Otra vez huele a azufre en la ONU

Gilad Erdan
Eneko Compains Silva

Casi 18 años después de aquel antológico discurso del Comandante Chávez, hoy también podemos decir que huele a azufre en esa misma tribuna, sobre todo después de que el pasado 10 de mayo Gilad Erdan, embajador de Israel ante la ONU, se presentase allí completamente indignado porque la Asamblea, por abrumadora mayoría, había aprobado una resolución para ampliar el estatus jurídico de Palestina como miembro de dicha organiza.

Fue un 20 de septiembre de 2006, en el marco de la 61ª Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU). Aquel día el Comandante Chávez subió a la tribuna y pronunció un discurso que pasaría a los anales de la istoria como lección magistral de antiimperialismo: “Ayer vino el Diablo aquí, ayer estuvo el Diablo aquí, en este mismo lugar. Huele a azufre todavía esta mesa donde me ha tocado hablar”. ¿Recuerdan?

Se refería a George W. Bush, a.k.a. Mr. Danger, quien la víspera se había presentado ante la Asamblea como si del dueño del mundo se tratase, para explicar, borracho de arrogancia, sus “recetas” políticas y militares; recetas que no pretendían sino mantener la dominación, explotación y saqueo de los pueblos del mundo, por mucho que las adornase con palabras como democracia, derechos humanos o lucha contra el terrorismo.

Casi 18 años después de aquel antológico discurso, hoy también podemos decir que huele a azufre en esa misma tribuna, sobre todo después de que el pasado 10 de mayo Gilad Erdan, embajador de Israel ante la ONU, se presentase allí completamente indignado porque la Asamblea, por abrumadora mayoría, había aprobado una resolución para ampliar el estatus jurídico de Palestina como miembro de dicha organización.

Tal y como trascendió, el representante sionista acusó a los Estados representados en la Asamblea nada más y nada menos que de estar aceptando a un “Estado terrorista” en la ONU, y de hacerle un regalo a Hamás, “los Hitler de nuestro tiempo”, dijo. Y si con eso no fuese suficiente, se permitió el lujo de triturar la Carta de Naciones Unidas frente a toda la audiencia, consiguiendo un efecto comunicativo contrario al perseguido, ya que, gráficamente, quedó muy claro quién es el que destroza el derecho internacional.

Honestamente, si yo fuese psicólogo, afirmaría que el tal Gilad Erdan no hizo sino proyectar, es decir, atribuir a todos los demás sus propios defectos; básicamente, por dos razones: 1) Porque son ellos quienes vienen tratando como sub-humanos (untermenschen, que decían los nazis) a las y los palestinos; y 2) Porque son ellos quienes acumulan más de 75 años de violaciones constantes de las resoluciones de Naciones Unidas.

Sin embargo, como soy jurista, prefiero dejar un par de reflexiones desde una óptica más jurídica.

La primera: Israel no puede invocar el derecho a defenderse para justificar su agresión contra la población gazatí, tal y como viene haciendo hasta la fecha. Y no lo puede hacer por una sencilla razón: con respecto a Palestina, Israel es una potencia ocupante. No se puede fundar un derecho en actos violatorios del Derecho Internacional. Israel no tiene causa legítima para hacer la guerra en este caso, no tiene lo que los romanos llamaron ius ad bellum, el derecho a hacer la guerra. Quien sí tiene derecho a defenderse es el pueblo Palestino, sometido este sí a toda clase de crímenes de guerra y violaciones graves de DDHH desde 1947, año de creación del ente sionista.

La segunda: si Israel no puede invocar el derecho a la defensa, mucho menos puede en nombre del mismo cometer un genocidio, que es exactamente lo que está haciendo. No hay más que consultar el art. 6 del Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional para comprobar que el ente sionista está cometiendo todos y cada uno de los actos típicos de dicho delito: matanzas indiscriminadas, lesiones físicas o mentales graves, sometimiento a condiciones de existencia inhumanas… todo ello con la intención de eliminar a la población palestina de sus propias tierras, como ocurre en Gaza. Es decir, con la intención de llevar a cabo una segunda Nakba.

Siendo claro que Israel está cometiendo genocidio, cabe preguntarse: ¿Hasta cuándo se va a tolerar esta situación?

En el terreno jurídico, es la Corte Penal Internacional quien debiera tomar cartas en el asunto, so pena de que el Derecho Internacional quede como mero papel mojado (otra vez). Lamentablemente, hasta la fecha, la valiente acción de Sudáfrica (y de los pueblos del sur global que apoyaron su demanda de genocidio contra Israel) no ha sido capaz de frenar la masacre, ni parece que tenga posibilidad alguna de frenarla en el corto-medio plazo. Seamos honestos; no ha llegado todavía la fecha en que dicha Corte perjudique de forma seria intereses occidentales, así que resulta necesario pensar en otra serie de mecanismos para torcerle el brazo al perro guardián del Imperio en Oriente Medio.

Una escalada bélica, por supuesto, tampoco resulta aconsejable, ya que el riesgo de desencadenar la Tercera Guerra Mundial está más que presente, opción que nadie con un mínimo de cabeza debiera desear. ¿Qué hacer entonces?

Como nos recuerda el periodista uruguayo Raul Zibechi, en última instancia son las sociedades quienes deciden las guerras. “En efecto, las armas, las tecnologías y las estrategias militares juegan un papel importante en el resultado de las guerras, pero lo que las deciden son las relaciones sociales en cada uno de los bandos”.

Ya ocurrió en Vietnam. Cuando militares del alto mando estadounidense y vietnamita mantuvieron un encuentro en el curso de la guerra, los primeros recordaron a los segundos que no tenían capacidad para ganar una sola batalla, a lo que los segundos contestaron con un breve pero contundente “eso no tiene la menor importancia”. ¿Qué sucedió finalmente? Que los vietnamitas tenían razón.

Como es sabido, sin perder grandes batallas y con una aplastante superioridad militar, los yankees tuvieron que retirarse, ya que frente un pueblo que actuaba como puño apretado para rechazar la agresión imperialista, la sociedad estadounidense no estuvo dispuesta a seguir sosteniendo el esfuerzo de guerra que tanto coste le estaba generando.

Salvando las diferencias, el régimen del Apartheid sudafricano también parecía invencible, pero fue finalmente derrotado, por la determinación para la lucha del pueblo sudafricano y por la solidaridad internacionalista de los pueblos del mundo, que supieron articular una eficaz campaña de boikot, desinversión y sanciones.

En el caso de Palestina, claro está, no se ha derrotado al régimen sionista, pero la solidaridad se extiende y las protestas se expanden, a nivel social, político e incluso diplomático. Comienzan ya a aparecer grietas en la sociedad estadounidense, hecho fundamental. Se trata ahora de intensificar la campaña BDS: Boikot, desinversión y sanción. Ese es el camino. Resistencia en Palestina, solidaridad internacionalista en el mundo. Si no se ha podido vencer, es solo por ahora.

Fuente
https://cuatrof.net/
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