La vida cotidiana en una Venezuela sitiada: una conversa con Jessica Dos Santos

Jessica Do Santos
Cira Pascual Marquina
Entrevista a
Jessica Dos Santos

En esta entrevista con la joven cronista caraqueña Jessica Dos Santos, hablamos sobre la práctica política de recoger momentos de la cotidianidad en la crisis actual.

Ha corrido mucha tinta sobre la situación del país en general, sobre la guerra económica, sobre las sanciones, sobre el acoso imperialista, etc. Desde la izquierda, también tratamos de recoger la historia de la organización comunal, de la construcción de poder popular a contrapelo. Pero resulta que desde nuestro campo, desde el Chavismo pues, poco se escribe sobre la cotidianidad, sobre las dificultades que enfrentamos día a día en una ciudad como Caracas. ¿Dirías tú que ser cronista de la cotidianidad es un acto político? O quizás debemos preguntar más bien, ¿en qué termina (o desemboca) la política cuando no toca tierra, cuando no se toma en cuenta la cotidianidad?

Jessica Dos Santos (JDS): Bueno, yo soy de las personas que cree que absolutamente todo en la vida es un acto político desde la forma de alimentarnos hasta nuestra manera de hablar. Y esa es quizás la clave para entender que la política trasciende y debe trascender al partidismo. Por ende, creo que sí.

Creo que ser cronista de la cotidianidad es un acto político que busca registrar el día a día para de una u otra forma sentar los capítulos de la historia que estamos viviendo, es un intento de dejar huellas que luego nos permitan reconstruir una escena, saber lo que iba pasando momento tras momento hasta la concreción de tal o cual hecho.

En este sentido, cuando la política no toca tierra o no toma en cuenta la cotidianidad termina convirtiéndose en un sinfín de discursos que no van de la mano con nada, vacíos, y en algunos casos tan contradictorios que rozan con el descaro. Esto, inevitablemente, genera descontento en la población o al menos una falta de identificación.

Por ejemplo, muchos extractos del discurso del presidente Nicolás Maduro durante la memoria y cuenta no tienen nada que ver con lo que diariamente vive el pueblo venezolano. Así como tampoco genera ninguna empatía escuchar a un Guaidó diciendo que entre sus primeros retos políticos se encuentra el retorno del canal RCTV. Son cosas que no se entienden en una nación con problemas tan profundos como la nuestra.

Alejo Carpentier dijo que el trabajo del escritor latinoamericano es diferente al de otros, porque éste tiene que describir cosas (como una ceiba o un papagallo) en mucho detalle, ya que no han sido narradas. ¿Va por allí tu trabajo? ¿Puedes darnos un ejemplo de “una ceiba” de la cotidianidad venezolana?

Si, va por allí. Pero además yo tengo la enorme bendición de haber nacido en el Caribe. Gabriel García Márquez dice en “el olor de la guayaba” que el Caribe nos enseña a ver la realidad de otra manera, a aceptar los “elementos sobrenaturales” como algo que forma parte de nuestra vida cotidiana. El Caribe es un mundo distinto. La síntesis humana y los contrastes que hay acá quizás no se vean en ningún otro lugar del mundo.

Una ceiba de la cotidianidad venezolana es precisamente nuestra forma de asumir las complejidades que se nos presentan. Una vez, por ejemplo, una amiga chilena me dijo, visiblemente molesta, que no entendía por qué nosotros nos tomábamos todo como un chiste. Quizás lo que ella y otros no comprenden es que esta es nuestra manera de digerir y superar lo que ocurre. No somos inconscientes ni locos por eso. Fíjate, el mismísimo 23 de enero, yo estuve en ambas marchas, luego me fui a casa y pase toda la tarde-noche siguiendo los acontecimientos, estaba realmente tensa, pero en medio de eso hubo un montón de publicaciones en redes y mensajes de amigos que me hicieron reír sin parar. De lo contrario, quizás habría perdido la cordura. Además, en esa forma de ser, de una u otra forma, nos reencontramos todos.

Otra ceiba o papagallo, al menos de los tiempos que corren, sería contar cómo los venezolanos intentamos llevar vidas “normales” en medio de la anormalidad que vivimos. No es normal enfrentar que un mismo producto cambie de precio tres veces por día, ni el ritmo informativo tan veloz de nuestro país. Sin embargo, nosotros hemos ido trabajando en darle la vuelta a la situación y ganarle.

Estamos viviendo un momento de reintensificación de la protesta de calle en forma de focos. Las protestas de calle llevan un rato en el interior y ahora llegan a Caracas. Al contrario que las guarimbas del 2014 o del 2017, estas protestas (aparentemente mucho más espontáneas aunque cooptadas a posteriori por la vieja derecha) han surgido en los sectores populares, en una situación en la que las condiciones materiales del pueblo son extremas. ¿Cuál debe ser nuestra actitud frente a estas protestas? ¿Cuestionarlas? ¿Trabajar para ganarnos a los insurrectos al proyecto insurrecto de Chávez?

Creo que acá debemos establecer una diferencia. En Venezuela se vienen suscitando protestas desde hace muchos meses y todas son básicamente por las grandes dificultades que existen con los servicios públicos; esto abarca desde la luz, el agua, y el gas doméstico hasta la falta de transporte. Esas manifestaciones son absolutamente válidas y desde mi punto de vista no deben ser cuestionadas. Al contrario, merecen ser atendidas con urgencia y responsabilidad, pues además esa sería la única manera de volver a ganarse la confianza de la gente. Esas son las protestas del pueblo.

Pero, aquellas que terminan convirtiéndose en actos vandálicos donde se queman casas, se voltean carros, se agrede a los vecinos, etc, no aportan absolutamente nada, ni reflejan las intenciones de las mayorías. De hecho, terminan es empañando sus justos reclamos.

La gente quiere servicios de calidad, una economía estable, la vuelta de los hijos que migraron, y eso no se conquista destruyendo lo que nos queda en pie.

Como Chavista, tú te posicionas, como muchas personas, en una esfera de apoyo crítico al gobierno. Este apoyo es sólido ante las amenazas del imperialismo, pero va acompañado de una disposición a plantear la crítica necesaria a un gobierno que, desde mi perspectiva, se viene desarticulando del pueblo. Ayúdame a que se comprenda esta relación de tensión dura, de vivir en dos frentes de batalla, uno inquebrantable contra el imperialismo y la oposición, y otro más fluido que reclama al gobierno a que se aboque a resolver las necesidades del pueblo.

Mira, cuando yo era adolescente me leí varias veces todos los diarios del Che Guevara. En uno de ellos decía que aquellos que durante una batalla se quedaban en el medio terminaban recibiendo balas de los dos bandos, por lo cual uno siempre debía posicionarse en algún extremo. Yo, durante mucho tiempo, intenté internalizar eso como una verdad irrefutable. Y hoy todavía lo hago. Pero finalmente comprendí que el bando, nuestro bando, debe ser la gente, las mayorías, el pueblo, los que padecen lo mismo que tú. Si los extremos no están en sintonía y uno termina en el medio, pues habrá que asumirlo y hacerle las alertas necesarias para cambiarlo.

Eso es a lo interno. Ahora, cuando se trata de la batalla contra la injerencia extranjera no hay nada que pensar: nuestro terruño está y debe estar primero. Por amor, pero también por conocimiento histórico. No existe ni una sola nación que haya quedado mejor después de la intervención de Norteamérica, la OTAN, y afines. Eso presupone además que nosotros no tenemos la capacidad de resolver nuestros problemas y yo creo firmemente que sí podemos.

Fuente
https://venezuelanalysis.com/analysis/14286
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