El negocio de la guerra

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Iñaki Egaña

Los conflictos, los enfrentamientos, las guerras suscitan negocios redondos. Las víctimas han pasado a ser daños colaterales de inversiones estratosféricas, mientras que las propuestas políticas, los escenarios de concordia, las apuestas por el diálogo o los llamados a la paz son solo referencias secundarias en esos movimientos económicos.

En el año 2009, Rodolfo Ares, entonces consejero de Interior del Gobierno de Gasteiz, señalaba que su Ejecutivo destinaba cada año 225 millones de euros en la lucha contra ETA. Ares añadió que con ese dinero bastaría para hacer cada 12 meses cuatro hospitales y que, ante las informaciones que circulaban de que ETA estaría preparando su final, como así sucedió, el consejero dudó de ellas y únicamente confirmó que lo que intentaba la izquierda abertzale era legalizarse para seguir defendiendo el terrorismo desde las instituciones. Que no se creía para nada que ETA iba a desaparecer.

ETA se disolvió y esos 225 millones de euros anuales se desvanecieron en la elongación del topo donostiarra unos metros para alcanzar a una cadena de tiendas pertenecientes al noveno hombre más rico del planeta y en un absurdo tren que eliminará unos minutos la distancia entre capitales vascas, con el añadido de que no puede transportar mercancías. Fue un trasvase de dinero, no una «recuperación» de una inversión. Los hospitales no se construyeron y la sanidad sigue privatizándose a pesar de pandemias y el clamor popular.

En la misma medida, cuando ETA, ya hace unos años concluyó su proceso de desarme y disolución, diversos estamentos policiales, políticos y judiciales hicieron un balance económico. Muy irregular e interesado, pero con una cifra del coste de 60 años de lucha contra la organización vasca: 25.000 millones de euros. Entre ellos entraba el gasto de policías, prisiones, escoltas, daños materiales, indemnizaciones a las víctimas e incluso el falso del parón de la central nuclear de Lemoiz (falso porque Iberduero lo imputó a través de un canon a sus clientes).

En estas cuentas, no demasiado científicas por lo que se ve, faltan partidas indirectas u otras como los fondos reservados (28 millones de euros anuales) que, por ser más modestas, no han sido incluidas. 25.000 millones sería el 2% del PIB español, el que pide la OTAN en su incremento militar.

Por el contrario, el informe señalaba que ETA había recaudado en esos años 161 millones de euros (traducidos al presente) a través de secuestros, impuesto revolucionario y atracos. Sumaba también dinero de txoznas festivas, rifas de Gestoras, etc., lo que inflaba el presupuesto. Aún aceptando esta nueva falsedad se podría decir que por cada millón de euros que utilizaba ETA, el Estado le hacía frente con 156 millones. No es de extrañar, que, en esta crónica económica, algunos sectores se mostrasen radicalmente interesados en que la violencia de ETA no concluyera.

Hace unos días, en el quinto aniversario del referéndum por la independencia de Catalunya se han desvelado varios de los secretos mejor guardados de aquella iniciativa popular. En particular, los relativos a las compras de las urnas que finalmente se emplearon aquel primero de octubre de 2017. Como ya es conocido, las urnas utilizadas se fabricaron en China y llegaron en tres contenedores hasta Marsella, desde donde fueron trasladadas clandestinamente por voluntarios hasta ocho almacenes, ya en la Cataluña peninsular. Habían costado 100.000 euros.

Simultáneamente, y por si las fuerzas policiales descubrían la operación, dos empresas del Bajo Llobregat fabricaron por separado las piezas para otras 10.000 urnas. Después de ensamblarlas las escondieron en un almacén y nunca llegaron a ponerse en circulación. De nuevo trasladadas, hoy en día continúan en lugar aparentemente desconocido para la Policía. Costaron 66.000 euros.

Pues bien, entre las urnas chinas y las catalanas, más algunos gastos anexos, pongamos que toda la operación independentista costó 200.000 euros. El Estado español, según reconoció, gastó 87 millones de euros para no encontrarlas. Es decir, por cada euro invertido en las urnas para el referéndum, el Estado gastó 435 euros en su infructuosa búsqueda. Alguien o algunos se llevaron una sustanciosa parte de la misma.

Los conflictos, los enfrentamientos, las guerras suscitan negocios redondos. Las víctimas han pasado a ser daños colaterales de inversiones estratosféricas, mientras que las propuestas políticas, los escenarios de concordia, las apuestas por el diálogo o los llamados a la paz son solo referencias secundarias en esos movimientos económicos. La reconstrucción de Irak después de la invasión liderada por Washington costará 88.000 millones de dólares. EEUU invirtió directamente dos billones de dólares en las guerras de Afganistán e Irak, cantidad financiada con deuda que para 2050 se convertirá en 6,5 billones. Los ganadores: empresas armamentísticas, de seguridad, energéticas, constructores, bancos… Y una oportunidad a la moda friki de las bombas ucranianas. Una frase, 700 dólares en un M982 Excalibur: «desde la OTAN con amor». Páginas web ya se dedican a ello. Negocios de «jóvenes emprendedores» que han recaudado 200.000 dólares. Calderilla con relación a la primera división.

En la guerra de Ucrania, EEUU ha invertido ya más de 60.000 millones de dólares. El negocio que parece ruinoso tiene unos flecos estruendosos que probablemente lo harán rentable. Kiev y los países de la OTAN tendrán que rembolsar, con intereses, parte de la inversión. Las reconstrucciones se realizarán siguiendo las pautas de Washington. Y un dato que sobresale sobre el resto: la energía que Rusia exportaba a Europa ha sido sustituida por la ofertada, manu militari, por EEUU.

Los gastos militares han desbordado los presupuestos ya aprobados con anterioridad. Orden y mando de Washington. España los ha aumentado en un 124%, Francia invierte 1.700 millones más de lo presupuestado y Alemania se convierte, por primera vez desde la época nazi, en el Estado de la Unión Europea con mayor presupuesto militar. Naciones Unidas señalaba que en la guerra en Ucrania habían fallecido 6.000 civiles. No recuerda por cierto los 14.000 de Donbass desde 2014 y esos 1,5 millones de desplazados. Nuevamente víctimas colaterales de negocios en marcha que no aparecerán siquiera en el balance anual.

Fuente
https://www.naiz.eus/
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