A raíz del llamamiento de un grupo de autodenominados «intelectuales» en los que destacan militantes activos de derecha y extrema derecha (Fernando Savater, Jon Juaristi, Rabanera, Iñaki Ezkerra, Guillermo Gortázar, Pedro Chacón, Martínez Gorriarán y demás ínclitos), todos ellos de clara vocación antinacionalista vasca, ha llegado la solicitud dirigida al alcalde de Donostia, Eneko Goia. El objetivo es que se incluya en el listado de víctimas de la Guerra Civil del monumento erigido en Donostia, a aquellas víctimas producidas por el bando republicano.
Se obvia que dentro de ese listado destacan clarísimos golpistas, entre otros, el capitán del ejército franquista Félix Fernández y el teniente Manuel Pérez, cuyos cuerpos fueron trasladados a Zamora para ser enterrados en septiembre del 1936. Se obvia que este hecho provocó de inmediato, según hace constar el Foro por la Memoria Histórica de Zamora, la ira y la venganza del falangismo y otros sectores del Movimiento causando tres sacas directas con 28 asesinados por fusilamiento. Esta solicitud ha tenido el aplauso del citado grupo de «intelectuales» por la inclusión en este manifiesto de la firma del eterno «campechano» y «jauntxo» del PNV, Iñaki Anasagasti.
Como constatación de la alegría que les provoca la inclusión y firma por parte de Anasagasti a este manifiesto, basta leer el artículo de uno de los firmantes del manifiesto, Pedro Chacón, profesor de Historia del Pensamiento Político de la UPV/EHU argumentando que «el hecho de que un peneuvista una su firma a gente de la derecha vasca es un gran paso hacia una Euskadi más integrada».
Si no fuera porque la memoria aún guarda el dolor, que no el rencor, del hecho de saber que mis abuelos y mi tío fueron fusilados por los franquistas a los que este grupo solicita homenajear –como si no hubieran tenido suficientes homenajes a lo largo del periodo franquista– la cínica intención de dicha solicitud me causaría risa, pero aún duele saber que sus restos no han sido rescatados, que siguen olvidados, como olvidados están los restos que descansan sin remedio en multitud de cunetas casi olvidadas.
La silenciada expulsión de mi familia de su pueblo de Zamora (Torres del Carrizal) tuvo consecuencias en el tiempo. Obligados por un proceso necesario de integración en la tierra vasca de acogida, gran parte de sus descendientes hoy somos euskaldunes, pese a vivir en un entorno escasamente favorable a la euskaldunización, lo cual hace más manifiesta la voluntad de integración. Otra consecuencia es que ninguno de los descendientes que yo conozco apoyaría el escrito de esos «intelectuales» que ahora aplauden la osadía del «campechano» Anasagasti. La razón está en la conservación de la memoria.
¿Quién de la mencionada lista de ilustres solicitantes se ha pronunciado por una aplicación práctica de la política de Memoria Democrática, que exige devolvernos los cuerpos de nuestros familiares, para que podamos homenajearles como deseemos? ¿Cuántos de ellos han aplaudido las escasas aportaciones a su búsqueda y reparación? No conozco el historial de todos ellos, pero tal y como expresan sus firmas, me temo que están muy lejos de ese objetivo.
No me equivocaría mucho si expreso que su última intención con esta reivindicación aparentemente «equidistante» esconde una voluntad clara y notoria de vaciar de contenido la Ley de Memoria Democrática del 2022, metiéndonos auténticos verdugos, por víctimas.
Es una táctica, últimamente muy experimentada por los ultras, muchos de ellos tildados de «intelectuales», sabedores de que el fango acabará embarrando la necesidad de memoria justicia y reparación.
¿Cuántos de ellos abogarían por eliminar la intención del título preliminar de la ley de Memoria Democrática en su artículo primero, donde se dice promover la reparación moral y recuperación de su memoria personal, familiar, colectiva de los asesinados y perseguidos durante la dictadura, y donde se repudia y condena el golpe de Estado y sus ejecutores, declarándose ilegal el régimen surgido del mismo? Mucho me temo que leyendo el listado de todos ellos, en la práctica, ninguno.
Quisiera salvar de ese triste listado el nombre del histórico Anasagasti, pero dudo de que la egolatría que le acompaña reniegue de la estampación de su firma en la mencionada solicitud al Alcalde. Perdonadme si me confundo, pero siempre le tuve por un «jauntxo», sea allá en Venezuela, sea en el Parlamento o Senado español, o sea, como mediocre comentarista. De lo que no me extraño hoy es que su firma junto a lo más notoriamente ultra de este pueblo haya tenido el abrazo y aplauso de estos «intelectuales» del nacionalismo español.
También quisiera dar por hecho que el silencio del PNV, donde milita, su posición ante esta firma responde más a una intención sociológica electoral que a una voluntad de acuerdo con la extrema derecha.
Los nuevos tiempos y la «indar berria» nos lo demostrarán.