Mariano Sánchez Soler: “España era un cuartel, había hasta jefes de escalera”

Mariano Sánchez Soler
Andrés Villena
Entrevista a
Mariano Sánchez Soler

Un cambio generacional está haciendo temblar los acuerdos políticos que en un principio se consideraban intocables. La exhumación del dictador Francisco Franco representa probablemente uno de los mayores hitos en un proceso de desmitificación en el que numerosos historiadores y periodistas llevan, no obstante, muchas décadas trabajando. Uno de los más destacados es Mariano Sánchez Soler, que ha publicado La familia Franco S.A. Negocios y privilegios del último dictador de Occidente (Roca Editorial), una reedición de su investigación –‘Los Franco SA’– que va mucho más allá del análisis del opulento patrimonio de la familia del dictador –estimado entre 600 millones de euros hasta cálculos que apuntan a cifras muy superiores. La Familia Franco SA es la detallada radiografía de un régimen dictatorial, de una red de poder y beneficios sin límites en el seno de una sociedad que no pudo o no quiso mirar las cosas de frente. Y que, desde hace ya mucho tiempo, tiene la oportunidad de hacerlo. La publicación, en las mismas fechas, del cómic El Caballero del Santo Sepulcro (Akal), a cargo del sociólogo Alex Romero y del dibujante Fritz, realza la importancia de las hazañas del Marqués de Villaverde, Cristóbal Martínez-Bordiú, el ‘yernísimo’ de Franco, bandera de la red clientelar y autoritaria que Martínez Soler disecciona en su obra.

Cristóbal Martínez-Bordiú, marqués de Villaverde, intentaba conquistar a una joven holandesa en una discoteca de Marbella; cuando el novio de la chica le propinó un golpe monumental en la nariz, Villaverde denunció haber sido atacado por estar defendiendo a España. Francis Franco, unos años después de la muerte de su abuelo, el dictador, acabó produciendo en la finca familiar de Valdefuentes numerosas películas de contenido erótico, con escenas de sangre y ritos satánicos en la propia capilla... ¿Es la historia de los Franco la de una gran impostura?  

Está claro que hay una impostura, pero creo que es más el ejemplo sobresaliente del país en el que hemos vivido. Los distintos personajes se convertían en grandes personajes en función del lugar que ocupaban, pero después, en su vida cotidiana, eran juerguistas como los que más y hacían lo que fuera necesario para ganar dinero. En público eran un dechado de virtudes y, luego, en privado, tenían hijos fuera del matrimonio, hacían negocios aprovechándose de información confidencial o privilegiada, vivían a cuerpo de rey... Esta es, más bien, la historia de una gran hipocresía social.  

¿La gente se había creído el mito de la ausencia de corrupción en el franquismo?

Eso fue puro producto de la propaganda de un país sin libertad de expresión, donde los periódicos y los medios de comunicación, cuando no eran del Estado, eran de socios del Estado, donde no había posibilidad de denuncia, donde los sindicatos eran verticales, es decir, estaban controlados por los empresarios…

En España, el Ministerio de Información fue fundamental para contar mentiras durante cuarenta años. Si a eso añadimos que la gente que había vivido en la miseria en la posguerra empieza a vivir mejor con el desarrollismo, con el turismo, con la entrada de multinacionales, después de haber estado comiéndose las piedras en la autarquía, es lógico que haya una parte que haya visto las cosas así, de manera ‘mágica’.  

Franco tenía una filosofía: mientras los asuntos del bolsillo les vayan bien a mis colaboradores, no conspirarán contra mí

Un ejemplo muy útil para entender todo esto es el del diario El Caso, un periódico de sucesos puro y duro, que al final actuaba como un medio subversivo, porque rompía ese mito, esa mentira de la seguridad, de que no pasaba nada, al informar sobre asesinatos, robos… Se tapaban todos los escándalos económicos, como el de Nueva Esperanza, como el del alcohol metílico con el que murieron muchas personas… Había un control social fortísimo, con el papel de los serenos en las calles, era una dictadura con una gran cantidad de cómplices, a los que se concedían licencias de kiosko, de taxi, etc., por haber combatido en el bando vencedor, por mutilaciones, por parentescos… Un totalitarismo que fue suavizando a lo largo del tiempo algunos de sus perfiles gracias al acuerdo con los norteamericanos.

Si hay un hilo conductor del relato de los Franco, es el marqués de Villaverde. Tiene el típico rol de mediador: como si siempre fuese a existir uno. ¿Qué se puede aprender de su papel?  

La vieja guardia militar afirmaba que con Villaverde había entrado su familia en El Pardo y que con él habían cambiado las costumbres y entrado los negocios. Pero hay que decir que eso es una verdad relativa, puesto que todo ello se produce en los años cincuenta, coincidiendo con el desarrollismo y el Plan de Estabilización. Hasta aquel momento se había producido el trapicheo y el estraperlo; se gestionaba la miseria de posguerra. Villaverde llegó en el momento adecuado, era el único yerno, el marido de la única hija de Franco. Pero el verdadero conseguidor es José María Sanchís, su tío, al que Villaverde pone al mando de todos los negocios de la familia. Y lo que consigue con ello es beneficiarse, como ‘yernísimo’, por tierra, mar y aire.  

A mí lo que más me interesaba es el modus operandi de todo esto, el cómo funcionaba el régimen, las complicidades de grandes empresarios y banqueros que eran exitosos gracias a la dictadura. Se trataba de un capitalismo que se generaba alrededor del dictador. Esta punta del iceberg, que narro con los ejemplos citados en el libro, permite ver o intuir el iceberg entero: por ejemplo, cuando Franco impide que el marqués de Villaverde sea salpicado por un escándalo de importación de Vespas, o que su hermano, Nicolás, acabe implicado en otros como los de Manufacturas Metálicas Madrileñas o el del Aceite de Redondela. Que exista esta intervención directa para evitar perjuicios a los familiares de Franco revela una determinada manera de hacer negocios en España.  

Y de concebir la distancia entre la empresa y el Estado.

En la dictadura, el intervencionismo del Estado hacía que hubiera toda una mezcla: banca mixta, banca pública, privada, empresas nacionalizadas, empresas privadas, públicas participadas por privadas, grandes empresarios que eran procuradores en Cortes, los sindicatos… todos vinculados al régimen. Desde una perspectiva democrática, de separación de poderes, transparencia, etc., el régimen franquista resulta casi de ciencia ficción.  

Un fundamento de estas barbaridades es que los negocios los realizaban ‘los vencedores’.

Franco, que en el fondo lo que perseguía era el poder, ser Su Excelencia, elegir reyes y mantenerse, y no necesitaba enriquecerse directamente –aunque lo hizo–, tenía una filosofía: mientras los asuntos del bolsillo les vayan bien a mis colaboradores, no conspirarán contra mí.

Y las puertas giratorias eran constantes, correderas…

Las puertas giratorias son más viejas que el tebeo. Un tío era nombrado ministro de un ramo porque era un experto en ese ramo, porque venía de la gran industria y era un ejecutivo. Y, cuando salía de ahí, volvía al sitio de donde procedía. Eso no es una puerta giratoria, es un Estado autoritario político-económico. Y nombrar a un experto financiero vinculado a un banco se consideraba un mérito.

Con la exhumación, lo que ha pasado es que ha habido una familia que se creía que tenía más poder que el propio gobierno, y que se ha dado de bruces con la historia

Hay que comprender que el franquismo era un Estado corporativo que fue evolucionando conforme se fue rompiendo el aislamiento internacional. ¡Había jefes de escalera que controlaban a los vecinos! Es el tipo de organización del fascismo italiano y del estalinismo. Los serenos eran colaboradores de la policía. Era una sociedad en la que estábamos totalmente controlados. España era un cuartel, esa es la aportación de Franco, con un control militar de la vida de la gente, y de los negocios y demás.  

¿Hubo posibilidades reales de tener a la familia Franco como Familia Real? En el libro se menciona que el matrimonio entre Carmen Martínez-Bordiú y Alfonso de Borbón fue el favorito para la mujer del dictador durante algún tiempo.

La ambición que tuvo Carmen Polo a este respecto está documentada. Juan de Borbón era el rey legítimo, el que tenía que haber vuelto tras la Guerra Civil. Hubo momentos en los que el acuerdo con Juan de Borbón y con su hijo Juan Carlos estuvo en peligro y entonces la familia Franco consideró que Alfonso de Borbón podía ser el futuro rey. No olvidemos que hablamos de una instauración de la monarquía, no de una restauración. Las palabras son claras. La línea dinástica no se siguió. Y Alfonso de Borbón podría haber sido rey de España perfectamente, y esto lo manifestó Carmen Polo, e incluso Franco, como se puede comprobar en el libro del primo de Franco, Francisco Franco Salgado-Araujo (Mis conversaciones privadas con Franco). 

A veces no se critica la ideología que subyace a la prensa del corazón. Cita una entrevista televisiva a Carmen Martínez-Bordiú en la que esta reconoce que no ha trabajado nunca y que vive de las rentas de las exclusivas concedidas. Es un mensaje clarísimo y nadie dice nada. ¿Se ha blanqueado la dictadura desde este tipo de medios?  

Totalmente. Cuando empecé a investigar a la familia, en 1988, tuve que consultar la prensa rosa, sobre todo Hola y Semana, porque ahí dentro había muchas cosas, muchos datos, fechas, negocios, afirmaciones… Tuve que hacer un seguimiento de la hemeroteca durante muchos años. Y el libro tiene dos pilares: uno de ellos es el económico, el del Registro Mercantil, historias de banqueros, escándalos; y el otro, la crónica social, que te daba muchísimos datos. Hay entrevistas que he puesto prácticamente enteras de lo sabrosas que son. Había un pacto: el poder no quería complicarse la vida con este tipo de personajes, y la gente los veía como algo anecdótico.

Está convencido de que se está está operando un cambio en la sociedad española. ¿Cómo ha vivido la exhumación del cuerpo del dictador?

Soy optimista con las generaciones que vienen. En el caso de la exhumación, lo que ha pasado es que ha habido una familia que se creía que tenía más poder que el propio gobierno, y que se ha dado de bruces con la historia. Cuando sacaban el féretro, se visualiza algo que no se había visto nunca antes, a toda la familia junta, eso es tremendo… Tenían que haber negociado con el gobierno desde el primer momento, no haber ido por la vía judicial, no sé en qué país creían que vivían. Aquella foto es de quien forma parte ya del pasado, de quien defiende políticamente algo que no tiene ya ningún sentido. La muerte de Carmen Franco es el final de esta historia, el final real.

Todo lo que no se resolvió, vuelve a aparecer, ahora protagonizado por otra generación. Todo lo que se cerró en falso vuelve, porque es inevitable que lo haga. Estas cuestiones fundamentales tienen que resolverse. Y el tema del Valle de los Caídos era insólito, un millón de euros al año, de un sistema democrático, para mantener un monumento a mayor gloria de un dictador. ¿Dónde se ha visto eso? Cada paso que se da, por pequeño que sea, es un paso valiente para hacer de esto algo más razonable, más lógico.

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