Ejército Productivo Obrero en Venezuela: un ejército no convencional para una guerra no convencional

INDORCA
Ejército Productivo Obrero

Proyectos autogestionarios como el Ejército Productivo Obrero representan un intento esperanzador de superar la crisis económica venezolana desde posiciones de clase.

Desde 2017, en Venezuela hay un ejército de trabajadoras y trabajadores que recorre el país combatiendo la crisis económica y el bloqueo. Y lo hace poniendo en marcha fábricas y otras equipaciones que llevan años totalmente paradas. No se trata de una iniciativa gubernamental ni de ninguna otra rama del Estado, sino el proyecto de un grupo de trabajadoras del este del país surgida de planteamientos políticos de clase.

Cuando varias empresas metalúrgicas de Guayana fueron abandonadas por sus propietarios, los trabajadores que se propusieron recuperarlas no encontraron otra manera de superar las duras penalidades que esto suponía. Ante el lockout, la desinversión, el saqueo y el abandono deliberado de empresas, Chávez había lanzado desde 2005 la consigna del control obrero, pero correspondía a los trabajadores inventar soluciones a los retos que implicaba volver a ponerlas en funcionamiento.

En Ciudad Guayana, Estado Bolívar, esto ocurrió especialmente a partir de 2008. CALDERYS, EQUIPETROL e INDORCA eran recuperadas por sus propias plantillas, y pronto se tenían que enfrentar a grandes obstáculos: la dependencia tecnológica, la fragmentación del tejido industrial venezolano, el bloqueo económico e incluso los sabotajes. Las dinámicas de “complementariedad” que establecieron les permitieron culminar el proceso de recuperación y empezar a producir. Después de esto, se atrevieron a llevar esta fórmula de trabajo voluntario a otras empresas: también a empresas estatales y equipaciones públicas. Hoy cuentan con 2.270 voluntarios en todo el país.

Solo el pueblo salva al pueblo

El pasado mes de julio el EPO hacía su primera presentación pública en Caracas. Compañeras de las más varias organizaciones de izquierdas tomaban asiento en el Teatro Principal, en Plaza Bolívar. Una afectuosa Amarú Riera les daba la bienvenida, y lo hacía en nombre “de los héroes y heroínas anónimas del país”, los trabajadores de Venezuela. Ella era la encargada de exponer brevemente los principios de esta joven organización.

El objetivo es reactivar el aparato productivo nacional para ganar la guerra económica. Y todo esto, con el protagonismo de la clase trabajadora

Su discurso empezaba poniendo en valor la voluntad y el compromiso del pueblo venezolano en la defensa diaria de su independencia. No es mera retórica: Venezuela vive constantemente atentados a su soberanía por los medios más diversos... excepto por la violación extranjera del territorio nacional. Por eso el chavismo tiene tan claro que vive una guerra “no convencional”. Y por eso el EPO se organiza como ejército —con un estado mayor, estableciendo capitanías para cada batalla productiva, etc.—, pero como un ejército “no convencional”: un ejército de trabajadores. Y eso porque ante la dura crisis y el bloqueo imperialista, y tal como gritaba Amarú con alegría, “solo el pueblo salva al pueblo”.

La táctica: batallas productivas

Pero, ¿qué tipo de batallas libra un ejército “no convencional”? Batallas productivas. Cómo explica Edimar Martínez, militante del Ejército Productivo Obrero (EPO), consisten en hacer lo que haga falta para recuperar unidades de trabajo paralizadas o semiparalizadas. El objetivo es reactivar el aparato productivo nacional para ganar la guerra económica. Y todo esto, con el protagonismo de la clase trabajadora.

La batalla productiva empieza con una fase de diagnosis, en la que un reducido grupo de militantes especialistas se desplaza a la empresa en cuestión e identifica los “nudos críticos” que paralizan los procesos. En función de las necesidades detectadas, el Estado mayor busca un equipo de profesionales de entre la bolsa de voluntarios. Lo hace atendiendo, también, a criterios de proximidad con la empresa afectada. Una vez hecho el contacto, los voluntarios piden comisiones de servicio a la empresa en que trabajan para poder ausentarse durante unos días o, en caso que esto no sea posible, solicitar permisos o días de vacaciones. La batalla productiva, que durará entre cinco y siete días, suele empezar o acabar con un fin de semana, para hacer más fácil esta coordinación.

Desde 2016 el EPO ha librado con éxito 14 batallas productivas en todo el país, reparando un total de 320 equipos y máquinas. Y todo esto sin ninguna financiación

Sergio Requena, cofundador del EPO y miembro del Estado mayor, nos explica que, desde el momento en que llegan, se organizan como un pequeño campamento militar. Se instalan en el mismo centro de trabajo, donde comerán y dormirán hasta que acabe el trabajo. Hay que optimizar el tiempo, y por eso trabajarán desde primera hora hasta que se ponga el sol. Al ocaso los equipos informan de los progresos hechos y se asigna a cada uno de ellos las tareas del día. Un equipo se ocupa de la intendencia y las comidas. Desde 2016, el EPO ha librado con éxito 14 batallas productivas en todo el país, reparando un total de 320 equipos y máquinas. Y todo esto sin ninguna financiación.
Reparando conciencias

En INDORCA, Víctor Mujica, tornero y vicepresidente, deja un momento el trabajo para hablarnos de la primera batalla productiva, la que los llevó 500 Km al noroeste, a Cumaná. Fue en febrero de 2016, en la fábrica de harina de pescado y enlatado de sardina UPSA La Gaviota, una empresa estatal totalmente paralizada por una avería del horno desde hacía dos años y medio.

“Cuando llegamos allá con el material y todas las cosas, la gente se quedan... locos, extrañados porque no saben cómo reaccionar, pues. ¿Cómo vamos a arreglarle la planta sin cobrarle nada y llevando todo? Y había un grupo que no quería. Eso, el primer día. La gente llegaba a las siete de la mañana y se iba a las diez de la mañana. Como le estaban pagando igualmente su salario... Y no estaban produciendo nada. Ya el segundo día llegaron otros compañeros y se fueron integrando. Para el tercer día todos estaban integrados. Y limpiando: a lo que nosotros estábamos reparando una máquina o algo, ellos estaban limpiando el galpón. ¡Pusieron ese galpón! Y se alegraron bastante, pues. Ya el día que pusimos todo operativo... quedaron impresionados, eso les encantó. A raíz de ahí ellos toman la decisión de arrancar la planta, ponerse a producir la sardina enlatada. Fue impresionante eso. La mayoría cambió de actitud. Y, de hecho, ellos después, que nosotros íbamos para otras empresas, ellos van también, participan en la batalla. Pertenecen al Ejército Productivo Obrero que hay ahorita”.

En el Ejército Productivo Obrero dicen que no solo reparan máquinas sino, sobre todo, conciencias. El efecto más destacado que consigue la batalla productiva, recogido en numerosas entrevistas, es recuperar la ilusión de la plantilla, el orgullo de clase

Por eso en el EPO dicen que no solo reparan máquinas sino, sobre todo, conciencias. El efecto más destacado que consigue la batalla productiva, recogido en numerosas entrevistas, es recuperar la ilusión de la plantilla, el orgullo de clase. Los trabajadores se sienten apoyados por otros trabajadores y en cuanto trabajadores. Y también porque pueden volver a producir: algo que aporta una satisfacción que pasa inadvertida hasta que no se echa de menos.

Más aún cuando la actual crisis económica y el bloqueo comportan a menudo la escasez para el pueblo venezolano de algunos productos básicos. Es “la moralización de la clase trabajadora” y la “integración y el reconocimiento de las trabajadoras y los trabajadores como hermanas y hermanos de clase” que podemos encontrar entre los objetivos de esta organización.

Para ellos la batalla productiva es una actividad “contracultural”. También porque es algo que va en contra de la cultura imperante en el tejido empresarial venezolano. En una economía dirigida durante siglos totalmente a la exportación, los lazos entre empresas son muy débiles. La batalla productiva se fundamenta en el principio de “complementariedad”. Intenta reparar la avería con la colaboración de las empresas vecinas, pidiéndoles permiso para rebuscar en su almacén, usando para la empresa averiada lo que para la otra era chatarra. De este modo combaten el aislamiento, fomentan la solidaridad activa e intentan dejar establecidas relaciones de colaboración antes de despedirse.

Es así como llevan a la práctica su ideario: “Nuestro horizonte: establecer el Socialismo en nuestro país” y, esto, fomentando el control obrero real, algo muy diferente de la nacionalización de empresas y su dirección burocrática desde el ministerio correspondiente con sede en Caracas. En palabras suyas: “Promover la gestión obrera directa y democrática del proceso social del trabajo”.
Una misma crisis, varias formas de salir de ella

Una vez contrastada su solvencia a lo largo de cuatro años, puede costar entender por qué un proyecto como el EPO no siempre encuentra facilidades por parte del Estado. Y es que, al interior del chavismo, conviven dos propuestas muy diferentes para superar la crisis y el bloqueo.

El Gobierno de Maduro, por un lado, se ampara en el primer Chávez, el que defendía la economía mixta. Y, así, opta por el fomento de la inversión extranjera —de China, Rusia, Turquía y otros países rivales de los EE UU—, las privatizaciones y profundizar en el modelo extractivista —de oro y otros minerales raros, además del petróleo—. Por el contrario, el chavismo popular reclama la vigencia del último Chávez, el del Golpe de Timón. Desde este punto de vista, las comunas, el control obrero y la democratización de la tierra son la única alternativa real para desarrollar las fuerzas productivas de un país como Venezuela, en la periferia global.

Sea como fuere, el EPO, un proyecto chavista totalmente autogestionario, no sólo está demostrando su capacidad de recuperar la capacidad productiva nacional, sino que crece exponencialmente con la sola ayuda de los trabajadores que cada día se suman a él. Hay que contemplarlo, por lo tanto, como una de las piezas que, en colaboración con otras, podría llevar a una superación real de la crisis por la izquierda.

Fuente
https://www.elsaltodiario.com
Categoria