María León: " La travesía vital de una comunista de corazón ".

María de Lourdes León Gibory
Ciudad CCS / Tatun Gois
Entrevista a
María de Lourdes León Gibory

Es común verla aparecer en actos públicos y sorprende hallarla, a su edad, tan enérgica, pronunciando discursos y haciendo trabajo social. Sin embargo, conocer de cerca a esta luchadora no solo permite comprender de dónde saca la energía para bregar, sino que además deja clarito que lo de “Leona de Chávez”, es mucho más que un juego de palabras por su apellido.

— Cuéntanos, María ¿cómo fue tu niñez? hoy vinimos a conocerte como niña, como mujer, como guerrillera, como madre. Hablemos un poco de esa parte de ti que conocemos tan poco.

— Primero, la niña. Una niña que fue muy triste porque cuando tenía 3 años murió su madre a raíz de complicaciones en el parto de mi hermanita menor, que también falleció 10 meses después. Mi papá se quedó solo con nosotros, que éramos cuatro: dos varones y dos hembras. Y luego tres. Eso fue verdaderamente trágico, porque mi papá se había casado con mi mamá cuando tenía 50 años y, para el momento en que ella murió, él tenía 60 años. En esa época una persona de esa edad era considerada anciana. Ahora no, ahora está empezando la etapa de adulto mayor. Pero además de la edad, él estaba enfermo de cáncer en la garganta, que al ser operado lo dejó sin voz.

A mí poco me gusta hablar de mi niñez porque fue muy triste.

A mi papá le tocó quedarse con esos tres niños, no tenía empleo y vivía en una situación de miseria absoluta, porque mi mamá prácticamente era quien mantenía el hogar. Ella era costurera, era sastre, era modista, era de todo. Mi mamá fue un ser extraordinario. A ella la había formado mi abuelo que era un francés, un musiú…. Y mi papá se queda  de pronto sin la esposa, sin empleo, sin nada, y se enferma. Se deprimió. A mí me decían que había estado loco, pero no era loco. Yo después, al analizar, sé que sufrió una gran depresión. Él nos escondía a los hijos para que la familia de mi mamá, que era numerosa, no nos encontrara, porque pensaba:“Si ellos vienen y me ven en esta miseria, con mis 3 hijos, se los llevan”. Y él lo único que tenía era a nosotros tres, no tenía a más nadie.

— ¿Dónde fue eso, dónde naciste, en qué parroquia?

— Aquí en Caracas. Yo nací en San Juan y me crié con mi papá. Vivimos en Sarría, vivimos en muchas partes. El último lugar donde él vivió, porque alquilaba piezas al no tener con qué alquilar una casa. Una habitación en una casa de vecindad. Los pobres, antes para poder vivir en la ciudad, vivían en las casas de vecindad. Y la última en la que vivimos fue en San José, de Abanico a Socorro.

—¿Qué edad tenías cuando te inscribiste en el Partido Comunista, cómo fue eso?

— A los 20 años. Pero desde los 15, más o menos, estaba ligada a los grupos clandestinos que repartían Tribuna Popular. Porque, casualmente —bueno, no será casual—, tuve una madrina llamada María Dolores de Guevara, que me amparaba. Cuándo mi padre ya no hallaba qué hacer en su situación de miseria, buscaba a mi madrina, porque mi mamá antes de morir, lo encargó: “La única persona con la que mis hijos pueden estar es con mi comadre María Dolores”. Y ella era la madrina mía y de Ricardo, mi hermano. Entonces, era el referente. Pero ¿qué le pasaba a mi papá? Como él lo que quería era el amor de sus hijos, cuando él iba y me visitaba y me veía  pegada de mi madrina y de mi padrino, me llevaba otra vez con él, no aguantaba…

—¿Cómo asumió tu papá eso de que te hicieras guerrillera, si aún hoy es algo mal visto?

— Bueno, él no supo que era guerrillera, porque murió cuando yo tenía 17 años y me hice guerrillera después. Pero ya desde los 15 venía leyendo los libros de José Esteban Ruíz Guevara. Y Ruíz Guevara tiene una gran influencia en mi vida, es mi primera influencia política. Porque él era sobrino de mi madrina y lo tenía preso la dictadura. Pero sus libros estaban en la casa de mi madrina, y esta muchachita de 15 años allá, leyendo todos esos libros: “Cinco años y un mundo nuevo”, “Así se templó el acero” y todos los libros comunistas que tenía José Esteban en casa de mi madrina. Para mí era la gloria leer aquello. Entonces, cuando cae Pérez  Jiménez y él sale de prisión, inmediatamente, ¿qué hago yo? Inscribirme en el Partido Comunista, que era el partido de José Esteban Ruiz Guevara.

Mi papá había visto, desde mis 15 años, cómo ya yo tenía esa influencia. Un día, salíamos del Hospital Vargas, después de haber estado buscando cama para él, que se había agravado, porque el cáncer lo tenía ahora en la próstata y no la conseguimos. De hecho, mi papá murió por falta de asistencia médica. Vamos saliendo del Vargas y él me dice, a manera de regaño: “Si tú sigues simpatizando con el comunismo, yo dejo de simpatizar contigo”. Y yo le contesté: “Ajá, papá, ¿tú crees que si estuviéramos en la Unión Soviética no habría una cama para que te operaran? Y él me respondió: “Sí, la habría”… “Ahhh  ¿y entonces? Yo tengo que simpatizar con el comunismo”, le dije. Yo tenía, más o menos, 16 años cuando tuvimos esa pequeña discusión. Pero la recuerdo vívidamente.

—¿Cómo se llamaba él, quién era tu papá?

—Fue militar, peleó cuando invadieron a Venezuela en 1902. Asumió la defensa de la Patria y allí lo ascendieron a coronel. Era el coronel Francisco Antonio León. Un castrista consumado, por lo cual Gómez lo persiguió toda la vida. Cuando Gómez murió él estaba preso en San Cristóbal, por estar conspirando. Se salvó porque Gómez murió y salieron los presos.

Mi papá, primero, me hizo amar a Jesús de Nazaret, porque era muy cristiano. Luego a Simón Bolívar, porque era muy patriota. Y creo que  a esta patriota, cuando se encontró con Hugo Chávez, se le encendió  el patriotismo.

 

—“Leona”, ¿cómo fue esa etapa que poco se conoce de la María mujer, esposa?, ¿Fuiste feliz, tu marido te acompañó?

—No. Mi sueño de niña era casarme y tener  hijos.  Nada más. Porque para las niñas de mis tiempos la expectativa era el matrimonio. Yo soñaba: “Me caso y tengo 8 hijos”. Pero no fue así, sinceramente. Me casé en circunstancias muy difíciles: mi papá muy enfermo, yo también en una situación de precariedad muy grande. Me sostenía cosiendo pantalones. Yo era “pantalonera”, cosí pantalones desde los 15 hasta los 22 años más o menos. ¿Por qué? Porque mi papá no permitía que trabajara en la calle. En la mentalidad de mi papá, una mujer honesta trabajaba en su casa. Y como él quería que su hija fuera honesta, tuve que aprender a coser pantalones y era ese mi medio de sustento. Y luego me casé con un coriano y era un maltratador. Y entre nosotros surgió un pleito porque llegó la caída de la dictadura. Toda la gente empezó a inscribirse en los partidos. Él era de URD y quería que yo fuera de URD, pero yo me inscribí en el Partido Comunista. Y entonces empezó el pleito, porque el partido me mandó a hacer una tarea electoral en Coro. Vivíamos en la Vela de Coro y entonces él se opuso. Eso trajo como consecuencia que me cayera a golpes, y teníamos dos niñas, pero hasta ese día llegó el matrimonio. Entonces me fui a Coro, la ciudad. Me atendió mi abogado de toda la vida, el doctor Cordero Giusti, quien me arregló los papeles y me separó. Me quedé con mis hijas, me vine a Caracas y me puse a militar aquí. Yo vivía en las Lomas de Urdaneta. Entonces el partido me ubicó en la Secretaría Femenina de la parroquia Sucre. Ahí me decían María de Sucre. Así me conocían en el partido en ese momento. Nuestra jefa, la jefa de las mujeres era Argelia Laya. Entonces, en la comisión femenina del Partido Comunista en el Distrito Federal de 1958 estaba dirigida por ella. Militaban allí varias mujeres valiosísimas y de esa avanzada de mujeres quedamos dos: la doctora Celina Trejo y yo.

—¿Y cuándo te vas a la guerrilla?                                                                           –

—Bueno, ya yo militaba en el PCV y participaba en manifestaciones, actividades y todo lo que implicaba la militancia. Pero en el 59 triunfa la Revolución Cubana. Y la primera visita que hizo Fidel al exterior fue a Venezuela. Y ahí en el silencio en un gran mitin dijo: “La cordillera de Los Andes, será la sierra maestra de América Latina. Como tú comprenderás era un llamado a la juventud a enfrentar el imperialismo con las armas. Y al poco tiempo yo estaba en las montañas de Portuguesa. Porque aquí se crearon varios frentes guerrilleros, entre ellos: el Frente José Leonardo Chirino, en Falcón, dirigido por Douglas Bravo y el Frente José Antonio Páez, en Portuguesa. Pero nosotros vivíamos casi clandestinos en el Partido Comunista. Nos había ilegalizado Rómulo Betancourt y yo estaba destacada en oriente cuando hubo lo que se llamó “El Carupanazo”.  Ahí cayeron presos algunos camaradas. Incluso el responsable nuestro Hemmi Croes. Entonces, el partido me mandó a venirme a Caracas, porque había muchos allanamientos y mucha persecución. Al llegar a la capital, me voy a la Unión de Mujeres, en la que Argelia era la principal figura, y le pregunto por las guerrillas: ¿Cómo están los frentes, cómo vamos?, porque teníamos varios frentes. Y me dice: “Todo está bien, todo va muy bien, lo único que les faltan son mujeres”.

Decisiones Difíciles

Cuando ella me dice eso, le contesto: “Yo me iría, pero tengo tres niñas. Si me voy, no tengo quien me las cuide”. Y ella me responde: “Ah, pero eso no es problema, yo también tengo hijos y me voy a ir. El partido está organizado para cuidar de los hijos de los hombres y las mujeres que se vayan a la lucha. Así que yo te puedo mostrar el sitio donde van a estar tus hijas, y si estás dispuesta a irte, te entrenamos y te vas.”

Bueno, me llevaron al sitio donde iban a estar mis hijas. Yo no tenía casa, ni tenía empleo, ni tenía marido. No tenía nada. Solo tenía tres hijas, por las cuales responder. Y cuando yo entré a ese sitio, donde mis hijas iban a tener un cuarto, donde les daban música, deporte y vi que ellas iban a vivir ahí como uno sueña que debe vivir la gente, cosa que yo no les podía dar, porque yo lo que hacía era rodar por todas partes con mis hijas. Entonces, yo le dije a Argelia: “Estoy de acuerdo, pero… y ¿si me matan?” Y me dijo: “Ah, bueno, si te matan las mandamos a un país socialista, tú escoges cuál país y allá te las cuidan”. Entonces yo escogí: “Si me matan, las mandan a Checoeslovaquia que es el país socialista donde los niños y las niñas viven mejor”. Trato hecho: dejé a mis hijas.

Yo vi la gran oportunidad de mis hijas, yo no tenía con qué darles estudio, ni nada.

—¿Qué edad tenían las niñas?

—La más pequeña tenía como dos o tres años. La otra tenía seis y la mayor 8 años. Es más, yo vi como algo bueno incluso que me mataran, para que ellas pudieran irse a Checoeslovaquia. Y pensé: “Ojalá me mataran”

—¿Viste en eso la posibilidad de realizar tu sueño para ti y para las niñas?

—Exactamente. Aquello me pareció una cosa maravillosa. Mi vida por el futuro de mis hijas. En ese momento, no pensaba socialmente, pensaba en mis hijas. Y bueno, entregué a las niñas y me fui a la montaña. Me tocó irme a Portuguesa. Fuimos seis, las primeras. Tres fueron al Frente José Leonardo Chirino y tres fuimos al José Antonio Páez. Estar en la guerrilla era un sueño para mí. Ser como era Fidel, como era Vilma, como era la gente de Cuba…

—¿Cómo fue para ti desenvolverte en esos ambientes masculinos, con tanto machismo?

—Al principio subimos y nos prepararon, no como combatientes, sino como maestras y como enfermeras. ¿Por qué? Porque los campesinos son celosos. Ellos no permitían que los guerrilleros entraran a sus casas, pero las guerrilleras sí. Entonces, nosotras podíamos entrar a darles clases, a alfabetizar. Nos enseñaron cómo curar a los heridos, cómo ayudarlos y aplicarles medicamentos.

Segundo nacimiento: subir a La Chara

Y bueno, yo subí a La Chara y digo que ése fue mi segundo nacimiento. Porque, aunque nací en San Juan, subir allí representó un cambio total y radical en mi vida. Nosotras llegamos allí para ser maestras. Íbamos en alpargatas, con faldas. Porque éramos mujeres muy pobres y para allá subimos con nuestra pobreza. Y empezamos con nuestro trabajo. Cuando yo tenía dos meses allá, nos pusieron un ranchito y ahí nosotras cocinábamos, nos relacionamos con los campesinos. En ese momento, se viene una ofensiva del Ejército de 2 mil soldados. Los de la guerrilla no pasábamos de 30.

Suben esos dos mil soldados y gran parte de ellos se asienta arriba de donde nosotras nos encontrábamos. Y al ver aquella cantidad de gente, decimos: “Vámonos. Vamos a salirnos de aquí, y nos vamos al campamento”,  que era lejísimos de donde estábamos. Yo le digo a Carmencita: “¿Tú crees que lleguemos?”. Y ella me dice que sí. Carmencita era una maravilla caminando, orientándose. Yo no, yo me hubiera perdido en ese monte, pero ella era un sol. Y nos fuimos. Más adelante me caí y me fracturé este brazo (el derecho), pero con todo y eso seguimos. Como a las 8 de la noche llegamos al campamento donde estaban los muchachos a decirles que aquello estaba tomado totalmente por el enemigo. A ellos les causó una emoción muy grande que hubiéramos llegado al campamento. Porque nosotras somos caraqueñas, ninguna estaba acostumbrada a andar en el monte. Pero Carmen era una maravilla… Y bueno, nos incorporamos, y allí hubo unos encuentros y pasaron muchas cosas que harían el cuento largo. Pero la decisión fue que nos incorporásemos al campamento.

—¿Fueron incorporadas cómo combatientes, Leona?

—¡Claro! Y junto a ellos, porque no nos podían dejar en manos del enemigo. Teníamos que estar con ellos para lo que viniera. Pablo, que era el comandante -tras un enfrentamiento en el que se nos pierden dos camaradas y hasta la misma Carmen se extravió- dijo: “Tenemos que retirarnos, porque no tenemos fuerza para enfrentarnos a dos mil soldados”. Y empezamos el repliegue.

La retirada para nosotras fue terrible, porque andábamos en alpargatas. En los primeros tres días de caminata, las alpargatas se rompieron, quedamos andando descalzas y así seguimos. Una noche, cuando teníamos como cuatro o cinco días caminando -no preciso la cantidad exacta de días-, hubo mucha lluvia. Sabes que en la montaña se habla en susurros, no se puede hablar duro para que no llegue el eco. Y esa noche cayó una lluvia sabrosa. Entonces nosotros aprovechamos de hablar duro, y cantamos. ¡Muchacha, no tienes idea de cuánto cantamos esa noche! Recuerdo que un guerrillero me dice: “Inés (que era mi nombre allá), ¿porqué es que ustedes no se quejan?” Porque nunca nos quejamos de nada, a pesar de ser mujeres. Y yo le respondo:” Bueno, en mi caso, porque esta lucha contra el imperio hay que hacerla, y como si yo no la hago, la van a hacer mis hijas, prefiero que me haya tocado a mí librar esta lucha”.

Amanece y nos damos cuenta de que cuatro de los combatientes habían desertado. Al principio creímos que se habían perdido, pero cuando encontramos las armas, nos dimos cuenta de que habían desertado.

Al combate como iguales, pese al machismo histórico

—Seguimos caminando en la retirada, y nos encontramos los restos de un camarada que había desaparecido meses atrás. Estaban su anillo, los zapatos y el esqueleto. Lo enterramos y el comandante hizo un juramento y una ceremonia. Tomó las armas y dijo: “Las armas que dejan los hombres, las toman las mujeres”, y me dieron a mí mi arma y le dieron su arma a Carmencita. Y bueno, desde ese momento fuimos consideradas como combatientes. Porque hasta entonces éramos vistas no como combatientes, sino como auxiliares, como enfermeras. De ahí en adelante comenzamos a hacer los mismos ejercicios, la misma rampa, el mismo tirarse por donde había que tirarse, disparar… a todo pues, igual que ellos. Y fuimos guerrilleras.

—Fíjate que tú planteabas el machismo. Y el machismo nos veía como nos ha visto históricamente. La que lava, la que plancha, la que cocina. Te digo algo más, los muchachos que desertaron me habían pedido a mí que los ayudara a lavar su ropa, porque a ellos no les quedaba bien limpia, y entonces yo les lavé la ropa. Cuando desertaron los quería matar, porque me pusieron a lavarles la ropa con la que se iban a ir… Pero bueno, se las lavé sin saber. Muchos años después, uno de ellos, al que mataron luego, llegó a Cantaclaro y me dijo: “María León, vengo a pedirte que me perdones”.  Y yo le dije: “¿Que te perdone qué, hijo? Y él me respondió: “Haber desertado, fueron cosas de la juventud”… Le dije: “Yo te perdono, hijo, siempre. Yo sé quién eres, lo que vales”… Y me dijo: “A ti es a la única persona que yo soy capaz de pedirle perdón”. Y con esto quiero explicarte la concepción que tenían de nosotras, como ayudantes, como auxiliares. Y el papel que pasamos a desempeñar como combatientes aguerridas igual que ellos. Eso cambió el modo de vernos en la guerrilla.

—¿Sientes que el machismo en la guerrilla no fue opresor, que simplemente fueron protegidas por sus compañeros hasta que se dieron cuenta de su valentía dentro de la lucha armada?

—Bueno, no era una cosa terrible, pero había. El problema del machismo es que es una cuestión cultural. Es lo que traemos de la sociedad de clases, que ha durado casi 10 mil años y que subordinó a la mujer en lo económico, en lo cultural, en lo educativo y en lo sexual fundamentalmente. Y nosotras mismas, cuando se nos discrimina, muchas veces no reaccionamos en contra sino que, prácticamente, lo consideramos normal. Para yo analizar toda la discriminación de que he sido víctima históricamente en la lucha política, armada y no armada, tengo que someter el asunto al análisis, porque mientras lo padecía estaba naturalizado. Entonces, nosotras nunca dijimos: “¿Y por qué nos van a llevar de enfermeras?”. Ahí  estaba presente el machismo.

 

Mujeres: su rol histórico en el fin del machismo

-De toda esa experiencia y del análisis que he podido hacer, uno de los planteamientos actuales  que hago, para que tenga efecto el trabajo planteado por el presidente Nicolás Maduro, es descolonizar al pueblo venezolano y barrer la cultura colonizadora. Es entender que la  “sujeta” principal es la mujer. Porque es la madre la que transmite la cultura, y luego en la escuela la refuerza la maestra. Así que si se libera a las mujeres, habrá madres que parirán hijas e hijos libres, y maestras que educarán alumnas y alumnos libres. Entonces, lo principal es trabajar sobre la mente colonizada de la mayoría.

El problema es tan grave que tú, ella y yo fuimos enseñadas con los libros de Santillana. 500 años después de haber derrotado al imperio español, España seguía educándonos. Y si ellos nos educaban, ¿qué valores nos estaban inculcando? Los de la Colonia. Y es Chávez quien dice: ¿Qué es eso? Y es quien detiene la traída de los libros escolares desde España. Pero tenemos el problema de que las maestras, muchas de ellas, prefieren recurrir a esos libros antiguos que a la nueva literatura que ha creado la Revolución. ¿Por qué? Porque la mayoría son colonizadas.

—Leona: y al Comandante Chávez ¿quién le habló de feminismo?, ¿tú?

—Bueno, me imagino que le habló mucha gente, porque él tenía la costumbre de que mandaba a hacer resúmenes de los temas. Yo tuve la suerte de que a él lo nombraran Presidente en febrero y en marzo él me designa a mí presidenta del Consejo Nacional de la Mujer (Conamu), que era el ente público que existía en la Cuarta República. Entonces, desde el siguiente mes, yo empiezo a interactuar con él. Primero, porque necesitábamos crear el instituto. Fui a hablar con él, a explicarle y a transmitirle la necesidad, y siempre me apoyó. Sin embargo, uno de los momentos importantes en la lucha por la Constituyente fue la inclusión del lenguaje no sexista. La comisión redactora estuvo presidida por el camarada Vinicio Romero, y  tuvimos en el él un aliado desde el inicio, porque siempre estuvo ganado a la causa feminista. Fueron él, Gioconda Espina y Vicky Ferrara quienes redactaron ese texto constitucional con lenguaje no sexista. Y a partir de ese trabajo, Chávez empieza a recibir, desde nosotras, desde el Conamu, la discusión el lenguaje no sexista. Comienza a recibir todo un conocimiento nuevo, que tú vas viendo en su discurso cómo va evolucionando. Ahora, el momento mío, en el que yo creo que lo influí de alguna manera, que me entendió, fue después de que ganamos el referéndum, aprobamos la Constitución y vino la renovación de todos los poderes. Y él se sometió nuevamente a elecciones. Yo trabajé duro en esa campaña y tengo la satisfacción de que le oí decirme lo que no le oí decir a ningún funcionario. Cuando me nombró ministra, me dijo: “María, yo estoy contento”. O sea estaba contento de mi trabajo, y yo quiero que siga contento con lo que yo hago, porque vivo para él.

—Pero volviendo a donde estábamos. Se desarrolla la campaña y nos toca un acto en Parque Central, en Sala 1, y allí intervienen varios oradores. Por fin me toca intervenir a mí, exactamente antes que a él. Y yo me dije: “Este es mi momento, tengo que hacer un discurso que lo convenza”. Y entonces le dije: “Mi Presidente, creo que la única persona que me puede entender a mí es usted, porque yo lo oigo decir que cuando usted se despidió de sus hijos, la noche del 4F, sintió un dolor muy profundo. Y usted sintió ese dolor y dejaba a sus hijos con su mamá. Pónganse en mi lugar, ¿cuál sería mi dolor, cuando dejé a las mías? Porque la mamá soy yo. Y le digo esto para que usted vea cómo es el trato que la sociedad le da a nuestro sacrificio, cómo lo que hace la mujer no vale nada. Incluso, mi Comandante, se ha descubierto que hay mujeres que murieron en la Batalla de Carabobo, y ¿cómo se supo? Porque al morir, a los soldados les quitaban la ropa para devolverla al ejército y al desvestirlas vieron que eran mujeres. Porque para defender la Patria tenían que vestirse de hombres: ese es el destino de nosotras. Tenemos que actuar como hombres, no podemos ser auténticas….” Y le metí mi discurso. Entonces, él me responde cuando  le tocó el turno: “María León, las mujeres venezolanas no tendrán que vestirse de hombres más nunca para defender la Patria, irán con su falda y con su colorete”… Y me contó después Adán, que el mismo mandó a buscar los modelos de las faldas que iban a usar las militares. Y les permitió cosas que antes tenían prohibidas, porque les prohibían todo. Y por eso siento que ése fue el momento en que yo pude llegarle a la comprensión del  fenómeno de cómo hacemos los más grandes sacrificios, pero no hay para nosotras ni siquiera reconocimiento. Y él lo entendió.

—Estoy segura de que leyó libros de feminismo, además de los que yo le mandaba. Por ejemplo, en el aniversario 180 de la Batalla de Carabobo, yo llevé un folleto que decía: “A nuestras olvidadas heroínas”. Y ahí coloqué todos los rostros de un libro que había publicado Carmen Clemente Travieso en el 60, sobre heroínas venezolanas. Las puse ahí, repartí ese folleto y lo mandé para Miraflores. Después el repetía todo lo que decía ese folleto.

 

—Leona, y tú ¿desde cuando eres feminista? ¿Siempre lo fuiste o el feminismo te fue ganando poco a poco?

—Bueno, como hablábamos de Argelia, debo decir que ella me hizo guerrillera y también feminista. Las dos cosas vienen de ahí. Ella es la madre de todas nosotras.

—¿Cómo explicas el feminismo en este momento?

—Te voy a explicar. El feminismo tiene su origen en las sufragistas, que fueron quienes lucharon por el derecho al voto de las mujeres, que era una lucha más política y que era diferente a las luchas del movimiento obrero, que no lo hacían por votos sino por sus necesidades inmediatas.  Luchaban por el salario, por cómo alimentar a sus hijos, por la salud. Entonces, había como dos expresiones del movimiento de las mujeres. Unas eran las que peleaban por los derechos de la mujer y los niños; y las otras lo hacían por derechos políticos y cargos… Ese era como otro movimiento. El feminismo entonces era mal visto por el movimiento obrero. Para nosotras las revolucionarias, hablarnos de feminismo era casi un insulto. Porque toda esa rebeldía irreverente nos causaba estupor. Pero el feminismo comienza a tener una visión distinta a partir de Simone de Beauvoir, cuando escribe su obra El segundo sexo. Allí comienzan las discusiones en torno al tema, y las feministas le pusieron un seudónimo al feminismo: lo llaman género. Y así, con el término de  género, entra en las ciencias sociales. Porque el feminismo no hubiera entrado nunca como tal, por los prejuicios. Porque tiene demasiadas expresiones y movimientos. Yo digo que es como el cristianismo. ¿Cuántos cristianismos hay? De allí que se pueda hablar, entre muchos más, de un feminismo académico, que investiga y formula teorías; de un feminismo político y de un feminismo popular, que aspira a lograr reivindicaciones sociales, básicamente. Eso llevo al feminismo a preguntarse ¿por qué lucha el feminismo? Y se dividió en dos tipos de necesidades: necesidades prácticas de género, que son todo el padecimiento universal de las mujeres; y  necesidades estratégicas de género, que es la lucha por la igualdad. A partir de ahí nos dimos cuenta de que se puede luchar por las necesidades prácticas y por las estratégicas también, y que a unas les interesan más las estratégicas y a otras las prácticas que son las que integran el feminismo popular. Pero, además, el feminismo define a su enemigo, que ya no son los hombres sino el patriarcado. Y también define su corriente: la satisfacción de las necesidades prácticas y estratégicas de las mujeres.

—Hasta el momento en que llega Chávez, aquí predominaba el feminismo académico y político. Pero con él entró al gobierno el feminismo popular. Entramos nosotras, las mujeres de base, pasamos a ser Gobierno. Y entonces, hemos unido la lucha por las necesidades prácticas con las estratégicas de género. Y creamos todo un movimiento nuevo. Nuestro enfoque supera todo lo que hubo antes en el feminismo. Integra, porque nos nutrimos tanto del feminismo académico como del feminismo político. Centramos nuestro esfuerzo en las necesidades prácticas de género, que es la lucha contra la violencia. Toda esa lucha que con Chávez se plantea un feminismo nuevo: el feminismo socialista o el socialismo feminista. Y lo grande de eso es que por primera vez un presidente lo asume como política de Estado y lo define así: “Nuestro socialismos es feminista o no será”. Y esta es una nueva manera de concebir el feminismo, en la que se juntan diversos niveles de conciencia: conciencia de Patria, conciencia de género, conciencia de clase y conciencia étnica. Estos cuatro niveles de conciencia están presentes en el socialismo feminista, que es el planteamiento de Hugo Chávez. En el socialismo feminista que está naciendo aún estamos construyendo la teoría.

La guerra de hoy es por la conquista de la mente humana

—Leona, ¿cómo ves esa atomización que experimenta el movimiento feminista hoy día, en que hay tantas posturas, incluso antagónicas, que podrían debilitarlo? ¿Cómo vencemos la aprehensión contra el amor?

—El feminismo –y es la angustia que tú tienes-, tiene mucho que ver con el momento actual. Tenemos 100 años de una lucha de clases exacerbada, en la que los movimientos progresistas y revolucionarios han intentado construir sociedades nuevas, sociedades que buscan el socialismo. Todavía ninguna se ha podido construir. Porque tú no puedes en 100 años cambiar 10 mil años de historia de clases. Hemos comenzado a destruir la sociedad de clases y su cultura, para sustituirla por una nueva sociedad, que quiere ser igualitaria y con una nueva cultura. En el medio de ese feroz enfrentamiento entre la clase que domina, que es la clase capitalista, y la clase que va naciendo, la clase trabajadora, que ha avanzado, uno de los elementos fundamentales es la lucha por conquistar la mente del ser humano. El teatro de operaciones, decía Fidel Castro, está en cada cabeza, a donde va dirigida toda esa ideología. Para eso, los burgueses tienen tanques pensantes, para ver cómo nos convencen  y cómo nos callan. En esa lucha tremenda están todas las corrientes posibles. Se toma el cristianismo y se lo desdibuja. Se toma a una religión para que odie a la otra. Se toma el feminismo para sus intereses. El socialismo feminista es el interés de la humanidad, es el interés de la clase obrera, es el interés de los pobres. Pero el feminismo que te separa, el feminismo que en vez de unirte te crea enemigos, odio, que te desaloja de los valores, todo eso es otro feminismo, que está tomado por el imperialismo. Hay corrientes feministas que están por completo al servicio del imperialismo norteamericano.

—Nosotros tenemos nuestro feminismo. ¿Cuál es? El socialismo feminista. No separamos la lucha de género de la lucha de clases ni de la lucha étnica. Esta última es vital para nosotros, porque al negar nuestras raíces indígenas y afrodescendientes nos rompen lo que traemos como herencia de lucha.

—¿Cuáles son esas corrientes feministas tomadas por el imperio? ¿Qué dice una feminista socialista del amor, en estos tiempos en los que se le desprecia tanto, en los que se habla tanto de desapego. incluso con los hijos?

—Marx -y te lo digo como partidaria, porque me parece una ciencia demasiado grande para que yo pueda  decir que soy marxista-, Marx dice que el amor pertenece a la esencia gentilicia del hombre. Claro, antes “el hombre” nos incluía. Se refería al ser humano. Ahora nosotros diríamos: “pertenece a la esencia gentilicia del hombre y de la mujer”. Yo no sé, porque yo no soy estudiosa, tendrías que precisarlo con las académicas, pero corrientes feministas con esa orientación las hay, las que buscan dañarnos. Pero tú comprenderás que para que una gente vea que a otra se le quema viva en la calle y no reaccione contra eso, tiene que haber tenido una inoculación de insensibilidad en el cerebro, de pérdida de valores. Entonces, hay que entender que el imperio penetra todo: la religión, los valores, los partidos, los movimientos, para separar. De allí que la lucha nuestra sea entender el momento histórico que nos tocó. Un momento privilegiado en el que el enemigo de los pueblos es el imperialismo, hoy representado por Estados Unidos, Inglaterra e Israel, que son los que tienen ahorita el sartén por el mango. Pero están en decadencia, mientras que los pueblos que surgieron con el socialismo: Rusia y China, les están disputando el poder. Y simultáneamente, la esperanza de los pueblos oprimidos crece cada día.

—Entonces, lo que tenemos es que no dejarnos influenciar ni confundir, como ocurre a veces con alguna gente. Ni dejarnos deprimir. Porque estamos en momentos de guerra atroz. De un sistema que está pereciendo, que es el sistema capitalista, a uno que está naciendo, que es el sistema socialista.

—¿Cuál es nuestra lucha? Que este nuevo sistema que estamos haciendo se pueda ir deslastrando de la herencia del capitalismo, y volver a lo nuestro. ¿Y qué es lo nuestro? Bueno, cuando ellos trajeron todo el horror, aquí vivían los caribes en plena armonía. Todo lo que producían lo repartían equitativamente. Los niños y las niñas aprendían de sus padres, no había odio, no había robo, no mentían. Nosotros queremos una sociedad así, pero con todo lo moderno. Una sociedad sin odios, como vivían nuestros ancestros. Por eso Chávez decía: “Comuna o nada”, ya que eso solo es posible en la medida en que desarrollemos la vida comunitaria, las comunas. El feminismo socialista o socialismo feminista tiene su asiento en las comunas.

—¿Cuál es la mayor satisfacción de tu vida, María?

—Como ya dije, en mi infancia tuve 2 sueños. Uno era tener una familia numerosa, porque éramos solo mi papá y nosotros tres. Y Dios me hizo el milagro. Tengo tres hijas y un hijo, 15 nietos y nietas, 16 bisnietos y bisnietas, y súmale mis sobrinas y sobrinos. Una familia en la que los tres fuimos comunistas y criamos familia para el amor, para la lucha, para la comunidad. Esa es una satisfacción muy grande.

Y el otro sueño, que le pedí ya en mis 20 años, es que yo viera la Revolución en Venezuela. Yo creía que me iba a morir sin verla. Vi morir a tantos de mis compañeros y compañeras. Sufrimos tanto en esos 40 años. Pero llegó Chávez y, bueno, fue como si hubiera resucitado mi segundo anhelo, que era ver la Revolución en Venezuela. Ese también se hizo realidad.

 

Amor con Amor se paga

—¿Qué significa para ti Chávez?

—Fíjate, el único ser con el que yo comparo a Chávez es con Jesús de Nazaret.  ¿Por qué? Porque yo digo que Jesús de Nazaret fue el redentor de las mujeres en el siglo I. Recuerda que en aquellas sociedades las mujeres no valían nada. Las prostituían para luego condenarlas porque eran prostitutas. Como dice Sor Juana Inés de la Cruz: “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón, sin ver que sois la ocasión de lo mismo que culpáis”. Al punto que el pecado más grande que había era el del adulterio, la mujer adúltera debía morir apedreada, tapiada y Jesús dijo: “Aquel que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”, y la salvó. Eso no era común. Lo hizo en aquella sociedad de hace 2 mil años, y entonces toda la vida de él tú la ves en el amor por todo: por los niños y las niñas, por los enfermos, la naturaleza, el amor por las mujeres que lo acompañaron siempre. Y al pie de la cruz, ahí estaban las mujeres. Sin embargo, cuando él se fue, todo lo que había logrado para las mujeres retrocedió. Las mujeres no fueron capaces, o no pudieron defender lo que él les dejó. Y fueron 2 mil años en que hasta fueron quemadas vivas por brujas. O sea que lo que vino después de Jesús para las mujeres fue terrible. Y no habíamos logrado otro redentor, a pesar de todas las cosas hermosas en todos los líderes, Incluso con el Libertador Simón Bolívar, pero no habíamos logrado lo que logró Hugo Chávez. Por eso yo lo llamo el redentor de las mujeres del siglo XX.

—Chávez reconoció el trabajo del hogar como generador de valor agregado, y al reconocer a las amas de casa como trabajadoras les quitó de encima ese estigma ancestral de mantenidas. Así, allanó el camino hacia la emancipación de la mujer. Eso, y la inclusión del lenguaje no sexista, es lo me hace ver a Chávez como el redentor de las mujeres de estos tiempos. Porque, además, les da inclusión a todos los vulnerables. A los sexodiversos, al adulto mayor. Yo tenía más de 60 años y me nombró ministra. A las personas con discapacidad. Yo lo comparo solo con Jesús.

—Por eso digo que Chávez es amor, y que los chavistas somos militantes del amor, que todo el que esté del otro lado lo está por ignorancia, porque no conoce la realidad de su pueblo.

—¿Qué consejo, en estos tiempos tan difíciles, les dirías a nuestras mujeres, que son las más afectadas en esta situación de asedio y saqueo que enfrenta nuestra nación?

—Lo primero que quiero decirles es cuánto las amo. Cuánto amo a este pueblo, al ver su grandeza. No sé si habrá otro pueblo tan grande como el pueblo de Venezuela. Pero lo que yo veo todos los días, las ganas de superarse, la creatividad para enfrentar la carencia, cómo hacen de todo con lo que tienen a la mano y lo ves con aquellas ganas de luchar. Este es un pueblo asombroso. Y lo que puedo decirle a mi pueblo es que tengo 62 años de lucha entregados a mi pueblo, especialmente a las mujeres venezolanas. Considero que es muy poco lo que he hecho para ver tanta gloria. Lo que necesitamos es que se conozca tanta vida.

-Y ahí los comunicadores tienen, en este momento, el papel principal. Porque si una comunidad golpeada por los paramilitares, por los opositores, por los terroristas, está dolida y acongojada, pero se nutre del trabajo que esté haciendo otra comunidad, se va a levantar. Y los únicos que pueden hacer el puente entre unas  comunidades y otras, para llevar ese mensaje, son ustedes las comunicadoras y los comunicadores. Por eso quiero terminar mi mensaje pidiéndoles a ustedes que, tal como quería Chávez, conviertan a todo nuestro pueblo en un pueblo comunicador.
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Biografía mínima

María de Lourdes León Gibory nació en la caraqueñísima parroquia San Juan, el 22 de mayo de 1937.
Ingresó muy joven a las filas del Partido Comunista de Venezuela, en 1958.
Luchó en los frentes guerrilleros dirigidos por el comandante “Pablo” (Juan Vicente Cabezas) y el comandante “Rolando” (Lino Martínez).
Ha sido una luchadora cooperativista, cofundadora de Ceconave y de la Cooperativa de Servicios Múltiples El Ujano.
Organizadora del movimiento sindical, y del movimiento femenino nacional desde 1958.
Sindicalista egresada del Instituto Superior de Cuadros Sindicales Jorge Dimitrov, en Sofía, Bulgaria.
Especialista en Salud Ocupacional.
Egresada de la Escuela Sindical Lázaro Peña (Cuba) y de la Escuela Central del Movimiento Sindical Revolucionario de Antónín Zápot.

Fuente
http://noticias.ciudadccs.info
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