El 16N y las otras batallas por librar

Marcha 16 de noviembre
Gerónimo Paz

La jornada del 16N terminó como un duro revés para la oposición, que muestra su crisis profunda, su crisis de liderazgos, de una estrategia clara y de una propuesta política capaz de movilizar siquiera a su base social dura, no digamos a la mayoría del pueblo venezolano. Se demuestra que el liderazgo de Guaidó fue un producto de manofactura política de mala calidad, una estafa a la gente opositora, absolutamente dependiente de sus mentores norteamericanos. La derecha venezolana se encuentra en un laberinto sin salida del cual es muy difícil saber cómo saldrán, toda vez que «las amenazas creíbles» de intervención norteamericanas, convertidas en su principal recurso para hacer política, se han agotado.

Más allá de este elemento, es notorio que estamos ante un fenómeno de desmovilización de la gente, pues las marchas del chavismo tampoco fueron masivas. Esto debe ser atendido por la dirección política de la revolución bolivariana. La mayoría nacional está enviando un mensaje de hastío por la política que debe ser leído y atendido.

Entre la batalla por sobrevivir a la crisis y la decepción por el liderazgo nacional la gente  opta por la antipolítica. Cosa muy peligrosa para una sociedad. Urge un proceso cierto de replanteamiento de la forma de hacer política, urgen acciones creíbles de rectificación, de balance de lo que hacemos y de cómo lo hacemos. Hay que revigorizar la revolución. Para ello se debe comenzar por el reimpulso de la revolución politica y ética iniciada e impulsada con ahínco por Chávez.

La batalla central ciertamente es la economía. Allí deben ponerse los esfuerzos principales: sortear el bloqueo, recuperar la producción petrolera, superar la hiperinflación, devolver la capacidad adquisitiva del salario, son la tareas centrales. Pero todo esto requiere de cambios profundos en el desempeño del liderazgo, requiere de una ética política radical, de mayor eficiencia política, de capacidad y voluntad del liderazgo no solo en horas de amenazas, no solo en situaciones de contingencia, sino en el día a día, para estar al lado de la gente construyendo soluciones, creando respuestas, profundizando la participación y empoderando a la gente.

La batalla titánica para derrotar los planes de intervención sobre el país requiere de una sólida unidad nacional, la cual se fragua sobre la confianza que el pueblo tenga en sus liderazgos y en el proyecto político. El chavismo sigue siendo una fuerza con muchas fortalezas, niveles de organización, cohesión, unidad de acción, etc., pero se requiere mucho más para poder derrotar la estrategia de agresión que enfrentamos. Se requiere una mayoría nacional unida tras los propósitos de defensa de la paz, la soberanía y la democracia. Esto supone sumar a los más amplios sectores y para ello debemos hacer profundos cambios, reiteramos, en la forma de hacer la política. Debemos recomponer las subjetividades, las expectativas en que algo bueno va pasar y está pasando, y en ello, repetimos, el quehacer dirigente con su ética, con su ejemplo, con su creatividad y férrea voluntad de vencer las dificultades, es una de las claves principales.

No se trata de un «Estamos bien pero vamos mal», sino de ver la cosa mucho más allá de una jornada, victoriosa indiscutiblemente, pero que puede llevarnos a una apreciación limitada del complejo cuadro político que transitamos.

La batalla es, por lo tanto, no solo económica. Es también una batalla que requiere liderazgos éticos y democráticos con una praxis sustentada en una ética política radical. Creemos que esto es el principio del nuevo comienzo del que habla el presidente. La renovación del proceso, la recuperación de sus dinámicas transformadoras en, ante todo, una revolución ética y democrática.

Fuente
crbz.org
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