Argala Eta Euskal Marxismoa

Iñaki Gil de San Vicente
Iñaki Gil de San Vicente

Nota: ponencia para el debate sobre Argala el 22/12/2021 en Azebarri kultur elkartea a las 19h.

Un revolucionario no debe limitarse a explotar las contradicciones y las posibilidades de una situación concreta presente. Debe además de ello tratar conscientemente de crear fenómenos nuevos, debe conscientemente esforzarse por alterar y acelerar el contexto para precipitar situaciones revolucionarias.

Al paso de los años, algo así nos ha ocurrido con Argala, del que podemos decir que, sin estar, está. Y que, habiéndose ido para siempre, se ha quedado de múltiples maneras, según la imaginación de cada cual que, a su modo, lo recrea. Y que, en el futuro, otros vendrán que se harán imaginar lo mismo. Porque es evidente que nada de lo que aconteció ha sido inútil, y siempre hay manos amigas que recogen los hilos y siguen enriqueciendo el proyecto y tejiendo la historia. Esta otra historia oculta de los pueblos que no se escribe casi nunca.
                         
¿Por qué Argala está sin estar? ¿Por qué es tan importante recuperar la historia y con ella la vigencia del marxismo en Euskal Herria? Alguien dirá doctamente que Argala, el marxismo y las palabras de Eva ya no tienen sentido porque la sociedad ha cambiado tanto que está superada la totalidad del proyecto independentista y socialista por el que lucharon. Nosotros preguntamos si está superada esta  cita de finales de los ’60: «La concienciación del pueblo es un proceso colectivo dado a través de prácticas parciales; y el intentar dicha concienciación a través únicamente de cursillos los fines de semana es una idea digna de una socialdemocracia tan prudente que es fácil ver debajo de esa prudencia un miedo insuperable y una auto justificación perfecta […] Y aquél que no quiere arriesgarse a nada es que nada quiere hacer por su pueblo y por tanto, está apoyando al opresor. Nadie está al margen de la política, o se hace la política del oprimido, o se hace la política del opresor, aunque sea pasivamente […] hoy en día sólo es abertzale aquel que hace TODOS LOS DÍAS COSAS CONCRETAS por la liberación nacional».

El marxismo, Argala, Eva…, vuelven --nunca se fueron, en realidad--, porque hoy la injusticia y las contradicciones capitalistas son más brutales que nunca antes porque hoy confluyen en una sinergia explosiva de crisis que parecían imposibles. Es por esto que ya en diciembre de 2018, volvimos a debatir sobre la actualidad de Argala, y en mayo de 2021 repasamos la vigencia de Eva Forest. ¿Por qué también Eva está sin estar? Ella se adelantó a nuestra pregunta: «Porque es evidente que nada de lo que aconteció ha sido inútil, y siempre hay manos amigas que recogen los hilos y siguen enriqueciendo el proyecto y tejiendo la historia. Esta otra historia oculta de los pueblos que no se escribe casi nunca».

En este tiempo se han agravado las contradicciones del capitalismo hasta tal punto que en enero de 2020 se hizo una Huelga General en Euskal Herria. Bien pronto tras la imposición del confinamiento especialmente diseñado contra el proletariado, sectores de izquierda vasca reiniciaban la lucha superando el desgaste subjetivo --la llamada «nueva estrategia׃--, y los golpes objetivos capitalistas. No en balde un riguroso estudio hecho público en enero de 2021 confirmaba que «no es un tópico» el dicho de que Euskal Herria es uno de los pueblos más combativos.

Y ahora, como un dato más que confirma esta recuperación, volvemos a Argala cuando el panorama está bastante más abierto a todas las contradicciones de la lucha de clases que el de finales de 2018, entre ellas las muy negativas de que se hayan esfumado por ahora las esperanzas de organizar prontamente una masiva Huelga General que supere a la de enero de 2020. Hasta la fábrica de ideología socialdemócrata, la Fundación Ebert, ha tenido que reconocer el aumento de las «protestas ciudadanas globales», lo que concuerda con y a la vez ayuda a comprender la «brutal» militarización represiva en ascenso, que en el Estado español se come ya el 20% del gasto público presupuestado por el Gobierno «progresista» apoyado por EH Bildu, en plena pandemia.

Argala aplicaba muy bien la dialéctica de lo universal, lo particular y lo singular, por ejemplo, al simultanear el concepto amplio y flexible de ETA como largo fenómeno histórico de masas trabajadoras, con el más concreto y preciso de ETA como organización con sucesivas direcciones y escisiones. Posiblemente sea en el «testamento», premonitor en tantos sentidos, en donde su dominio de la dialéctica aparezca en crudo al sostener entre otras cosas que la izquierda española no puede entender las diferencias que existen entre la lucha de clases en Euskal Herria y en el Estado porque se lo impide su nacionalismo español. Tampoco lo podía entender la escindida VI Asamblea, declarada ilegal, porque, entre otros errores, aplicaba «una copia exacta» de la solución de Lenin a las opresiones nacionales del zarismo, que obviamente sirvieron allí pero no para Euskal Herria.

Argala no criticaba a Lenin sino a los marxistas españoles y vascos, y por extensión a los franceses, incapaces aplicar el tremendo potencial heurístico de la dialéctica leninista. Su crítica, que se extendía también a la Oficina Política escindida en 1966, era asumida por la militancia abertzale porque la experiencia desde la primera aceptación del socialismo en 1964 hasta la asunción del comunismo en 1973, les enseñó el error estratégico que supone negar que Euskal Herria era -y es-- un marco autónomo de lucha nacional de clase. La VI Asamblea oficial celebrada en 1973 afirma que «ETA aspira a devenir vanguardia organizada de nuestra clase, de la clase trabajadora vasca, y, a través suyo, de todo nuestro pueblo».

También: «Son precisamente el proletariado y sus vanguardias las que no deben permitir que la pequeña burguesía se haga con la dirección de la lucha de LIBERACIÓN NACIONAL porque abortaría así el proceso revolucionario, convirtiendo la revolución proletaria en un reformismo pequeño burgués», que de triunfar: «no duraría en aniquilarnos», porque «para el PNV lo primero es el orden» por lo que su enemigo principal es la revolución socialista vasca.

La lucha de clases es explicada de esta forma en el documento que reivindica el arresto de un empresario: «… como tantos otros vascos pertenecientes a la burguesía roba la plusvalía a sus trabajadores y explota a estos su fuerza de trabajo al mínimo precio. ¿Se le puede justificar el ser explotador a Zabala por ser vasco? ¿No es cierto que otros capitalistas vascos, mediante estas críticas traten de justificar sus métodos amparándose en su vasquismo o en su navarrismo? ¿No es cierto que dirigentes y cotizantes del PNV son capitalistas? ¿Nos importa algo a nosotros el que Zabala perfectamente pudiera cotizar económicamente a movimientos burgueses y chovinistas? Sí, nos importa que ocurra eso para que el PTV –pueblo trabajador vasco--   vea claro y aniquile a esos contra-revolucionarios. Los dirigentes y colaboradores de la derecha vasca son unos explotadores y “vende-obreros”, capitalistas paternalistas»

Especial valor para el tema que tratamos tienen estas palabras: «Como revolucionarios comunistas que somos, luchamos contra toda opresión: luchamos pues contra la opresión nacional. Y, por ello mismo, estamos por la independencia de Euskadi, por un Estado Socialista Vasco». Y también: «Hay, pues, una práctica diaria de esa opción comunista que consiste en desarrollar nuestra propia cultura dentro de la libertad y la fraternidad. Pero hay algo más: la existencia del poder de las clases dominantes. La opción comunista obliga también a la práctica diaria de la lucha de clases, en las fábricas, en las ciudades y los campos, en la lucha ideológica y en la lucha armada», opción comunista que será concretada de esta forma: «Es por eso que nuestra organización ha de establecer una línea clara y contribuir poderosamente a la toma del poder por el pueblo en armas».

En 1976 se escribió: «La única razón que tenemos para orientar la construcción de un partido unificado, se encuentra en la historia del socialismo abertzale y la posibilidad práctica de poder elevar a cuerpo teórico, un marxismo nacional vasco capaz de estructurar y dar cohesión revolucionaria, en una misma organicidad, a lo que en cualquier otra situación europea o de país industrializado hace décadas que se presenta como dividido: el socialismo y el comunismo». En ese mismo debate y con poca antelación se había defendido la necesidad de que el partido debiera «dotarse de una teoría científica de conocimiento dialéctico». No era la primera vez que se empleaba explícitamente la dialéctica: por ejemplo, en 1974 la ley de la negación de la negación aparece brillantemente expuesta al marcar el salto cualitativo que separa el pobre antifranquismo de la izquierda estatalista, de la estrategia comunista de crear un Estado Socialista Vasco. Y desde muy pronto se aplicaba a la práctica la crítica marxista de la alienación y de la ideología «en pro de la desalienación total del hombre».  

Hemos recurrido a muy pocas referencias de las muchas disponibles sobre el marxismo vasco que, en realidad, empezó a pergeñarse a comienzos de la década de 1920 siempre en pugna con las izquierdas nacionalistas españolas que, por ignorancia o por estatalismo o por ambas a la vez, rechazaban las ideas de Marx y Engels de respeto a las luchas obreras y populares de las naciones oprimidas, exigencia de respeto que se fue intensificando con los años. Lo que más tarde se definiría como «nacionalización» del marxismo, ya fue expuesto nada menos que por el internacionalista Trotski al describir a Lenin como el prototipo de la nación rusa:

«A primera vista pudiera parecer inesperada esta característica de Lenin como “nacional”, y sin embargo en el fondo es algo completamente obvio. Para poder dirigir un cambio radical como el que tiene lugar en Rusia, nunca antes conocido en la historia de los pueblos, hace falta evidentemente una conexión orgánica indisoluble con las principales fuerzas del pueblo, una conexión que surge de la profundidad de las raíces. Lenin personifica al proletariado ruso, una clase joven que políticamente tal vez no sea más vieja que el propio Lenin, una clase profundamente nacional, pues en ella se resume toda la evolución anterior de Rusia, en ella ya todo el futuro de Rusia, con ella vive y muere la nación rusa. (…) En los caminos desconocidos y aún no estudiados por la ciencia, en los que el hombre alcanza toda su dimensión, Lenin extrajo de lo nacional todo lo que necesitaba para la acción revolucionaria más enérgica en la historia de la humanidad. Precisamente porque la revolución social, que desde hace tiempo tiene ya su expresión teórica internacional, encuentra en Lenin su personificación nacional por primera vez, se convirtió él –en el verdadero sentido de la palabra-- en el guía del proletariado mundial».

Lenin expresaba el «carácter nacional» del pueblo ruso que reconocía el derecho a la independencia de las naciones que oprimía el zarismo. Lenin se enfrentó a muerte al nacionalismo gran-ruso que negaba ese derecho o lo rebajaría mucho en la Constitución soviética de 1936. Como en todos los pueblos, también en Rusia el avance de la propiedad privada destrozó los códigos de ayuda mutua y reciprocidad solidaria consustanciales a la extinta propiedad comunal. La escisión entre propietarios y empobrecidos debido al desarrollo de la economía mercantil fue denunciada Demócrito (-460/-370): «Quien se halla enteramente dominado por la riqueza nunca podría ser justo». «Vuelven muchos la espalda a los amigos cuando de la abundancia caen en la pobreza». «La pobreza en una democracia es preferible al llamado bienestar de manos de los poderosos, en la misma medida en que la libertad lo es a la esclavitud»; y por no extendernos: «Es preciso darse cuenta de que la vida humana es frágil y efímera, sumida como está en la confusión de múltiples desgracias e impotencias, de modo que uno debe preocuparse de una fortuna modesta, y la estrechez medirse en relación con las necesidades».

En los pueblos oprimidos el «carácter nacional» de Lenin es aplicable a Argala y a las y los comunistas que luchan por la libertad de su nación trabajadora, concepto empleado por Marx, que saben que «su» burguesía vende su «ideal nacional» al Estado ocupante. Por ejemplo, Victor Kierman estudió la complejidad enmarañada de factores múltiples que marcaron los procesos nacionalizadores en la Europa del Este en buena parte del siglo XIX bajo ocupación otomana, y de entre todos ellos destaca la pasividad de sus clases dominantes que apenas arriesgaban sus fortunas luchando por la independencia de sus países, mientras que eran las clases trabajadoras organizadas en guerrillas la que sí arriesgaban sus vidas y sus escasos bienes.

Una de las mejores explicaciones teóricas del porqué es el pueblo trabajador  --término empleado por Lenin en 1900 a favor del derecho de China de matar zaristas en defensa de su independencia--   el que se sacrifica para recuperar sus derechos nacionales, nos la ofrece Engels en 1894: «La gran industria conquista también definitivamente el mercado interior para el capital, pone fin a la pequeña producción y a la economía natural de la familia campesina que cubría por sí misma sus propias necesidades, elimina el intercambio directo entre los pequeños productores y pone a la nación entera al servicio del capital». Emanciparse nacionalmente es independizarse de la servidumbre dictatorial del capital: «la desalienación total del hombre» que veíamos arriba sólo es posible en la independencia socialista y en el internacionalismo proletario, para revertir «la transformación fetichista de la nación proletaria en nación burguesa», muy bien criticada por J. Veraza.

En la Introducción de 1924 a su obra clásica de 1907, Otto Bauer reconoce que «estaba fascinado» por Kant, revaloriza el papel de la lengua y de la cultura del pueblo oprimido, afirma que sobre todo tras la revolución de 1917, el problema nacional en el Imperio Austro-Húngaro «podía ser resuelto tan sólo por la disolución del imperio», y sostiene que: «Quien compare entre sí el marxismo alemán, el laborismo inglés y el bolchevismo ruso, no se podrá cerrar al reconocimiento de que en cada nación la peculiaridad nacional heredada confiere a la ideología socialista internacional una especie de configuración nacional. Así como la clase obrera de cada país, cuanto más se aproxima al poder, debe adaptar cada vez más en su práctica histórica sus métodos de lucha a las singularidades del terreno de la lucha nacional, también la ideología socialista de la clase obrera, cuanta más cultura asimila, entra en una vinculación cada vez más estrecha con la especial herencia cultural de la nación».

En 1916, tras la relectura de Hegel y antes de la autocrítica de Bauer de 1924, Lenin reconoció que el austríaco, si bien tenía el «punto flaco» de la autonomía nacional-cultural, también «razona muy acertadamente en una serie de cuestiones importantísimas» y que «ha destacado con extraordinaria exactitud el encubrimiento de la política imperialista con la ideología nacional», y especialmente, que tenía una visión «no economicista». Luego, Lenin aplica la dialéctica no economicista a la insurrección irlandesa de ese 1916 utilizando la categoría de lo universal, lo particular y lo singular, y sin citar a James Connolly expone de forma indirecta la dinámica hacia la «nacionalización» del marxismo realizada por J. Connolly: «El movimiento nacional irlandés, que tiene siglos a sus espaldas y ha pasado por distintas etapas y combinaciones de intereses de clase […] se ha manifestado en los combates de calle de una parte de la pequeña burguesía urbana y de una parte de los obreros, […] Quien espere una revolución social “pura”, no la verá jamás […] En ella participarán inevitablemente partes  de la pequeña burguesía y de los obreros atrasados  --sin esa participación no es posible una lucha de masas, no es posible revolución alguna--».

J. Connolly también reflejaba el «carácter nacional» del pueblo trabajador con conciencia irlandesa, y por eso «nacionalizó» el marxismo en su contexto, como Mariátegui y Gramsci según Mónica Bruckmann: «La producción de un nuevo conjunto de categorías en el seno del marxismo se habría dado cuando, en algunas sociedades, ha habido un proceso de apropiación intelectual de esta tradición y matriz, y este pensamiento se ha enraizado en el proceso y problemas locales, que a partir de ello habrían tenido una mayor inteligibilidad. Para Tapia, los más significativos desarrollos de la teoría marxista se han dado a través de grandes nacionalizaciones del marxismo, como la que han realizado Lenin, Gramsci y Mariátegui».

Hernán Ouviña sostiene lo mismo en su texto sobre las aportaciones de René Zavaleta al proceso de «nacionalización» del marxismo en Nuestramérica: «El conocimiento de aquello que se pretende transformar requerirá por lo tanto de un complejo proceso de apropiación crítica o “nacionalización” del marxismo en función de la lógica del lugar, es decir, del territorio específico en el cual se lucha. No otro ejercicio propusieron a su modo tanto Gramsci como Mariátegui al plantear la necesidad de traducir y adecuar la estrategia global formulada por la Internacional Comunista durante la primera mitad de la década del veinte a la realidad específica de cada sociedad y región, encontrando equivalentes sin omitir particularidades ni desestimar elementos novedosos».

Un marxismo «nacionalizado» es la arenga de Fidel Castro en 1961, momento crítico en el que se derrotaba la invasión imperialista: «¡Adelante cubanos! A contestar con hierro y fuego a los bárbaros que nos desprecian y que pretenden hacernos regresar a la esclavitud. Ellos vienen a quitarnos la tierra que la revolución entregó a los campesinos y cooperativistas; nosotros combatimos para defender la tierra de los campesinos y cooperativistas. Ellos vienen a quitarnos de nuevo las fábricas del pueblo, los centrales del pueblo, las minas del pueblo; nosotros combatimos por defender nuestras fábricas, nuestros centrales, nuestras minas. Ellos vienen a quitarles a nuestros hijos, a nuestras muchachas campesinas las escuelas que la revolución les ha abierto en todas partes; nosotros defendemos las escuelas de la niñez y del campesinado. Ellos vienen a quitarles al hombre y a la mujer negros la dignidad que la revolución les ha devuelto; nosotros luchamos por mantener a todo el pueblo esa dignidad suprema de la persona humana. Ellos vienen a quitarles a los obreros sus nuevos empleos; nosotros combatimos por una Cuba liberada con empleo para cada hombre y mujer trabajadores. Ellos vienen a destruir la patria y nosotros defendemos la patria».

Argala fue importante en la formación del marxismo vasco, pero no el único. Adecuar el marxismo vasco a las contradicciones actuales y previsibles de la lucha nacional de clase, es vital para que se acelere el fortalecimiento del independentismo socialista, tras el bajón transitorio ya superado.

IÑAKI   GIL DE SAN VICENTE
EUSKAL  HERRIA  19 de diciembre de 2021

Categoría