Las venas abiertas

Niño migrante detenido en EEUU
Iñaki Egaña

Esta semana hemos sabido que 545 niños y niñas se han quedado solos al entrar en EEUU, al haber sido separados de sus padres, detenidos. La burocracia los ha «perdido».

Nuestro imaginario colectivo se ha estremecido en numerosas ocasiones con relación a sucesos evocados al otro lado del Atlántico, en ese continente que José Martí bautizó con «Nuestra América». Hijos e hijas de Euskal Herria cuyo recorrido se esparce por tierras y sequedades del silencio, como cantaba el grupo Quilapayun. Pakito Arriaran, Alba García Arandigoien, Pedro Baigorri, Espe Arana...

Estos días, los vientos del oeste, esos que habitualmente nos acarrean humedad y lluvia cuando se atascan en nuestra costa cantábrica o en los brotes de los Pirineos, nos han facturado noticias y sucesos que han llamado la atención de medio planeta. Por acumulación, hemos desviado la vista, en medio de esa maldita pandemia, hacia Nuestra América.

Lo hemos hecho en vísperas de esas elecciones presidenciales en EEUU que parecen cortar la respiración. Quizás, sobrevalorando la «necesidad» de una rotación en la Casa Blanca. Es cierto que Venezuela y sobre todo Cuba han sufrido los embates de Trump como jamás. Pero el predicador y presidente yankee queda en la parte baja de la escala bélica en comparación con los demócratas Truman, Johnson, Kennedy, Carter, Clinton u Obama que iniciaron y alentaron guerras en Corea, Vietnam, la invasión de Playa Girón, Irán, Irak, Somalia o Libia.

El muro en la frontera mexicana, la detención masiva de migrantes y sin papeles, la enésima explosión policial, son acomodos a la política de Trump. Es cierto que algunas de las noticias son excepcionales. Esta semana hemos sabido que 545 niños y niñas se han quedado solos al entrar en EEUU, al haber sido separados de sus padres, detenidos. La burocracia los ha «perdido». Algún periodista acuñó a la gestión de Trump el término de «política caníbal».

Es cierto, asimismo, que Obama comenzó una desescalada en la agresión permanente a Cuba, que Trump rectificó. La covid-19 ha servido para expresar que el concepto de solidaridad no se atascó en el siglo XX. Centenares de médicos cubanos se han desplazado por veintiún países, a pesar del bloqueo. Un bloqueo que La Habana ha puesto cifra recientemente: 5.000 millones de dólares de pérdidas en el último año.

El diario mexicano “La Jornada” editorializó hace unos días, al respecto de las elecciones presidenciales, casi pregonando la indiferencia por los resultados: «Trump-Biden, malas noticias para el mundo». Asistimos a una cuesta abajo permanente: «El intercambio entre el republicano que aspira a la reelección y el exvicepresidente demócrata que busca volver a la Casa Blanca es una nueva exhibición del alarmante deterioro de la democracia estadunidense».

La decadencia no es exclusiva del Imperio. Colombia, la segunda comunidad de habla hispana del planeta, entró en el carril totalitario que siguió al cambio presidencial. Los acuerdos de La Habana, que implicaban a las FARC y a Bogotá, y que abrían una línea con el ELN, se han convertido en un nuevo default por una sencilla razón: la guerra convoca más dólares y votos que la paz. Esta misma semana, el ahora partido político FARC ha promovido una marcha por la paz para denunciar la muerte, durante la presidencia de Iván Duque y a manos de sicarios o policías, de sus militantes: «234 firmantes de la paz asesinados».

De Cartagena de Indias hacia el este se abre otro de los escenarios que evocan nuestra conciencia, Venezuela. Refugio de vascos en tiempos lejanos, en cercanos, su mención ha servido, asimismo, para definir que nuestra derecha autóctona, cuando se trata de cuestiones de ámbito internacional, es más derecha aún de lo que imaginamos en la cercanía. Los líderes del PNV se columpiaron con el apoyo a las intentonas golpistas contra el legítimo gobierno de Caracas, como el pasado año contra el de Evo Morales.

Ahora con la gira de Lorent Saleh (Fundación Sabino Arana y visita a Casa Juntas Gernika, luego suspendidas) ha vuelto a enseñar su naturaleza. Un neonazi venezolano al que no gusta que le llamen por su nombre, pero que ha llegado a la península de la mano de Vox. Mikel Burzako, el relaciones exteriores del PNV, marca pautas muy conservadoras. Su viaje a Luanda, antes de la pandemia, invitado por UNITA, títere de EEUU y la Sudáfrica del apartheid durante la guerra de Angola, una expresiva declaración de intenciones.

En Bolivia, la victoria del MAS ha demostrado, entre otras cuestiones, que lo de hace un año fue un golpe de Estado en toda regla. Y que la huida de Evo Morales y Álvaro García Linera lo fue para salvar sus vidas. Un nuevo soplo de aire fresco, revolucionario sin duda vistos los escenarios cercanos, que da continuidad a un proyecto transformador.

La victoria popular chilena en el plebiscito para derogar la Constitución de Pinochet es otro hito revolucionario. Cerca de cuarenta muertos y más de 2.000 heridos después. En el cincuenta aniversario de la llegada de Allende a La Moneda, se han plasmado las frases «Queda prohibido no luchar por lo que quieres» de Pablo Neruda y «que esta tierra es de nosotros y no del que tenga más», de Víctor Jara. Y en el décimo aniversario de la muerte de Xabier Lete recordar su entrañable «Chile libre batean adiskide artean maitasuna dastatu».
Traspasando los Andes, hacia el Oriente, Pepe Mujica, guerrillero en juventud, preso en aislamiento, y presidente en madurez, se ha retirado a sus 85 años con una frase que me la he guardado en mi agenda particular, quizás porque más de une vez me he visto reflejado en ella: «el odio termina estupidizando, nos hace perder objetividad».

Grande Múgica, como su compatriota Eduardo Galeano, que nos educó al menos a dos generaciones con su “Las venas abiertas de América Latina”. Aquel libro que el entonces presidente venezolano Hugo Chávez regaló a Barack Obama, en 2009. Me quedo con una reflexión de Galeano que me devuelve a casa: «Ya los barcos negreros no cruzan el océano. Ahora los traficantes de esclavos operan desde el Ministerio de Trabajo. Salarios africanos, precios europeos». Para recordar que las venas abiertas nos traspasan el planeta.

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https://www.naiz.eus
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