hallaba en la dictadura y el centralismo. Hoy, tras la dormidera de cuarenta años de gobierno socialista, muchos andaluces canalizan su indignación hacia el fascismo de la extrema derecha. Y no podemos permitirlo. Se equivocó el PSOE al creer que la Junta le pertenecía. Y se equivocaron tanto el andalucismo al renunciar a la izquierda, como la izquierda al renunciar a Andalucía, a cambio de pactar con el PSOE. No nos queda otra que recuperar la conciencia de clase y fundirla con la conciencia de pueblo. Se puede ser andaluz de derechas. Pero si eres de izquierdas en Andalucía, mientras exista esta infame brecha social, sólo puedes ser andalucista.    

La democracia no puede ser tolerante con quienes quieren acabar con ella

¿Crees que la izquierda está muy desunida en Andalucía?

No más que en otros pueblos del Estado. ¿O acaso no existe desunión en Madrid, Euskadi, Cataluña o Galicia? Lo que sí está es desorientada. Cuando Podemos se postuló como alternativa al bipartidismo, compitiendo incluso contra IU, acertó en modelar una propuesta electoral adaptada a la plurinacionalidad del Estado. Y si entonces no consiguió adelantar al PSOE, fue porque se equivocó en Andalucía al no permitir una confluencia similar a las que se presentaron con éxito en Cataluña, Galicia o Valencia. A partir de entonces, Podemos apostó por abandonar el eje vertical de la política para ubicarse en el horizontal, en la izquierda clásica con IU, abandonando e incluso confrontando con los espacios de confluencia sin importar debacles electorales como las vividas en Madrid, Cataluña, Euskadi o Galicia, a cambio de integrarse a toda costa en el gobierno y ser hoy una sombra de aquello que aspiraba a ser. Ya no es un partido de causas, sino que su causa es el partido. Paradójicamente, en Andalucía el proceso fue el inverso creando una confluencia de izquierdas y andalucista que, a pesar de las odiosas comparaciones entre la realidad y el deseo vistas desde Madrid, consiguió los mejores resultados de la coalición desde entonces. ¿Qué ocurre ahora? Que UP ha perdido el sur, quizá porque nunca creyó en él. A fecha de hoy, que yo sepa, Adelante Andalucía existe como grupo parlamentario andaluz y es la única voz andalucista en el Senado. Y que yo sepa, institucionalmente, no está rota. Pero me temo que no tendrán más remedio que romperla desde Madrid si quieren replicar en Andalucía lo ocurrido en otros pueblos del Estado, entre otras razones, para intentar formar gobierno con el PSOE. Otra cosa es que el PSOE quiera y que no vuelva a pactar con Cs, obligando al PP a abandonar su centrismo de escaparate para negociar con la extrema derecha, y dejando a UP en la estacada. Todo lo demás son excusas de marca y diatribas internas que no interesan a nadie, ni siquiera a ellos mismos, en lugar de hablar de política con mayúsculas y del único debate real que la izquierda andaluza tiene sobre la mesa: seguir siendo una sucursal de Madrid, o profundizar en un proyecto político propio en las mismas condiciones que Cataluña o Galicia. Ésta es mi verdad. Y mi sitio, siempre, estará con Andalucía.    

Hablemos de cultura, ¿cómo ves el futuro del sector?

Con preocupación y con esperanza. Ambas a la vez. No hace falta explicar el daño que está haciendo el bicho en la industria cultural, sin excepciones: salas de exposiciones vacías, cines vacíos, teatros vacíos, conciertos vacíos, y miles de eventos cancelados que llevan a la ruina a creadores, productores, técnicos o compañías. Pero no es menos cierto que estamos inmersos en una cruenta batalla cultural entre el liberalismo salvaje y quienes creemos en la defensa de la diversidad y de lo común. Igual que critico sin tapujos que la cultura había mordido el anzuelo del individualismo indolente, hoy tengo fe en que tanta fatiga despierte a la intelectualidad comprometida. No puede ser que la banda sonora de las reivindicaciones de izquierda tenga medio siglo.

¿Cómo estás viviendo la crisis de la pandemia?

Desconcertado. No te miento. A veces me levanto como un boxeador sonado tras escuchar a los profetas del pasado que sabían lo que iba a ocurrir y que ahora se muestran incompetentes para gestionar sus competencias. Y otras, la mayoría, intento escapar a este ruido de fondo para reflexionar que quedará después de todo esto. Si el teletrabajo servirá para que volvamos a dar vida a nuestros pueblos, o si provocará despidos a mansalva que las arcas públicas no podrán soportar. Si hemos perdido los abrazos para siempre, o serán los que nos salven de encerrarnos en casa consumiendo productos y series por internet. Si acabará con la turistificación que estaba matando a nuestras tiendas de barrio, o cuando llegue la vacuna será demasiado tarde. Si aquellos aplausos que dábamos a nuestros sanitarios terminarán en plazas vitoreando a líderes populistas y xenófobos… Mientras tanto, sigo defendiendo mis causas sociales, escribo una novela, y doy clase con una mascarilla que impide a mis alumnos verme cuando sonrío.   

¿Qué hacemos con el odio que ha vuelto a desparramar por nuestro país la ultraderecha?

Si fuera un místico retirado en la montaña te diría que amar, pero como soy jurista creo que debemos blandir el Estado de Derecho para defender nuestra democracia. Contamos con precedentes como los de Alemania, Italia y, hace unos días, Grecia para legislar y condenar a las personas y organizaciones que exaltan el fascismo o atentan contra los derechos humanos. La democracia no puede ser tolerante con quienes quieren acabar con ella. Nuestras libertades y nuestras instituciones no pueden amparar discursos machistas, xenófobos, racistas y antidemocráticos. Porque, digamos la verdad, no son demócratas. El franquismo no es extrema derecha. Es mentira. Está fuera de la cuerda. Y necesitamos leyes que los alejen de la normalidad democrática que rechazan, y, además, educación, mucha educación, para que nuestros jóvenes conozcan la verdad del franquismo que negaron a sus padres y madres en los colegios y universidades. La ignorancia y la banalización del golpe de Estado y de la dictadura nos han conducido a este abismo. Y hay responsables. Todos los gobernantes, especialmente de izquierda, que confundieron la modernidad con el olvido. Y más recientemente la derecha de siempre, y con mayor grado de culpabilidad Ciudadanos y el ególatra de su exlíder, por pactar con estos fascistas para alcanzar el poder. La historia los juzgará con dureza.  

¿Qué crees que se debería hacer desde las instituciones para ayudar a la cultura?

Creer en ella. Dejar de tomársela como un florero presupuestario. Sin cultura no somos nada. Mira, aunque siempre habrá otras causas justas como el hambre o el feminismo, las dos grandes batallas del siglo XXI serán la defensa del cuerpo y del alma del planeta. Tan grave es que se extinga una especie como que desaparezca una forma milenaria de decir madre. La diversidad ecológica y cultural es la única garantía de nuestra supervivencia. Esta maldita pandemia es consecuencia de la pérdida drástica de biodiversidad. Y la otra pandemia, la globalización del neofascismo, es consecuencia de la pérdida de nuestro espíritu crítico. Necesitamos de ambas vacunas, naturaleza y cultura, para curarnos. Pero nuestros gobiernos no se dan cuenta, mientras que el neoliberalismo no deja de invertir en su modelo cultural para imponernos su pensamiento único y consentirlo felices mientras comemos hamburguesas en un centro comercial.  

¿Qué tipo de música escuchas? ¿Qué géneros te gustan?

Pop independiente y, en menor medida, Flamenco y otras músicas.

¿Qué opinas del rock andaluz, y su influencia debido a grupos como Triana, Medina Azahara…?

Soy hijo de la movida y de aquella generación de los 80 a la que engañaron haciendo creer que la transición había acabado, descatalogando de un plumazo a los artistas que se habían dejado la piel para conseguir la libertad que yo me estaba bebiendo inconscientemente. Para ser moderno tenías que formar parte de una tribu urbana, a ser posible siniestro, rockabilly o punk, y abominar de los cantautores, del flamenco, de la copla, del folk y del rock andaluz. Aún no he podido perdonármelo. Podía imputar al choque generacional que no echara cuentas a mi padre cuando escuchaba a Fosforito o a mi madre mientras tarareaba a Concha Piquer. Pero mi indiferencia entonces hacia Triana o Carlos Cano no tiene nombre. Porque el rock andaluz condensaba la fórmula juanrramoniana de raíces y alas, electricidad con olor a tierra y sal. Tuve que hacerme mayor para comprender lo que supuso para la historia de la música que Andalucía pusiera nombre al rock. Y que llenase estadios enteros para demostrar que hace suyo y universal todo lo que toca. Ahora, cuando me asalta la duda, escucho a Triana. Y no puedo evitar que me tiemblen los pulsos de emoción por lo que siento y de vergüenza por no haberlo sentido antes.   

El Flamenco está muy arraigado en Andalucía, ¿crees que los clichés le hacen daño? ¿Qué tendría que hacerse para darle el respeto que se merece?

El Flamenco es la raíz misma de Andalucía. La expresión más digna y rebelde del pueblo más digno y rebelde. Basta con escuchar un quejío para que cualquier persona, en cualquier parte del planeta, sienta el mismo dolor de un pueblo que decidió resistir empuñando la garganta antes que un fusil. Por eso es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad y respetado en todo el mundo, menos aquí. Cierto que hemos avanzado una enormidad, gracias al esfuerzo científico de la Flamencología y del intelectual de sus creadores. Pero para conseguir el respeto del que me hablas, antes que cualquier otra acción política, lo primero es que nuestros niños y niñas lo estudien en el colegio. Tan importante es conocer a Bach como a la Niña de los Peines. Tan importante es conocer una sinfonía como una siguiriya.  

Dinos una canción que signifique mucho para ti, y por qué…

Cada época de nuestra vida está transida de canciones. Si me lo preguntaras siendo un adolescente, quizá te hubiera respondido con las Escenas Olvidadas de Golpes Bajos o con el Well I Wonder de The Smiths. Siendo algo mayor, acaso con el Toxicosmos de los Planetas o con cualquiera del After Virtue de Wim Mertens. A estas alturas de mi vida, me quedaría con el Sé de un Lugar de Triana o con una siguiriya. Permíteme entonces que escoja una mía, compuesta para mi grupo Deneuve, Saint Denis 3:0, por ser un alegato de libertad y de autoafirmación, que vale tanto para las personas como para los pueblos: “Quiero ser yo mismo”.

¿Qué artista musical más te ha marcado?

Antonio Vega. Me reconozco en su fragilidad, en el miedo a la enormidad donde nadie oye mi voz.

El andalucismo es la ideología y la práctica política que vinculan la conciencia de clase con la conciencia de pueblo en Andalucía

Con respecto al cine, ¿crees que ha reflejado bien la idiosincrasia andaluza, o siempre ha tirado de tópicos?

Antes, sin duda. Esa imagen estereotipada y prostituida por el franquismo como paradigma de lo español, que tanto y tanto daño nos ha hecho. Recuerdo lo mal que me sentó cuando hicieron los ocho apellidos vascos y eligieron a un andaluz para representar a España. Si no paran de acusarnos de no saber hablar castellano, de ser unos vagos que sólo sabemos cantar y dormir la siesta, ¿por qué no escogieron a uno de Castilla? Sin duda, porque esos malditos tópicos han acabado generando la equivocada ecuación de que España es Andalucía, pero Andalucía no es España. Al menos, no esa en la que creen quienes cuelgan las banderas en los balcones y gritan arengas fascistas en el Barrio de Salamanca. Sería injusto no reconocer el esfuerzo de cineastas que se han esforzado en naturalizar nuestra idiosincrasia, rescatar nuestra memoria, reivindicar nuestras causas. Desde el cooperativismo del Tierra de rastrojos o la constancia de Pilar Távora, por ejemplo. Hay muchos casos más, desde realizadores de cortos a documentales, que han conseguido por fin que actores y actrices hablen en la pantalla igual que cuando se toman una cerveza. Desde aquí mi reconocimiento a directores como Alberto Rodríguez, Benito Zambrano, Remedios Malvarez, Álvaro Begines, Jesús Armesto, así como periodistas, guionistas, productores y, en definitiva, todo el mundo del cine andaluz que ha tomado conciencia de filmar lo que somos. Sin más. Por eso me duele que apenas se hayan rodado películas o series sobre Al Ándalus, desde aquellos Paisajes con Figuras de Antonio Gala. No cuestiono que con dinero público se ruede Isabel la Católica o Carlos I si, de vez en cuando, se hiciera lo mismo con Wallada o Averroes.  

¿Cuál es tu película favorita y por qué?

“La vida de los otros” de Florian Henckel von Donnersmarck. Porque reivindica la necesidad de la lucha de los intelectuales contra los regímenes totalitarios, y porque me recuerda que jamás debemos perder la esperanza en la bondad del ser humano. Las causas justas las ganan las personas anónimas que se dejan la vida por los demás sin pedir nada a cambio. Por eso no podemos dejar que caigan en el olvido. Siempre que siento un átomo de desesperanza, pienso en mi madre. Son ellas las que mantuvieron la dignidad y la memoria, y por ellas merece la pena dejarse la vida.  

Un deseo…

Que mi familia sea feliz.

¿A quién le dedicas esta entrevista?

A Elia, siempre.

Fuente
https://nuevarevolucion.es
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