Homenaje a Angel Aldana, un amigo, un camarada, responsable de muchas preguntas

Angelin Aldana
Koldo Durreit

Que difícil se nos hace comprender las ausencias, sobre todo aquellas que marcaron nuestras vidas. Basta con una fecha en el implacable calendario para que nuestros sentimientos quieran imponerse a la razón que aún nos mantiene en los límites de la cordura. Cómo me gustaría ser tan suficientemente libre para poder compartir siquiera con nuestras sombras los instantes que guardamos en lo más escondido de nuestros recuerdos. Algún día tendrá la suerte de conocer hasta qué punto quisimos ser libres y cuanto nos ha durado el sentimiento, esta carrera para recobrar nuestro presente que se arraiga en el pasado pero que tanto ansía otro futuro.

¿Cuándo podremos contar sin perder el aliento nuestros miedos y terrores? ¿Verá la luz un trocito de papel donde se narre cómo fue la eternidad de no poder escapar a los torturadores que día y noche, si aun existían, querían arrancarnos nuestros secretos envueltos en sueños de esperanza? ¿Alguna vez nuestras familias serán conscientes de cuánto las amamos a pesar de ni siquiera tener la suerte de abrazarlas? ¿Sabrán que detrás de nuestras caretas de hombres y mujeres de hierro se escondían muchas lágrimas de impotencia y de nostalgia? ¿Algún rincón de nuestras ciudades y pueblos podrá vestirse un momento como el escenario desde el que quisimos asaltar el cielo, romperlo en mil pedazos para luego con toda la paciencia recomponerlo? ¿Nacerá alguna vez en Euskal Herria un niño una niña que se interese por las vidas que decidieron echarse al monte con la única ambición de arrastrar las montañas hasta el lado que la niebla las escondiera de sus enemigos? ¿Cómo le daremos color a las manchas eternas en las paredes mudas y tan llenas de gritos y lamentos de nuestras celdas, donde nos sepultaron con la falsa esperanza de cambiarnos? ¿Qué perfume inventábamos para poder respirar el aire de nuestras prisiones? ¿Acaso sus mentiras nos hicieron daño o solamente dibujaban rayas sobre la piel de un tigre? ¿Qué era más doloroso, las consecuencias de la traición o la desilusión de perder un hermano una hermana por quien hubieras dado la vida? ¿A qué nos sabia la soledad, qué recuerdos elegíamos ese día para superarla? Y cuando vestíamos la incertidumbre con los vestidos mas coloridos que encontrásemos ¿ por qué nos reíamos de nosotros mismos? ¿Cómo celebrábamos las victorias que casi siempre el enemigo convertía en venganzas? ¿Cuántos cuartos construimos en nuestros corazones para albergar a los compañeros y compañeras caídos, presos, torturados? ¿Cómo le hace frente el preso a la impotencia de su condición impuesta, dónde encontrar la esperanza para seguir vivo? ¿Seriamos locos y locas por preferir lo inmediato o no nos quedaba más remedio? ¿Estaríamos dementes por rechazar lo material y conformarnos con una palabra de amistad y complicidad que siempre se nos pegaba en la piel? ¿Sabrá el enemigo hasta qué punto nos hizo grandes por compartir nuestras vidas con otros pueblos con otras gentes tan diferentes pero tan semejantes?

Tantas preguntas que todavía no tendrán respuesta, aún no llega su momento. Vivir nuestras vidas sólo nos toco a nosotros, como le pasa a todo el mundo. La única diferencia es que nosotros y nosotras las elegimos así como las vivimos, y lo único seguro de todo es que no nos arrepentimos de cómo las vivimos porque en este tortuoso camino recorrido una y otra vez durante más de 50 años tuvimos la suerte de encontrar camaradas que las sembraron de más y más preguntas que siguen aún sin ser respondidas. Hará falta que nuestro pueblo y también muchos pueblos del mundo decidan cuando quieran responderlas, y solo de esta manera le daremos tregua a nuestros recuerdos.

Fuente
http://pakitoarriaran.org
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