Emmanuel Macron en Corsica: Un Presidente en tierra hostil

Corsica
Koldo Durreit

Que un presidente de la República francesa necesite militarizar Corsica para realizar una visita de trabajo a esta isla mediterránea deja al descubierto que su apoyo por estos lares no es lo que quieren hacer ver los medios oficiales, y nos viene a la cabeza la letra de una canción de nuestra juventud que decía aquello de “hay algo aquí que va mal, hay algo aquí que no va”. Y qué menos se puede esperar si poco antes de desembarcar en tierras corsas se mantiene el argumento de que “el pueblo corso no existe”, haciendo gala, tal y como lo han hecho de manera ininterrumpida sus predecesores en la más alta magistratura francesa, del mas auténtico chauvinismo girondino que niega cualquier posibilidad de reconocimiento a las naciones sin estado inclusas dentro del Estado francés.

Emmanuel Macron ya se temía que su recibimiento en Corsica no iba a ser muy caluroso, y la dejó de última dentro de la gira que ha realizado por todo el Estado francés con motivo del “Gran Debate Nacional” auspiciado por él mismo para intentar contrarrestar la sublevación de los Chalecos Amarillos. El resultado no parece haber apaciguado los ánimos pues el conflicto perdura y ha sido duramente criticado por todos los sectores políticos y sociales progresistas del Estado francés que lo acusan de gobernar únicamente para los más pudientes y de dirigir sus políticas públicas a favorecer mayores ganancias a quienes más poseen, desoyendo las reivindicaciones populares.

Frente al seguro descontento que sabía iba a encontrar en tierras corsas, Macron se hizo acompañar por más de 400 militares que se sumaron a las fuerzas policiales acantonadas regularmente sobre el terreno para acudir a la reunión con los alcaldes de Corsica, en la montañosa población de Cozzano, de sólo 280 habitantes. Una verdadera demostración de contar con el apoyo popular.

El pueblo corso, que sí existe pese a lo que diga Emmanuel Macron, prefirió no acercarse a Cozzano y a convocatoria de las organizaciones nacionalistas, los sindicatos, los ecologistas, los chalecos amarillos, las entidades culturales y demás organizaciones populares, prefirió recibir al presidente francés con una “isla muerta”, una huelga general que ha paralizado toda la actividad educativa, los servicios públicos, institucional, comercial, incluso el cierre de los dos aeropuertos de la isla. El escenario que ha encontrado Macron es una Corsica hostil, engalanada de punta a punta con la bandera corsa, con todas las escuelas con insignias corsas, con la actividad económica casi paralizada y con movilizaciones populares en muchos puntos fuertemente custodiados por las fuerzas militares llegadas desde el continente. A la convocatoria de su debate con los alcaldes sólo han acudido 160 cargos electos, menos de la mitad de los existentes en la geografía corsa, un país de 330,000 habitantes y gobernado desde el año 2015 por una coalición nacionalista, Pe a Corsica, donde se integran tanto autonomistas como independentistas y que recibió más del 56% de los votos en las últimas elecciones.

El fracaso de esta convocatoria era de esperar tras las denuncias de las autoridades corsas que ven la situación de relaciones con Paris como una “ocasión perdida “tras la rotunda negativa central de asumir las reivindicaciones corsas y que son el resultado de un acuerdo de mínimos alcanzado entre las fuerzas soberanistas de Corsica. Este acuerdo entre corsos nacionalistas se resume en cinco puntos y son la base de las exigencias a Paris: Un reconocimiento a la especificidad nacional corsa en la Constitución francesa, la cooficialidad de la lengua corsa, la amnistía para los presos políticos corsos, la implementación de un estatuto de residentes, y la elaboración y puesta en aplicación de un estatuto de autonomía para la isla en un plazo de 10 años. Cada uno de esos puntos ha recibido el rechazo o la interpretación a su manera del poder parisino, y de ahí surge el malestar actual que enfrenta a las autoridades electas en Corsica y al gobierno de Macron.

Emmanuel Macron ha declarado estar dispuesto a reconocer la singularidad corsa “debido a su geografía y sus especificidades”, pero los nacionalistas interpretan este mensaje como “banal”, sin mayores contenidos, pues ofrece hacerlo desde el artículo 72 de la Constitución francesa donde se afirma la integridad territorial de la República, y los patriotas corsos exigen se haga desde el artículo 74, relativo a los “territorios y comunidades de ultramar”, tal y como se definen a las aún colonias francesas en diferentes puntos del planeta, como Nueva Caledonia en el Pacifico sur. Ello supondría de hecho una mayor autonomía para la nación corsa, además de dejar la puerta abierta a un referéndum de autodeterminación en el futuro.

La segunda piedra de tranca es la exigencia corsa de que la lengua corsa, el corsu, sea declarada cooficial en todo el territorio de la isla. Ello implicaría su uso en todo el desarrollo institucional y que fuese su enseñanza obligatoria en todo el sistema educativo. Ante esta reivindicación vital para la supervivencia de la cultura corsa, Macron se ha cerrado en banda adoptando la posición chauvinista que caracteriza a la República francesa durante toda su historia y ha declarado que “la única lengua oficial de la República es el francés”. Si bien no se ha mostrado en contra de la enseñanza del corsu, tal y como sucede ahora gracias a las iniciativas populares para el aprendizaje y la utilización de la lengua, el actual estatus perpetuaría la iniciativa privada como único motor para el desarrollo del corsu, fuera del sistema público y sin ningún tipo de apoyo oficial, algo que también sucede con las lenguas del resto de naciones sin estado en la República francesa, como el bretón, el catalán, el alsaciano, el occitano o el vasco.

En el tema de la amnistía para los presos políticos corsos en cárceles francesas, Paris se ha cerrado en banda y se opone rotundamente considerándolos como terroristas. Una decena de patriotas corsos permanecen aún en prisiones francesas situadas en el continente, lo que dificulta de manera grave sean visitados por sus familiares y amigos o que puedan mantener una relación lógica con su país. Destaca el caso de Yvan Colonna, militante corso condenado a perpetuidad por su militancia en el ya desmilitarizado desde 2014 Frente de Liberación Nacional Corso, que abandonó la lucha armada para favorecer la unión nacional de todas las fuerzas patriotas corsas. Este espinoso tema de la amnistía se ha tratado sin embargo de negociar de una manera realista con el fin de aligerar el sufrimiento tanto de los presos como de sus familiares y amigos y el nacionalismo corso está haciendo presión para que al menos los presos sean trasladados a la prisión de Borgo, única que existe en la isla y las declaraciones recientes de Jacqueline Gourault, ministra delegada de Interior francesa de que se estudiaría “caso por caso” al menos dejan entrever que no todas las puertas están cerradas en este tema.

En Corsica, casi el 40% de las viviendas existentes son segundas residencias que pertenecen a personas y empresas no residenciadas en la isla. Esto es debido al peculiar desarrollo económico basado únicamente en el turismo que la República francesa ha impulsado en Corsica y que ha beneficiado sobre todo a los partidos unionistas y ciertos de sus afiliados, aliados de la poderosa mafia existente en la isla, quienes han hecho de la corrupción su modus vivendi y ha sido denunciado hasta la saciedad por el nacionalismo corso por la grave hipoteca que supone para su nación. En esta isla mediterránea, uno de los territorios más pobres del Estado francés que aporta sólo el 0,5% al Producto Industrial Bruto (PIB) del Estado, los jóvenes se ven obligados a emigrar al continente en busca de trabajo ya que padecen un 28% de desempleo y la falta de vivienda es un asunto crítico, con el mayor déficit habitacional del Estado francés. Y es en ese sentido que el nacionalismo corso plantea a Paris la implementación de un Estatuto de Residente, donde se exija al comprador de una vivienda al menos 5 años de residencia en la isla con el fin de evitar la especulación actual y el constante aumento en los precios de las viviendas. Macron, bebiendo sin duda de sus fuentes neoliberales, se opone rotundamente a ello argumentando que se trataría de una medida discriminatoria y contra la libertad económica.

Ya en el asunto de la autonomía, Emmanuel Macron dice que apoyará “las particularidades” de Corsica en la Constitución francesa, con el fin de “liberarla de cierta rigidez administrativa para liberar la economía”. Otra vez bebiendo de su neoliberalismo a ultranza. Por su parte, los nacionalistas corsos plantean que la autonomía resultante de un reconocimiento de Corsica en la Constitución francesa debe poseer todos sus contenidos, tanto políticos como económicos, fiscales y culturales. Ello con el objetivo de un pleno desarrollo de Corsica como nación y que abra las puertas en un futuro a la independencia de la isla.

Dos posturas que hoy por hoy se ven muy difíciles de conciliar, mas si tenemos en cuenta que el gobierno de Paris se apoya cada vez más en los partidos unionistas para imponer en Corsica sus planteamientos. Unos partidos unionistas que no dejan de hacer presión al ejecutivo francés para que no ceda en nada ante los “bandidos separatistas” y se siga manteniendo el actual status de dependencia. Pero esta postura no es sino el reflejo de su propia impotencia por la rampante pérdida de influencia política y económica en Corsica, y sobre todo, por el notable cambio social que se está dando en la sociedad este país insular mediterráneo. Ojalá el pueblo corso, ese que a pesar de Emmanuel Macron existe y resiste, encuentre el camino de su liberación en un futuro cercano, tantos años de lucha, pobreza, violencia y sufrimiento lo hicieron merecedor de un mejor destino.

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