Damata Ganou, coordinadora del Comité de Defensa de la Revolución “Queríamos construir nuestro país con la fuerza de nuestros propios brazos”

Damata Ganou durante la entrevista
Alex Meyer Verdejo
Entrevista a
Damata Ganou

El 4 de agosto de 1983 se produjo un golpe de estado revolucionario en el Alto Volta, una excolonia francesa de África Occidental en la que se habían sucedido diversos gobiernos militares afines a la metrópolis. La extrema precariedad golpeaba con fuerza a las clases populares del que era considerado el cuarto país más pobre del mundo. El nuevo gobierno —liderado por el Capitán Thomas Sankara— contaba con el apoyo de gran parte de la población. El proceso se vio interrumpido de forma abrupta el 15 de octubre de 1987 con el asesinato de su presidente y de otras doce personas. Este nuevo golpe de estado se le atribuye a Blaise Comparé, que posteriormente presidiría el país hasta finales de octubre de 2014.

Con el cambio de nombre de Alto Volta a Burkina Faso la población se distanció de su pasado colonial revalorizando sus lenguas africanas (el nombre es el resultado de la combinación de diula y mooré). Se apostó por la nacionalización de sectores estratégicos y por la redistribución de las tierras (hecho clave en una sociedad en la que más del 90% de la población dependía de la agricultura). Se trabajó para hacer llegar —por primera vez— apoyo sanitario a todo el territorio y se volcaron grandes esfuerzos en educación (se triplicó un nivel de alfabetización que en 1983 era solo del 4%). El leitmotiv de su modelo económico era el de “contar con las fuerzas de sus propios brazos”, rompiendo así los vínculos de dependencia neocoloniales. En tal solo cuatro años consiguieron acercarse a la autosuficiencia alimentaria.

 Con el cambio de nombre de Alto Volta a Burkina Faso el país se distanció de su pasado colonial revalorizando sus lenguas africanas. Se apostó por la nacionalización de sectores estratégicos y por la redistribución de las tierras

Desde el primer día de la revolución se decidió implantar un sistema de participación directa complejo e integral: los Comités de Defensa de la Revolución (CDR) eran los principales espacios de decisión para el conjunto de la población, pero también se crearon espacios específicos para jóvenes, personas ancianas y las mujeres. La “camarada” Damata Ganou, como pide que la llamen, era coordinadora del CDR de la empresa pública Air Burkina y formaba parte de la Unión de Mujeres Burkinesas. Su experiencia nos permite entender cómo funcionaban estos espacios de participación, qué grado de capacidad tenían para incidir en el desarrollo del proyecto revolucionario y hasta qué punto se hizo efectiva la voluntad de abrir los espacios de gran responsabilidad a las mujeres.

Para comenzar, sería interesante que nos pusieras en contexto sobre tu participación en la Revolución de Agosto. ¿Qué eran los CDR y de qué forma estabas vinculada en ellos?

Los CDR eran la organización suprema del pueblo. Había dos tipos de ellos: los CDR de las empresas y los CDR territoriales (en los pueblos y los barrios). Las decisiones se tomaban en asamblea general. Cuando se constituía un nuevo CDR, se abría un espacio para que se propusieran voluntarios para ser delegados y se votaba. A continuación, se escogía a la persona que coordinaría. Así fue como me escogieron como coordinadora del CDR de Air Burkina.

En el caso de las empresas, ya sabéis que los trabajadores están siempre oprimidos en sus lugares de trabajo. Sankara dijo que quién tendría el poder en las empresas serían los CDR. El director de la empresa también venía a la asamblea general. Se confrontaban los argumentos, y se votaba. Si la posición del director perdía, se tenía que someter. El problema es que los directores, a veces reaccionarios, no se querían someter a la opinión mayoritaria. Si no querían aceptar las decisiones democráticas los apartábamos.

¿Cómo se organizaban los CDR a nivel nacional? ¿Qué relación tenían con el gobierno?

Los CDR no iban cada uno por su cuenta, existía una coordinación nacional gestionada por el Secretariado General de los CDR, vinculado directamente al Consejo Nacional de la Revolución (el órgano dirigente de la revolución). Se transmitía información de abajo a arriba y de arriba a abajo de forma constante. Necesidades detectadas en un CDR de barrio podían acabar generando una apuesta a nivel nacional. La más destacada es el Programa de las Tres Luchas: contra la tala abusiva de madera, contra los incendios y contra la extinción de los animales.

Los CDR territoriales tenían funciones sociales muy importantes: se mediaba en conflictos entre personas o familias. Incluso divorcios. Nos encontramos con algún caso en el que a una mujer se la había echado de casa. Entonces convocábamos al marido y le pedíamos explicaciones. También había lo que llamamos las operaciones “mana-mana”, que significa “limpio” en diula. Cuando veíamos que el barrio no estaba suficientemente limpio, la gente se organizaba para limpiarlo. Incluso hacíamos concursos entre barrios para ver quién lo tenía más limpio. Lo mismo pasaba si hacían falta infraestructuras: si había que construir, por ejemplo, una escuela o un centro sanitario.

¿Qué valoración haces de la participación de las mujeres en el CDR? ¿De qué manera se trataban vuestros problemas específicos?

Yo era coordinadora de CDR y mujer al mismo tiempo. Estábamos explotadas a diversos niveles. No sólo el pueblo burkinés estaba explotado, con el imperialismo. Las mujeres lo estábamos doblemente. Teníamos que combatir a los maridos feudales y a todo lo que era retrógrado. Al principio había más hombres que mujeres en las asambleas generales. Los hombres decían a las mujeres que si iban a la reunión se encontrarían con la maleta en la puerta al volver a casa. Era un combate. Pero poco a poco fuimos avanzando. Al final veías como las mujeres se habían rebelado. Querían tomar el poder. Si hubiéramos seguido así, creo que las mujeres hubieran acabado por derrocar a Sankara para tomar ellas el poder. [Risas.] Y él no estaba en contra, decía: “Mientras nos podamos organizar… Ningún problema.” Y añadía que se iría a trabajar al campo.

No sólo el pueblo burkinés estaba explotado, con el imperialismo. Las mujeres lo estábamos doblemente. Teníamos que combatir a los maridos feudales y a todo lo que era retrógrado

¿Y cuál era el papel de la Unión de Mujeres Burkinesas?

Nos organizábamos de forma parecida a los CDR. Si decidíamos algo, el gobierno tenía que aplicarlo. En un momento dado decidimos que había que prohibir la poligamia, y se lo dijimos a Sankara. Él nos contestó: “¿Estáis seguras de que se puede hacer?” Enfadadas, le contestamos: “¡Eh! ¡Qué lo hemos votado!” Y nos preguntó quién lo había votado, que éramos las mujeres de los CDR de las empresas. Dijo: “Ah, veis. Las mujeres de los CDR de empresas son pequeñoburguesas, sentadas en sus despachos. Hay que convocar a las mujeres de las zonas rurales, las que cultivan. Y votar todas.”

Así lo hicimos, y les dijimos: “Los hombres que tienen dos mujeres… Eso está mal.” Y nos contestaron: “Escuchad, nosotras, en el campo, mientras una prepara la comida, busca la leña y cuida a los niños, la otra está libre para ir al mercado a vender alguna cosa y volver con un poco de dinero. Nosotras no podemos contratar a una mujer para hacer nuestras tareas domésticas como hacéis vosotras. Tenéis sueldos y podéis hacerlo.”

Intentamos explicarlo, pero cuando votamos, nos ganaron. Nos vimos obligadas a buscar un término medio: privilegiando la monogamia, pero sin prohibir la poligamia. La mentalidad tenía que cambiar. Y también el modelo económico. Porque si esas mujeres fuesen autónomas económicamente ellas verían diferente su situación.

Se habla mucho de las medidas que se aplicaron para cambiar el papel social de las mujeres en Burkina Faso durante esos años. ¿Cuáles crees que fueron las medidas revolucionarias que más destacadas?

Thomas Sankara estaba convencido de que había que darles a las mujeres lo que llamábamos el “sueldo vital”, que trataba de recortar el sueldo de los hombres para dárselo a ellas. Porque ellas estaban en casa, trabajando. Pero no tenían nada, y cuando necesitaban cualquier cosa, lo tenían que pedir a su marido.

Pero claro, Sankara se encontró con los hombres en contra y no pudo aplicarlo. Pero hubo muchas otras cosas. Entre ellas, se instauró un día en el que eran los hombres los que debían ir a comprar al mercado. O para el desfile militar de 1984, dijo: “Dadles los carros blindados a las mujeres. Desfilarán.” Y fuimos todas a coger los carros blindados, para demostrar que las mujeres también lo podemos hacer todo.

Muchas mujeres se incorporaron al ejército durante esos años. Y hubo muchas mujeres ministras, incluso una Ministra de Defensa. Sankara decía que, aunque una mujer no hubiera podido estudiar, si tenía la convicción, la nombraría Alta Comisaria (el cargo inmediatamente inferior a ministra). Ahora sólo las mujeres burguesas tienen acceso a cargos.

¿Cómo ha evolucionado la situación de las mujeres burkinesas desde el momento en que asesinaron a Thomas Sankara?

Ahora todo es como antes de la revolución. El poder es de los hombres. En los tiempos de Sankara, las mujeres constituíamos una fuerza: si decidíamos algo, se aplicaba. Ahora ya no es así. En su momento queríamos crear una entidad bancaria de mujeres para autofinanciarnos.

En la democracia al estilo occidental, la gente deja de esforzarse. Nosotras queríamos hacerlo todo con nuestro propio esfuerzo. Para dejar de depender de las ayudas extranjeras

En la democracia al estilo occidental, la gente deja de esforzarse. Nosotras queríamos hacerlo todo con nuestro propio esfuerzo. Para dejar de depender de las ayudas extranjeras. Si lo que haces es ir pidiendo créditos, al FMI y yo que sé… ¿Quién pagará eso? Nosotros, nuestros nietos. Yo no quiero que mi nieta pague la deuda.

En los tiempos de Sankara hacíamos lo posible para ser independientes económicamente. Cada mes aportábamos algo. Existían los Esfuerzos Populares de Inversión. Y todas las ayudas que se recibían se destinaban a dejar de necesitarlas. No entiendo el sentido a irse endeudando cada día… Y volverse esclavos.

¿Cómo viviste aquellos años en que todo empezó a volver a ser cómo antes?

Fueron momentos difíciles. Yo seguí trabajando un tiempo en el aeropuerto y, me gustase o no, acababa encontrándome con Blaise Compaoré cuando viajaba. En el momento en que se privatizó Air Burkina, me despidieron. Tenías que ser fuerte. Si habías sido afín a la revolución y no renunciabas a ella no te cogían en ningún lado. A las mujeres que renunciaban les daban dinero. Pero la cuestión no está en el dinero. Está en la dignidad de la mujer. En su liberación. Ir a buscarla con dinero es tratarla como mercancía. Hubo mujeres que aceptaron y otras que no.

Las que no lo hicimos tuvimos muchos problemas. Se nos marginalizó. Y yo hablo mucho. Les dije que Sankara era bueno y que ellos eran unos ladrones. Me amenazaron. Hay cosas que ni siquiera puedo explicar. Porque soy una mamá, y hay cosas que no puedo decir.

Han pasado más de treinta años desde entonces. ¿Sigues implicada políticamente en algún ámbito?

Actualmente soy la vicepresidenta de la Confederación Sindical Burkinesa (CSB). En el contexto actual es más complicado luchar. Lo principal son negociaciones de mínimos. Y yo todo lo que son negociaciones… No es que esté en contra de negociar. Pero tiendo a ser un poco más… directa. Pero bueno, hay que hacerlo, sino se nos comen.

También estoy vinculada a la organización del Memorial Thomas Sankara, para reivindicar su memoria y la de la revolución. Hay que organizarse para conseguir justicia. Hay que investigar los asesinatos de Thomas Sankara y los otros camaradas. No se puede avanzar si hay injusticia detrás.

¿Cuáles crees que son los principales valores que deberíamos rescatar de la experiencia de la Revolución de Agosto?

Debemos hacerlo como Sankara quiso hacerlo: el interés del pueblo pasa por delante de todo. Reunir a la gente y tomar decisiones. Democracia directa. Y dejar de depender. Sankara decía: “Produzcamos burkinés, consumamos burkinés”. Creo que esto es válido para todos los pueblos. Si todo lo que consumes viene del extranjero, tu economía está totalmente extrovertida. Y eso ha cambiado totalmente nuestra cultura. Nos hemos acostumbrado a comer queso francés. A hablar francés. Durante la revolución se trabajó para que nuestras lenguas africanas recuperaran fuerza. El mooré, el diula, el fulfuldé… “La única manera de ser libres es mantenerse burkineses”, decía él. Queremos construir nuestro país con la fuerza de nuestros propios brazos.

Fuente
https://www.elsaltodiario.com
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