Leandro Albani: “La gran lucha contra ISIS es ideológica, porque su concepción de sociedad es sumamente retrógrada, y está conectada con los peores modelos del capitalismo”

Leandro Albani
Angelo Nero
Entrevista a
Leandro Albani

El periodista argentino Leandro Albani trabajó durante cinco años en la Agencia Venezolana de Noticias, con sede en Caracas. En 2013 viajó al Kurdistán iraquí, como corresponsal de la revista Resumen Latinoamericano y del portal de noticias Marcha. En 2014, publica en la editorial Sudestada, “Kurdistán. Crónicas insurgentes”, donde se recogen una serie de artículos publicados en esos medios.

En esas trincheras de la información fue donde coincidisteis los dos autores del libro, Alejandro Haddad y tú, que compartíais el interés por la historia y la lucha del pueblo kurdo. Lamentablemente, Haddad falleció poco después de que el libro viera la luz, cuando solo contaba 35 años. ¿Fue Alejandro el que te inoculó la pasión por el Kurdistán? ¿Cómo era este compañero periodista, que también escribía poesía y  hacía documentales como “Pañuelos para la historia”?

Alejandro, junto al antropólogo kurdo Mehmet Dogan, fue la persona que me enseñó sobre Kurdistán. Si bien hacía algunos años que venía trabajando sobre los temas de Medio Oriente, nunca había escuchado hablar sobre el pueblo kurdo, su historia y su lucha. Después de conocer en Caracas a Mehmet, él me dijo que en Argentina estaba Alejandro, un periodista que venía realizando trabajos sobre Kurdistán. Fue muy interesante, porque cuando Mehmet me nombró a Alejandro no me acordaba de él, pero cuando nos reunimos por primera vez me di cuenta que lo conocía: había sido mi alumno en la carrera de Periodismo de Investigación, en la Universidad Popular Madres de Plaza de Mayo, en 2007. Así que fue un momento muy lindo poder reencontrar a Ale. A partir de ahí, en 2013, nos reunimos varias veces, porque ese año viajé seguido desde Venezuela a Argentina. Entre lo charlado con Mehmet y el material para leer que me había pasado, y las largas horas charlando con Ale, me hice una idea básica sobre el pueblo kurdo.

Alejandro era muy responsable como periodista y documentalista. Escribiendo tenía muy buena pluma, era muy sensible en las palabras que ponía en el papel. Eso, creo, tenía que ver con que también era poeta. Sus libros de poesía son poderosos y delicados al mismo tiempo. Y el documental Pañuelos para la Historia, que realizó con Nicolás Valentini, sigue la misma línea: mostrar una realidad muy dura, como es la lucha y resistencia de las Madres de Plaza de Mayo, en Argentina, y de las Madres de los Sábados, en Kurdistán, desde una visión esperanzadora, muy bien relatada, con información de primera mano y mucha delicadeza visual.

Escribisteis, en gran parte, desde el lugar donde se estaba produciendo la noticia, bajo el ruido de los bombardeos turcos, en las montañas de Qandil, y en los cuarteles de la guerrilla del PKK. Realmente fue un arriesgado ejercicio de periodismo el vuestro, sin contar con la cobertura de los corresponsales de guerra de los grandes medios. ¿Mereció la pena ese esfuerzo, para intentar hacer llegar al mundo, esa revolución que se estaba fraguando en el Kurdistán?

El viaje a Bashur (Kurdistán iraquí) fue uno de los grandes puntos de inflexión en mi vida personal y como periodista. Tuvo el mismo impacto que ir a vivir a Venezuela, conocer el proceso bolivariano y aprender todo lo que nos enseñó Hugo Chávez. En Kurdistán sentía lo mismo. Poder conocer de cerca cómo se organiza el Movimiento de Liberación de Kurdistán, y en particular las guerrillas en Qandil. Eso me permitió descubrir y aprender sobre un mundo nuevo. Creo que para cualquier periodista poder hacer una cobertura desde un lugar así es lo mejor que le pude pasar. Pero no sólo fue conocer a la insurgencia, sino charlar mucho con los guerrilleros y las guerrilleras, conocer sus vidas, entender que no son fanáticos de la guerra, sino todo lo contrario. La represión permanente a la que son sometidos los lleva a elegir tomar las armas para defender su tierra. Cada uno de los combatientes con los que hablé, o a los comandantes que pude entrevistar, nunca glorificaron la guerra, sino todo lo contrario: en cada palabra de ellos está el deseo de paz.

En ese momento, en Rojava se había declarado la autonomía democrática hacía muy poco y la preocupación más grande eran los ataques de Al Qaeda, porque ISIS todavía no existía como tal. Hablar con algunos guerrilleros y guerrilleras que habían estado en Rojava también me permitió entender más a fondo el proceso de liberación de esa región.

En 2016, vuelves a publicar un libro sobre el tema, “Revolución en Kurdistán: la otra guerra contra el Estado Islámico”, donde ahondas en la formación de las milicias de autodefensa en Rojava, que ya para entonces son un símbolo de resistencia en todo el mundo, quizás de un modo que no se daba entre la izquierda desde la revolución sandinista. ¿Qué tratabas de registrar en este nuevo libro, tal vez los desafíos a los que se enfrentaba la joven revolución de Rojava, donde las mujeres tienen un papel protagonista, enfrentándose a enemigos tan poderosos como Turquía o el ISIS?

Ese libro lo escribí de forma muy urgente, porque el libro anterior que hicimos con Ale tuvo muy buena difusión y recepción en Argentina. Con Alejandro publicamos el libro un poco por ganas personales, ya que los dos habíamos estado en diferentes partes de Kurdistán. Las editoriales que lo publicaron se portaron muy bien, porque el tema Kurdistán casi no existía en Argentina. Entonces “Revolución en Kurdistán” fue un poco la continuación de lo que habíamos contado en el primer libro. En ese momento, en Rojava los cambios se estaban dando de forma vertiginosa y, al mismo tiempo, ya existía la amenaza de ISIS, que había ocupado la ciudad de Kobane. Con ese libro intenté hacer una pequeña introducción a ese mundo nuevo que se plantea en Rojava. En ese momento, las dos cosas que más me llamaban la atención, y traté de mostrar, era la lucha de liberación de las mujeres kurdas y de otras nacionalidades, y cómo se planteaban la economía en medio de la invasión de ISIS y de una Siria en guerra total.

Ya han pasado unos años desde que escribiste estos libros, fruto de los dos viajes que hiciste a Medio Oriente, a Irán en 2012, y en 2013 al Kurdistán iraquí, y de un exhaustivo trabajo de documentación sobre el terreno. Como especialista en esta zona del mundo, y en especial en la cuestión kurda, ¿podrías hacer un balance de los cambios que se han producido en Kurdistán, especialmente en Rojava, pero también en Bashur,  y si, a día de hoy, es posible todavía la revolución?

Sinceramente, veo que los cambios sociales en Rojava son profundos y genuinos, más allá de las contradicciones que surgen y de que se llevan adelante en un territorio que es invadido de forma permanente por el Estado turco. A eso hay que sumarle que Estados Unidos, Rusia, Irán y el propio gobierno de Damasco rechazan la propuesta de autonomía democrática impulsada por los pueblos de Rojava, una propuesta basada en el confederalismo democrático teorizado por Abdullah Öcalan. Entiendo que la propuesta política y social para Rojava es muy novedosa para Medio Oriente y que, al menos en algunos círculos de la izquierda y el progresismo, es difícil de entender. Y eso difícil de entender es lo mejor que tiene este proceso en marcha, porque convoca a todas las nacionalidades de la región, a todos los grupos religiosos, a hombres y mujeres por igual, para construir una sociedad que tiene a la liberación y a la democracia como banderas. Y en Medio Oriente, lamentablemente, esas dos cosas hace mucho que no se ven, ya sea por la injerencia extranjera en los países o por las propias deficiencias, errores y claudicaciones de muchos gobiernos de Medio Oriente y el norte de África que en décadas anteriores habían tenido posturas nacionalistas, progresistas y en algunos casos de izquierda.

En Bashur la situación es más compleja, porque el poder del Partido Democrático de Kurdistán (PDK) en el Gobierno Regional de Kurdistán (GRK) es total. Para aferrarse a ese poder, el PDK utiliza las peores armas represivas contra el propio pueblo kurdo. Además, es un aliado incondicional de Turquía, Israel y Estados Unidos. La familia Barzani, que dirige el PDK, desde hace mucho tiempo dejó de lado ciertos rasgos de nacionalismo progresista, para convertirse en una empleada de los poderes regionales e internacionales. Pero al mismo tiempo, la presencia de la guerrilla en Qandil y otras zonas de Bashur, demuestra que la propuesta del Movimiento de Liberación de Kurdistán tiene repercusión y adhesión. Por esto mismo, en estos días Turquía sigue bombardeando la zona y lanzando ataques químicos, con la venia del PDK, y el silencio y la complicidad de la comunidad internacional.

El Estado Islámico, Turquía, Arabia Saudí, el Frente Al-Nusra, los peshmergas de Barzani, el Ejército Libre Sirio y las tropas leales a Al-Ássad, parece que Rojava tiene demasiados enemigos, algunos de ellos muy poderosos. ¿Aun así, cómo resiste Rojava, y es capaz de desarrollar proyectos sociales propios, mantener su propia administración y crear sus propias fuerzas de autodefensa?

Hay varias razones por las cuales Rojava no cayó. La primera, creo que es la propuesta inclusiva y liberadora que se plantea. Una sociedad como la de Rojava, que sufrió el negacionismo y la represión del Estado sirio durante tantos años, ahora sabe que tiene su presente y su futuro entre sus manos. Y eso, por lo que veo, lo van a defender hasta que quede el último poblador sobre ese territorio.

Otra razón es que durante 20 años, Abdullah Öcalan vivió en Rojava y Siria. Y eso fue una influencia política e ideológica muy grande para los pueblos del norte de Siria.

En 2016 también públicas “ISIS, el ejército del terror”, un exhaustivo análisis de los orígenes, las conexiones internacionales, las alianzas y las estrategias de este grupo, donde también participa uno de los, a mi entender, mayores conocedores del fenómeno yihadista, Guadi Calvo. ¿Qué ha cambiado en el ISIS desde que, en aquella época, podíamos focalizarlo en una zona más o menos determinada, hasta su expansión y mutación actual?

ISIS mutó de un ejército de ocupación, que llegó a controlar un territorio en el que vivían entre ocho y diez millones de personas, a una organización descentralizada, que opera a través de células más o menos autónomas, pero que sigue teniendo el apoyo político, logístico y financiero. ISIS no dejó de ser un peligro para los pueblos de Medio Oriente y para toda la humanidad. Más allá de su derrota militar, que fue posible principalmente a la lucha encabezada por las Fuerzas Democráticas de Siria, ISIS tiene muy buena salud. Sigue cometiendo atentados, no sólo en Siria e Irak, sino también en Afganistán y en algunos países africanos, a través de grupos que le juraron lealtad hace varios años. La gran lucha contra ISIS es ideológica, porque su concepción de sociedad es sumamente retrógrada, irreal, y aunque pueda parecer delirante, creo que está conectada con los peores modelos del capitalismo. Cuando ISIS controló grandes territorios de Siria e Irak, aplicó una especia de feudalismo ortodoxo, bajo la excusa de respetar los preceptos del Islam. Pero a su vez, ante la decadencia estatal en esos países, se mostró como una opción viable para suplantar a los estados-nación, gobernados desde hacía muchos años por administraciones corruptas y represivas. Una porción importante de la población de esos países, que venía sufriendo la represión interna, la crisis económica y muchas formas de injerencia extranjera, tal vez vieron en ISIS una opción para “estabilizar” a la sociedad, un poco como sucedió con el movimiento Talibán en Afganistán en la década de 1990. También es importante resaltar que en esa lucha ideológica contra ISIS, es muy importante saber que, en general, la comunidad musulmana a nivel mundial no comparte la concepción de ISIS. Y eso, principalmente los grandes medios de comunicación, lo dejan de lado, porque prefieren la espectacularidad de las muertes ajenas a reflexionar sobre un fenómeno como ISIS. Además, mientras que países como Turquía o Arabia Saudí sigan sosteniendo al Daesh o a otros grupos similares, el peligro no se va a poder superar. Lamentablemente, a las principales potencias mundiales y a los bloques de poder internacionales les importa bastante poco que ISIS continúe operando.

Otro lugar donde has puesto tu foco habitualmente ha sido el Sahara, uno de esos conflictos que parecen enquistados y que este año pasado ha adquirido una nueva dimensión, después de la agresión marroquí en el paso de Guerguerat, y la respuesta del Frente Polisario, que declaró roto el alto el fuego que llevaba vigente 20 años. ¿Hay alguna posibilidad de que este conflicto, que va camino de cumplir medio siglo, se resuelva teniendo en cuenta las aspiraciones del pueblo saharaui?

El pueblo saharaui es otro de los grandes pueblos de este mundo que fueron condenados por el colonialismo, la represión y el saqueo de sus bienes naturales y culturales. El Frente Polisario está en todo su derecho a defenderse de las ilegalidades y atrocidades cometidas por la monarquía marroquí. En general, ya sean los saharauis, los kurdos o los palestinos, esos pueblos siempre están dispuestos al diálogo y a alcanzar, a través de acuerdos internacionales, la paz y el respeto de sus derechos. Pero frente a esta propuesta, Marruecos, Turquía o Israel, responden con violaciones sistemáticas a los derechos humanos y al derecho internacional. Igualmente, en el caso de los saharauis su lucha va a ser eterna, más allá de las resoluciones de la ONU y la complicidad de muchos gobiernos con la monarquía marroquí. Creo que lo fundamental en estos casos es la solidaridad internacional, entre pueblos, y volver ciertas tradiciones internacionalistas que en su momento fueron una postura inclaudicable de la izquierda a nivel mundial.

Turquía se está mostrando como el gran agente desestabilizador de un amplio espacio que comprende Oriente Medio, el Cáucaso y el Mediterráneo, incluso amenaza a Europa, como si hubiese una intención de reeditar el imperio otomano. Tu que has seguido el reciente conflicto de Artsakh, donde Turquía le ha enseñado los dientes a Armenia, pero también a Rusia, que no ha hecho nada para evitar la agresión, ¿hasta dónde crees que puede llegar esa política panturquista o simplemente imperialista de Erdogan?

El plan expansionista de Turquía, bajo el mando de Erdogan, es muy claro. Tanto el presidente turco como sus ministros dicen públicamente que su intención es expandir su control territorial, emulando al Imperio Otomano. Lo más preocupante de todo esto es que mientras el Estado turco envía tropas y mercenarios a Siria, Libia o a Azerbaiyán, en este caso para reforzar la ocupación de Artsaj, ni Naciones Unidas y Estados Unidos, Rusia, la Unión Europea o China hacen nada. Tanto la ONU como las potencias mundiales parece que normalizaron la existencia de un Estado ocupante de territorios ajenos. Pero hay que observar muy de cerca el desarrollo económico y social que se da en el interior de Turquía, porque ese país vive una crisis bastante fuerte desde hace muchos años. Las elecciones presidenciales de 2023, si se realizan y si el gobierno no comete un fraude masivo como en otras oportunidades, van a mostrar el apoyo real que tiene Erdogan. Por un lado, la resistencia en Turquía a sus política es muy fuerte, no sólo desde el movimiento kurdo, sino de otros espacios de izquierda y progresistas y, principalmente, del movimiento de mujeres. Pero por otro lado, el Estado turco cuenta con complicidades varias para aplicar sus políticas represivas y excluyentes, sobre todo por ser miembro de la OTAN.

En 2019 publicas un libro, “No fue un motín. Crónica de la masacre de Pergamino”, en el que reconstruyes el incendio en una comisaría bonaerense en la que murieron siete jóvenes. ¿Qué te impulsó a escribir esta crónica periodística que tiene también mucho de denuncia contra los abusos policiales?

El libro tiene muchas razones. La principal es denunciar la represión policial en Argentina, que es sistemática desde la conformación del país como República. Y, al mismo tiempo, otra razón principal fue contar quiénes eran esos siete chicos que los policías dejaron que murieran entre el fuego y el humo, en medio de un incendio que se podía apagar de forma muy rápida. Los seis policías responsables de este hecho, que fueron condenados por la justicia, decidieron el 2 de marzo de 2017 que en esa comisaría, en la que había 19 personas detenidas –algo que viola las leyes del país, porque está prohibido encerrar a los detenidos en las comisarías-, no iban a hacer nada para salvar la vida de los chicos. Pero el Estado argentino también es responsable de esta masacre, porque ya sean las comisarías o las cárceles del país son tumbas donde se encierra a jóvenes pobres, muchos de ellos con problemas derivados de la injusticia social.

Otras dos cosas que intenté reflejar en el libro es la lucha permanente de los familiares de los chicos, principalmente sus madres, novias y esposas. Ellas, en una soledad muy injusta, se movilizan hasta el día de hoy para demandar justicia y levantar la memoria de los chicos. El libro también me permitió hablar sobre Pergamino, ciudad en la que nací y viví hasta los 19 años. Pergamino es una ciudad muy conservadora, en una zona que tiene las mejores tierras del país, donde el poder de lo que se conoce como “el campo” es muy fuerte. Ese poder, en general, es conservador, racista y negador de que, pese a la riqueza de Pergamino, es una ciudad muy pobre.

De la experiencia de hacer la investigación y de escribir el libro, creo que lo más gratificante -aunque sea en medio de un hecho muy doloroso- fue conocer en profundidad a los familiares de los chicos, de los cuales aprendí que la fortaleza moral y ética, y nunca dejar de demandar justicia, son fundamentales para que la sociedad sea más justa.

También formas parte del colectivo editorial La tinta, ese periodismo hasta mancharse que nació en 2016, que me consta que tiene también bastantes seguidores al otro lado del Atlántico. ¿Podrías hablarnos de este proyecto que intenta ofrecer una información “lejos de las propuestas de medios comerciales que toman la información como una mercancía”, como dice la declaración de intenciones de La tinta?

La tinta es una cooperativa que ya tiene cinco años, que nació en la provincia de Córdoba. Es un portal de noticias, pero también publicó libros y realizó actividades de formación o charlas abiertas. Es, principalmente, un medio de comunicación alternativo, popular, que busca mostrar una realidad que las grandes agendas mediáticas nunca reflejan. Las compañeras y los compañeros en La tinta hacen un trabajo muy profesional, con mucho esfuerzo y compromiso. La tinta forma parte de una constelación de medios alternativos en Argentina que, estoy convencido, en la actualidad son los únicos que muestran la realidad y denuncian las injusticias en el país, desde una visión crítica, con un muy buen trabajo de escritura o audiovisual. Una de las características más importante de La tinta es que al ser un medio que tiene su sede en Córdoba, le permite informar por fuera del centralismo porteño, pero al mismo tiempo abordar la realidad nacional e internacional con una visión propia.

Para terminar, y como periodista de nuestra América, aunque tus crónicas habitualmente dirijan el foco al otro lado del mundo, nos gustaría saber tu opinión sobre lo que queda de aquel Socialismo del Siglo XXI que soñó Chávez, después de una década de ofensiva neoliberal ¿está detrás de las grandes movilizaciones populares de los últimos años, el despertar de un nuevo movimiento que camine hacia el socialismo, o, cuando menos, que intente virar el continente otra vez hacia la izquierda?

El socialismo en América Latina siempre está latente, en diferentes formas y con experiencias diversas. El presidente Chávez fue el último gran líder que tuvo el continente, con una gran claridad ideológica pero también en una soledad muy grande. Más allá de todo lo que se impulsó a nivel continental mientras Chávez vivía, cuando él ya no estuvo muchos dirigentes se negaron a tomar la posta de toda esa construcción que se venía haciendo. A esto hay que sumarle que en América Latina siempre tenemos la injerencia permanente de Estados Unidos, y la complicidad de muchos gobiernos. Entiendo que los movimientos sociales que impulsan una mayor autonomía del Estado, como el Movimiento Sin Tierra en Brasil, o el zapatismo en México, son los más resistentes al avance neoliberal.

Las masivas protestas desde 2019 en Chile, Haití, Ecuador, y en Colombia, demuestra, una vez más, que el actual sistema en Latinoamérica ya no es viable. Los estados, muchos de ellos controlados casi directamente por la Casa Blanca, solo responden con represión y un mayor ajuste económico. También existe un grupo de gobierno, que se puede caracterizar de socialdemócratas, que por su propia naturaleza ideológica siempre optan por las clases poderosas, más allá que presentan propuestas de justicia social y redistribución de la riqueza. Pero los pueblos de América Latina siempre están muy vivos y en la primera línea. Un ejemplo de esto es que después del golpe de Estado en Bolivia contra Evo Morales y su gobierno, la dictadura que se instaló apenas duró un año y fue derrotada en las calles y en las urnas. Otro ejemplo en la asamblea constituyente en Chile, que se logró con masivas movilizaciones en contra del sistema ultra injusto implantado durante la dictadura de Augusto Pinochet. Solo estos dos hechos demuestran que América Latina, en lo más profundo de su territorio, sigue respirando lucha.

Fuente
https://nuevarevolucion.es
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